2 de noviembre de 2024

El Castañar de Hermisende

Hermisende es el principal productor de castañas de toda Sanabria y esa producción no es algo reciente sino que son muchos los años que la contemplan, de hecho, su municipio alberga castaños centenarios, verdaderos guardianes del paso del tiempo. Hoy hemos recorrido una ruta de senderismo marcada por el Ayuntamiento que pasa por varios castañares y que permite ver decenas de esos castaños.

La localidad de Hermisende se encuentra en el extremo noroccidental de la provincia de Zamora, de hecho se encuentra muy próxima a Galicia y a Portugal. Tan cerca, que los naturales de este pueblo hablan en gallego. La castaña es una fuente principal de su economía, no en vano produce unos 200.000 kg al año. 

Para llegar a este pueblo de la Alta Sanabria hay que acceder desde la autovía A-52 y, tras abandonar esta, hay que recorrer 10 km por una carretera de montaña adornada con buenas vistas. Para entrar a la localidad hay que abandonar esa en el cruce correspondiente y enseguida pasaremos junto a las primeras edificaciones. Nosotros dejamos el coche cerca de la iglesia y comenzamos desde allí pero las calles son estrechas y no es fácil encontrar dónde aparcar. Por ello sugerimos, ya que la ruta es circular, dejar el coche en el Centro de Recogida y Selección de Castañas, que más adelante explicaremos dónde está.

Como decíamos, iniciamos la ruta cerca de la iglesia y caminamos hacia el cruce con la carretera principal por la que llegamos a la localidad. Al llegar a ese giramos a la derecha y continuamos por el asfalto. Enseguida vimos a la derecha una nave, el Centro de Recogida y Selección de castañas al que nos referíamos antes que, como sugeríamos, puede ser un buen lugar para aparcar e iniciar la ruta desde allí. Continuamos adelante algo más de quinientos metros, todos ascendiendo y con castaños jóvenes a ambos lados de la carretera. Al llegar al alto nos desviamos a la derecha para continuar por una pista ancha y de buen firme.


Nada más entrar en este camino nos topamos con grandes castaños a ambos lados. A nuestra derecha la ladera tiene una gran inclinación ascendente y a la izquierda descendente hasta llegar al río Pequeño, que podíamos distinguir al fondo de la ladera. Esa inclinación tiene que hacer muy dificultosa la tarea de la recogida de la castaña.



Mientras íbamos avanzando entre estos castaños centenarios fuimos descendiendo hacia el río. Una vez que terminaron los castaños se vieron reemplazados por robles.  



Algo más adelante también desaparecieron estos dando paso a un tramo despejado de vegetación que culminó al llegar al puente que nos permitió cruzar el río Pequeño.



Este riachuelo, si trae poca agua, se puede cruzar por su propio cauce, como hicimos nosotros, pero también hay un puente de hormigón por si es necesario utilizarlo.


Ya al otro lado comenzamos a ascender ligeramente atravesando un bonito y denso robledal. En un cruce de caminos vimos un cartel indicador. Encontramos varios durante el recorrido, pero hay algunos caídos y se echa en falta alguno en lugares donde se duda de por dónde seguir.




Después de culminar el ascenso, como suele ser habitual, comenzamos a descender. Los robles seguían acompañándonos a ambos lados del camino. 


Más adelante volvimos a caminar por una zona despejada de vegetación que nos permitió ver más allá.


Continuamos caminando a buen ritmo porque el relieve lo permitía. De nuevo volvieron a aparecer robles cuando descendíamos hacia un pequeño valle. En este cruzamos un puente bajo el que corría un pequeño regato.


Nada más cruzar el puente giramos a la izquierda y comenzamos un ascenso más largo que los últimos que habíamos realizado. A nuestra izquierda teníamos robles y, tras ellos, al fondo, volvimos a encontrarnos con el río Pequeño.


Cuando terminaron los robles pudimos contemplar las montañas que separan esta zona de Portugal, laderas tapizadas de monte bajo. 


A nuestra derecha el camino estaba flanqueado por brezos y por escobas. Esta zona, al no disponer de sombra, puede resultar la más dura de la ruta en caso de hacer calor.


En la ladera llamó nuestra atención los esqueletos de tres árboles haciéndose ver por encima de los brezos. Daba la impresión de que habían sido calcinados. Después comprobaríamos que no eran los únicos. 


Al culminar la subida llegamos a una planicie en la que tuvimos que girar más de ciento ochenta grados (y no está señalizado) para comenzar a descender por una zona en la que el camino es de roca.


Sobre la roca se pueden distinguir claramente las hendiduras producidas por el paso de los carros en, sabe dios cuántas ocasiones, para que se hayan producido estas marcas. 

Más adelante el camino continúa siendo de roca pero hoy había zonas con humedad, aparte del musgo que cubre gran parte de ellas, que hacían que tuviéramos que tener cuidado al pisar porque sufrimos pequeños resbalones.

El camino rocoso se fue estrechando cercado por las escobas que, en algún tramo, llegan casi a cerrarlo. Siendo una ruta marcada por el Ayuntamiento debería cuidar más esta zona para facilitar el paso a los senderistas.

La bajada sobre el manto de roca termina al unirse a una pista ancha por la que seguimos ya hasta el pueblo. A nuestra izquierda las vistas bien merecen una parada para disfrutarlas. 


Antes de llegar a Hermisende volvimos a encontrarnos con fincas repletas de castaños, algunos jóvenes, pero la mayoría centenarios, llenos de surcos retorcidos en sus cortezas, y aún con bastantes hojas, muchas de ellas ya amarillas, esperando pacientemente su próxima e inevitable caída. Y también con otros cuya vida se apagó por algún incendio. En concreto uno sucedido en 2022 que se llevó por delante, por lo que pudimos ver, muchos castaños. 





Finalmente, el camino muere al llegar a la carretera que parte de Hermisende y va a La Tejera. Seguimos por ella ascendiendo hacia el pueblo, que pronto pudimos ver tras dar una curva. 


Continuamos ascendiendo por el asfalto hasta entrar en la localidad. Y continuamos subiendo hasta llegar de nuevo a la iglesia, bueno, en realidad hicimos una parada un poco antes, en el Bar-Tienda que hay unos metros antes, para reponer líquidos y para contribuir a la economía local. También hay una Casa Rural, La Casa del Cura, que es a su vez restaurante en el que poder comer sin salir de Hermisende.

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