27 de noviembre de 2024

Explorando la Tierra de Campos (con niebla)

A pesar de que nos gusta movernos por toda la provincia, nunca habíamos estado en Tierra de Campos, lo más que nos habíamos aproximado había sido a Tapioles, en una ruta por las Lagunas de Villafáfila. Hoy hemos querido conocer esta zona desde nuestras bicis. La pena fue que la niebla estuvo presente a lo largo de todo el recorrido.

Levantarse ilusionado porque vas a hacer una ruta de bici con amigos y encontrarte la niebla velándolo todo y tiñendo la vida de blanco y negro, es un fastidio, pero asumible :) Las 9.45 nos pareció una buena hora para quedar y así lo hicimos. Nos desplazamos cuatro bikers en dos coches hacia Villalpando. Todos teníamos la esperanza de que la niebla despareciera al alejarnos de Zamora y su río, pero no fue así y al llegar a Villalpando era igual de persistente. Como íbamos bien de tiempo decidimos acercarnos a su coqueta Plaza Mayor para tomar un café y así darle tiempo al sol para que se mostrara. 


Sobre las 10.45 comenzamos a rodar sin rastros del sol y con solo 3º de temperatura. Enseguida nos topamos con la Puerta de San Andrés, que era parte del recinto amurallado de la villa. La parte interior, la que estábamos viendo, es del siglo XII.


Y la preciosa parte exterior es del XVI, con un arco de medio punto y dos cubos adosados. Después de traspasar la puerta prácticamente seguimos recto y enseguida desaparecieron las últimas edificaciones de Villalpando.


No tardamos de cambiar de dirección, y no mucho después, lo volvimos a hacer, enfilando después una larga recta. A esas alturas el frío propio del inicio se había pasado e íbamos a gusto.


Terminada esa recta giramos a la izquierda noventa grados para continuar por un camino que parecía de mayor importancia. Poco después vimos lo que parecía un torreón semiderruido. Cuando nos acercamos comprobamos que eran los restos de un gran palomar.


Después de girar en algún momento más, finalmente nos unimos a una carretera local por la que rodamos unas decenas de metros antes de entrar en Quintanilla del Monte. Como siempre solemos hacer, realizamos un buen recorrido por el pueblo y pasamos junto a su edificio más notable, la iglesia. Esta se encuentra semiderruida y han construido al lado una de ladrillo, un adefesio.


Salimos de esta localidad y continuamos rodando por un camino que, sin dejarlo en ningún momento, y tras recorrer algo más de cuatro kilómetros, nos llevó a Villamayor de Campos. Enseguida pudimos ver que esta localidad tiene cierta entidad. Pronto nos topamos con la iglesia de Santa María, del siglo XVI (gótica). Nos llamó la atención la gran altura de su torre y los ornamentos de ladrillo de su fachada.


Aprovechando que se encontraba abierta entramos y pudimos contemplar su bonito retablo.


Tras unos minutos en su interior de nuevo nos subimos en nuestras bicis y continuamos recorriendo el pueblo. En varias casas vimos escobas decoradas de distintos modos, pero esta parejita llamó especialmente nuestra atención.


Pero también llamó nuestra atención más de una edificación por su porte o por sus blasones. 


Antes de terminar nuestro recorrido por esta localidad pasamos junto a otra iglesia, hecho que demuestra la importancia y el tamaño que tuvo Villamayor en otros tiempos.


Muy cerca también nos topamos con un pequeño mural. Al verlo paramos enseguida y unos posaron y otro pulsó el botón para dejar el momento inmortalizado.


Nada más dejar atrás la localidad trazamos una curva pronunciada y pasamos por un puente sobre el río Valderaduey, el más representativo de la Tierra de Campos y que, a pesar de su tamaño, nace lejos, en el término de Renedo de Valderaduey (León) y recorre 158 km hasta su desembocadura.


Al salir del puente realizamos una nueva curva pronunciada y continuamos por el camino, más bien pista, que nos llevaría a la siguiente localidad de nuestro recorrido, Quintanilla del Olmo, en poco más de tres kilómetros.


Poco antes de llegar al pueblo nos encontramos con un área de recreo muy adecentada y cuidada en la que pudimos ver una bonita fuente.


Al ser una localidad muy pequeña (45 habitantes) enseguida nos topamos con la plaza y la iglesia. Y detrás de esta encontramos varias sorpresas.


Pudimos ver un par de casetas decoradas. Una con un tronco del que "nacen" árboles de colores, otra con fregonas "humanizadas" y una tercera con un libélula pintada. Y delante, una curiosa y graciosísima estación meteorológica.


Esta consta de una viga torcida de la que cuelga una cadena con una piedra. Junto a este conjunto aparece un cartel con la explicaciones pertinentes.


Dichas explicaciones son las siguientes:


Mientras las leíamos nos partíamos de risa al mismo tiempo que comprendimos que las predicciones de dicha estación no podían ser más certeras. 

Unos metros más adelante encontramos encima de otra pequeña caseta a un par de miembros de la Benemérita realizados con materiales reciclados.

No habíamos recorrido veinte metros y nos encontramos con un trono sobre un pedestal, adornado con cuadros a ambos lados realizados con elementos vegetales secos y con un cartel que ponía: "Yo estuve en Quintanilla del Olmo". Evidentemente, no pudimos por menos que apearnos de nuevo de las bicis y hacernos una foto cada uno.

Pero eso no es todo, porque unos metros más allá, en una de las paredes de una nave, encontramos palés y tablas adosados a la fachada, con brochazos de colores vivos alrededor y con frases muy curiosas. Hicimos fotos a todas porque merecía la pena.







Una vez leídos y retratados todos avanzamos por la misma calle y, al final de la misma, encontramos más arte, un mural sobre la violencia de género, un banco con el rótulo "Vale la pena quien te la quita" y el "Jardín Travieso de Cris", realizado con traviesas (de ahí el nombre) de vías férreas en distintos estados, y margaritas realizadas con piedras pintadas. Sin duda en este pueblo son unos artistas, tienen iniciativas, ilusión e interés por mejorar Quintanilla a pesar de no llegar a cincuenta personas. ¡Nos encantó todo!

Nada más dejar atrás el jardín, cruzamos una carreterita y volvimos a rodar por tierra sobre una buena pista. Hicimos como la forma de un cuatro invertido hasta que llegamos a las proximidades de la A-6. 

En ese punto nos ocurrió algo curioso y es que en un tramo de unos cien metros se nos cruzaron no menos de veinte conejos. 

Cuando ya nos estábamos aproximando a la siguiente localidad, pasamos junto a un bonito palomar bastante bien conservado.

Poco después pasamos por debajo de un viaducto sobre el que pasa la A-6. A la salida de ese enseguida nos encontramos con las primeras edificaciones de Cerecinos de Campos. Su iglesia nos pareció de poco interés pero, antes de salir del pueblo, vimos otra.

Nada más abandonar esta localidad realizamos como otro cuatro invertido y entramos en un larga recta en la que había alguna cuestecilla, rompiendo así la tónica general de la ruta, que había sido muy llana hasta ese momento. El firme era bastante malo porque eran los restos de una antigua carretera. Después de recorrer poco más de tres kilómetros llegamos a Tapioles.

Entramos en esta localidad e hicimos el consiguiente recorrido. Al llegar a una plaza paramos porque uno de los bikers quería comer algo.

Y prácticamente en frente una puerta y una ventana llamó nuestra atención. Les hicimos caso y las "retratamos".


Pocos minutos después volvíamos a subirnos a los sillines y a continuar el camino. Nuestro siguiente destino era San Martín de Valderaduey. Los cuatro primeros kilómetros fueron, prácticamente, una recta por una pista estupenda con algunos pequeños repechos.


Después de recorrer ese tramo realizamos un giro a la izquierda y poco después entramos en esa localidad. Nos incorporamos a la carretera que une Zamora con Villalpando poco antes de la iglesia. 

Continuamos por ella no llegó ni a un kilómetro, lo justo para cruzar al otro lado del Valderaduey atravesando el puente que hay al terminar el pueblo.


Poco después de cruzar el puente nos desviamos hacia la derecha para ir hacia el centro de la localidad de Villárdiga, separada de San Martín de Valderaduey prácticamente solo por el río. Allí uno de los bikers notó que había pinchado, así que junto a la iglesia hinchamos la rueda y con eso (gracias al líquido antipinchazos que tenía la cubierta) sirvió  para seguir.

Salimos de esta localidad yendo hacia su derecha. En cuanto recorrimos unos cientos de metros el camino fue perdiendo importancia y terminó estando formado por dos roderas. 


Antes de realizar un giro de noventa grados a la izquierda hubo un momento en el que nos llegamos a preocupar porque nuestras ruedas comenzaron a engordar alimentadas por barro arcilloso. A cada vuelta crecía la anchura y el grosor de la capa. Por suerte, nada más realizar ese giro cambió la composición del terreno, dejó de pegarse y comenzó el proceso de disparo hacia todos lados de los trozos de arcilla que se iban despegando .

Más adelante nos encontramos con algún "charquito" que evitamos como pudimos y alguna que otra subida de poca importancia. 

Finalmente, este camino terminó, cambiamos de dirección hacia la izquierda y entramos en lo que podríamos denominar una autopista de Tierra de Campos.

En los tres kilómetros que nos faltaban para llegar a nuestro destino encontramos algunas pequeñas subidas más. Con la niebla nos no vimos Villalpando hasta que nos estuvimos muy cerca. En toda la mañana no había levantado nada y apenas habíamos llegado a los 5º de temperatura. 

Antes de entrar en el pueblo tuvimos que cruzar la A-6 por un viaducto. Muy cerca hay una gasolinera a la que entramos para ver si disponían de lavaderos. Como no los había, continuamos adelante.

Enseguida llegamos a la Puerta de Santiago, construida entre el siglo XI y el XIII, siendo una de las cuatro entradas de acceso que tenía la villa. 



Pasamos junto a ella y nos dirigimos al punto de salida, donde habíamos dejado los coches. Una vez que cargamos las bicis fuimos al aparcamiento de la Posada Los Condestables porque habíamos reservado allí para comer ya que nos gusta hacer gasto en las zonas a las que vamos. Este establecimiento es un hotel-restaurante y Spa muy agradable, donde nos trataron con mucha amabilidad y donde comimos muy a gusto.

Cuando regresamos hacia Zamora, nada más salir de Villalpando, apareció el sol en nuestro camino y pudimos comprobar en los campos la variada gama de verdes que nos perdimos unas horas antes por la niebla. Otra vez será.



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