20 de noviembre de 2024

Por Aliste y la desolada Sierra de la Culebra

La comarca zamorana de Aliste, la ribera del río de su mismo nombre y la Sierra de la Culebra, son zonas que nos encanta recorrer con nuestras bicis. Hoy hemos aunado esos tres lugares en una misma ruta y el resultado ha sido espectacular, pero también muy triste al ver los estragos que el voraz incendio del verano de 2022 ha causado en esa sierra. 


Cuatro bikers fuimos los que nos apuntamos para hacer esta ruta. Partimos de Zamora en dos coches a las 9.30 h y fuimos directos a Sarracín de Aliste. Aparcamos junto al Bar Restaurante 2Z porque teníamos planeado comer allí. Tras descargar las bicis y prepararnos partimos hacia el otro bar del pueblo en busca de un café, ya que ese se encontraba aún cerrado.


Tras tomar el café regresamos a la zona donde teníamos los coches aparcados y, siendo las 11.00 h. iniciamos la ruta, cruzando primero una pradera, para continuar por una buena pista que nos llevó a la carretera que conduce a Riofrío, la cruzamos y continuamos recto descendiendo hacia el pueblo, que ya estaba allí mismo.


Al cruzar la rivera de Riofrío pudimos ver uno de los carteles que han pintado en algunas fachadas del pueblo. El tema de este son dos personajes de las mascaradas de esta localidad, los Carochos, que se celebran el 1 de enero, 


Como habíamos leído que este verano Carlos Adeva había pintado un gran mural en el pueblo, fuimos hasta él para verlo de cerca. El tema también eran los Carochos, representando a gran escala a seis de los once personajes que forman parte de este rito ancestral relacionado con el solsticio de invierno, con el poder del sol, con la fertilidad de los campos y con el paso de los jóvenes a edad adulta.


En otro calle, frente al Museo de los Carochos, también encontramos una escultura relacionada con la misma temática. 


Continuamos nuestra ruta saliendo del pueblo por la carretera dirección Sarracín. Poco después de comenzar la cuesta nos desviamos a la izquierda. Tras ascender una rampa larga y empinada seguimos por una pista ancha y de buen firme que atraviesa una zona con encinas.


Unos kilómetros más adelante descendimos hasta que cruzamos por un puente un pequeño arroyo, enseguida comenzó una subida y no mucho después giramos a la izquierda para continuar por un camino más estrecho. Pronto aparecieron vallas hechas de lajas de pizarra hincadas en la tierra.


Unos cinco kilómetros después de salir de Riofrío comenzamos a descender hacia Bercianos de Aliste. Antes de comenzar el pueblo llamó nuestra atención la figura de un cofrade de la procesión que se celebra cada Viernes Santo en esta localidad. 


Pasamos junto a la iglesia, descendimos por varias callejuelas hasta llegar a una calle más ancha que nos llevó hasta la salida del pueblo.


Este termina antes del río Aliste. Al llegar junto a él lo cruzamos por un puente. En ese momento comenzamos un precioso recorrido, ya conocido por nosotros en sentido inverso, por la ribera del río que da nombre a la comarca.


Comenzamos este recorrido, homologado y marcado con señalización IMBA, por una zona en la que el verde lo había invadido todo, incluso el camino, apenas se percibían dos roderas. A esas alturas la niebla alta persistía y le restaba colorido al paisaje. La temperatura era ideal para rodar en bici, entre 10 y 11º. 


Más adelante continuamos por el camino, ya de tierra, cubierto por las hojas caídas de los robles y castaños que lo flanqueaban. No podía ser más bonito.
 

Tras dos pequeñas subidas y sus correspondiente bajadas, y poco más de tres kilómetros desde que dejamos atrás Bercianos de Aliste, llegamos a San Vicente de la Cabeza. En ambos pueblos pudimos contemplar preciosas casas de piedra en las que esta fue colocada con primor.


Cruzamos esta localidad por su calle principal y continuando esta llegamos a sus últimos edificios.


De nuevo volvimos a rodar sobre un manto de hojas y restos de pellizos de castañas. Y seguíamos disfrutando muchísimo de todo lo que estábamos viendo en este tramo paralelo al río.


Poco después de salir del pueblo nos dimos cuenta de que nos habíamos desviado del track, pero no nos importó porque veíamos que seguíamos en paralelo al río, pero algo separados de él. Más adelante vimos una bajada a nuestra derecha que conducía a ese, y hacia allí fuimos.


Era importante no pasarnos de ese punto porque sabíamos que teníamos que cruzar al otro lado del río y no hay muchos puentes, pero allí había uno, por el que pasamos hacia la otra orilla. 


Continuamos por la otra margen y no tardamos en encontrar un nuevo camino que nos debió engatusar porque, poco después, nos percibimos de que el de nuestros GPS iba en paralelo pero a nuestra izquierda. Como vimos que este era mejor seguimos por él hasta llegar a una carretera. 


Nos incorporamos al asfalto hacia la izquierda y enseguida nos reencontramos con el track. Cruzamos un puente y entramos en la localidad de Palazuelo de las Cuevas.


De nuevo al otro lado del río tuvimos que ascender una cuesta pronunciada para llegar al centro del pueblo, pero no terminó allí, porque seguimos ascendiendo hasta el final de la localidad.


Realmente para dejar atrás Palazuelo tuvimos que continuar subiendo un trecho más. Después atravesamos una zona con poca vegetación, probablemente porque en ese punto el camino iba algo más alejado de la ribera del río.


Pero no tardaron en aparecer de nuevo los robles, los castaños, los carrascos y las escobas. Y la subida seguía sin terminar. Es cierto que era suave, pero no dejábamos de ganar metros de altura. 


Al llegar al punto más alto pudimos contemplar la siguiente localidad que íbamos a encontrar a nuestro paso, Las Torres de Aliste, que pronto se llamará La Torre de Aliste porque el Ayuntamiento de Mahíde, al que pertenece, así lo ha solicitado para recuperar el nombre original y popular del pueblo. 


Pero antes de llegar a él tuvimos que realizar un descenso largo desde el que pudimos contemplar una imagen inusual del río, ya que hasta hace poco toda la ladera esta copada de árboles que impedían verlo.


Terminó la cuesta junto al río y casi a su misma altura por lo que el camino hacía las mismas caprichosas curvas que la corriente de agua. Después de una de esas curvas nos encontramos con un bonito molino.


Justo antes de entrar en La Torre de Aliste (nosotros ya hemos aprobado su solicitud) cruzamos de nuevo al otro lado del río por un puente y nos despedimos de él porque ahí terminó nuestro periplo por su ribera.


Rodamos por un calle que pronto comenzó a subir y subiendo dejamos atrás las últimas construcciones de la localidad. 


En esos momentos la niebla alta por fin había desaparecido y había dejado un cielo cubierto con alguna zona de claros que, en ciertos momentos, dejaban colar algunos rayos de sol, como ocurrió al pasar junto a esta vivienda situada cerca de La Torre. 


El camino por el que estábamos rodando era muy bueno pero el ascenso era constante, suave, pero persistente.


Poco a poco fuimos entrando en una gran llanura en la que solo vimos a ambos lados hierba alta seca, algunas escobas y pequeños árboles quemados.



Era un paisaje extraño pero enseguida comprendimos por qué. La razón no era otra que toda esa zona contenía muchos pinos, que fueron devorados por las llamas en el incendio del verano de 2022. Ahora ya no estaban erguidos y verdes junto al camino y rellenando la llanura, sino muertos y apilados en  horizontal en grandes montones que íbamos encontrando cada poco.


Unos cuatro kilómetros después de dejar atrás el río Aliste cambiamos de dirección, hacia la derecha. Enseguida nos encontramos con dos montones gigantes de más pinos esperando ser cargados en camiones.



Poco después volvimos a cambiar de dirección, esta vez hacia la izquierda, para pasar bajo la vía del tren.


Enseguida, nada más salir del puente, giramos a la derecha para continuar por un camino trazado en paralelo a la vía férrea, pero solo rodamos por él unos quinientos metros. Transcurridos estos cambiamos de dirección, hacia la izquierda, iniciando un camino que nos sumergiría por completo en la Sierra de la Culebra. 


El camino estaba bueno hasta llegar hasta un apilamiento de pinos. Pasado este tan solo había dos roderas y no muy marcadas. Por el lado izquierdo estaba flanqueado por pinos quemados. Si nos dio mucha pena ver los pinos apilados, más pena aún daba verlos enhiestos pero sin vida, teñidos de negro y desnudos.  


Todo empezó a complicarse enseguida, porque muchos de esos pinos inertes habían sido tumbados por el viento y obstaculizaban el camino. Primero fueron dos o tres y teníamos que pasar las bicis por encima.


Unos metros más adelante fueron cinco o seis en un espacio de 50 metros. Recorríamos cien o doscientos metros y de nuevo nos teníamos que bajar de las bicis para pasar por encima de más pinos.


Además, el firme del camino estaba repleto de piedras que dificultaban la rodadura y hacían más costoso el ascenso, sobre todo para la bici muscular de uno de los bikers. Y por si fuera poco, había zonas en las que las escobas casi habían cerrado dicho camino.


No fuimos contando las veces que tuvimos que apearnos de la bici para pasarla por encima de algún pino, pero fueron no menos de quince. Para compensar, en un momento de la subida el biker que iba el primero vio como se cruzaban por delante de él dos corzos.


Esta subida infernal de tan solo 3 kilómetros nos llevó casi una hora y cuarto. Terminó con un giro cerrado a la derecha, entrando en un camino que no era muy bueno, pero que nos pareció una autopista. Además, casi llano.


Poco después tuvimos que realizar un pequeño ascenso entre unas rocas enormes muy propias de las cimas que componen la Sierra de la Culebra.


Tras ese paso giramos a la derecha y nos encontramos al mirar hacia la izquierda esta maravillosa vista desde la que pudimos contemplar Villardeciervos, el embalse de Valparaíso, Cional y, al fondo, la Sierra la Cabrera. 


Realizamos poco más adelante un vertiginoso descenso que nos llevó a una campa donde se almacenan miles y miles de troncos de pinos.


Al final de esta giramos a la derecha. Pasamos junto a una máquina que vista en la imagen parece grande, pero es que era enorme, cualquiera de sus ruedas era más alta que uno de nosotros.


Ese giro nos metió en una espectacular y larga bajada que nos llevó a recorrer el valle a velocidades cercanas a los 60 km/h sin tocar los pedales. De algún modo tenía que haber compensación a los 9 km de subida que habíamos realizado desde La Torre de Aliste hasta que tocamos cima.


Todo lo que ahora veíamos verde por las escobas que lo pueblan, hasta hace poco más de dos años era un cerrado bosque de pinos. Ahora las laderas están prácticamente peladas, parecen enfermas. Y faltan tantos y tantos años para que recobren aquel aspecto... Eso sí, aprovechando el incendio, esperamos que la repoblación sea con especies propias de la zona, no pinos.

Después de recorrer un buen trecho volvimos a pasar por una hilera de más pinos talados, la más larga de todas las que vimos.


Bajamos ininterrumpidamente unos seis kilómetros, tras los cuales hicimos una curva muy abierta hacia la derecha y enseguida un desvío muy cerrado hacia la izquierda, cambiando así de camino. Tocó ascender unos quinientos metros pero, como suele pasar, una bajada vino a continuación.


Hubo un último ascenso, suave y no muy largo, que, al concluir, ya nos permitió ver Sarracín de Aliste. 


El tramo hasta la entrada del pueblo lo hicimos enseguida. Pasamos bajo la carretera por un pequeño túnel, seguimos por un camino que encontramos a nuestra izquierda que ya nos metió de lleno en el pueblo. Recorrimos parte de su calle principal y terminamos saliendo a la carretera. 


Continuamos unas decenas de metros por ella y llegamos al restaurante donde teníamos aparcados los coches. Eran casi las 14.30, así que cargamos las bicis y nos fuimos a comer. Durante la comida acordamos que, a pesar del tramo de los árboles caídos, la ruta nos había encantado y había merecido la pena.



Para descargar la ruta, haz clic en el logo de Wikiloc.

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