El otoño transforma el paisaje de la mayoría de los bosques, pero especialmente el de los hayedos. Durante esta época se tiñen de todas las variedades de amarillos y ocres y, sin duda, es el mejor momento para disfrutarlos. Como lo hemos hecho hoy junto a la localidad berciana de Busmayor.
El único pero que le hemos puesto a esta ruta de senderismo es que está algo alejada de Zamora. De hecho, hay que recorrer más de 240 km, o lo que viene a ser lo mismo, casi 3 horas de viaje. Por ello salimos de nuestra ciudad a las 8.00 h. El cielo no podía estar más limpio y la temperatura más agradable, dos buenas premisas para disfrutar del día.
Llegamos a Busmayor uno minutos antes de las 11. Dejamos el coche en el aparcamiento del bar (está indicado), si bien también se puede dejar en la plaza del pueblo. Iniciamos la ruta saliendo a la calle principal y dirigiéndonos hacia la derecha. Al terminar el pueblo hay un panel informativo sobre los hayedos. Unos cientos de metros más adelante nos encontramos con otro panel informativo sobre la ruta y con el cartel que indica su comienzo.
Desde que dejamos atrás las últimas viviendas de la localidad fuimos ascendiendo ligeramente. A nuestra izquierda, en la montaña, pudimos ver claramente las manchas ocres de las hayas destacando entre el resto de arbolado.
Como medio kilómetro después de iniciar la ruta sale a nuestra izquierda el camino a seguir, un sendero estrecho flanqueado de hierba. Pero antes de continuar con el relato decir que, aunque la ruta está planteada para hacerla como la hicimos nosotros, yo recomendaría hacerla en sentido contrario porque así lo más bonito quedará para el final. En ese caso no habría que coger ese senderito, sino continuar recto.
Una vez recorridos otros quinientos metros nos encontramos con la primera cascada. En realidad desde allí solo se ve una parte de ella, porque el agua cae desde mucho más arriba y sigue deslizando hasta mucho más abajo.
Ascendemos casi en paralelo a la cascada por una especie de escalinata de piedra y por un empinado sendero que nos permite ir disfrutando de la caída de agua. Enseguida llegamos a otra zona en la que el agua sigue fluyendo por todas partes.
Avanzamos hacia la derecha, alejándonos ligeramente del camino para disfrutar de ver cómo el agua caía, prácticamente, por toda una pared de piedra.
Volvimos a tomar el camino y poco después nos encontramos el el sendero multitud de piedras revestidas de verde contrastando con el manto ocre que cubre el suelo.
Poco después vimos un indicador que anuncia la Cova da Raposa. Nos volvimos a alejar de la senda para visitar la cueva.
Recorrimos unos cien metros y nos encontramos con una gran roca con una cavidad en su parte inferior. Nos pareció que no merecía mucho la pena el desvío salvo por ver todo el recubrimiento vegetal de la enorme piedra.
Volvimos al cartel indicador y seguimos con nuestro recorrido. Si hasta ese momento nos habíamos encontrado con algunas hayas entre otro tipo de arbolado, en esta zona nos damos de bruces con el hayedo en estado puro.
Aunque había muchas hojas aún en sus ramas, había gran cantidad ya cubriendo la totalidad del suelo. La luz que penetraba en el bosque, tamizada por los amarillos y ocres de las hojas, tenía también esos mismos tonos.
Continuamos avanzando y no mucho después nos encontramos con la llamada Piedra de los Poetas.
En este lugar, desde hace 16 años, por iniciativa de la escritora natural de la localidad, Carmen Busmayor, un día de verano varios poetas realizan un recital de poesía denominado Versos en el Hayedo. Dicha escritora cuenta con un busto y una placa en el pueblo.
Seguimos atravesando el hayedo hasta que, con cierta pena, llegamos a su fin.
Al terminar ese la ruta continúa por un camino con una inclinación considerable. A ambos lados encontramos escobas, brezo, algunos negrillos y más arriba con una larga hilera de acebos, algunos de ellos lleno de las típicas bayas rojas.
Después de este tramo ascendente que nos hizo sudar, comenzamos a descender. Enseguida pudimos sentir una gran alegría al comprobar que volvíamos a entrar a otro hayedo.
Si bien no parecía tan grande en extensión como el primero, sí podemos asegurar que estaba tan bonito como aquel. Además, en este penetraba algo el sol generando así más contrastes.
No tardamos en comprobar que el agua también estaba presente en este, primero viendo un riachuelo abriéndose paso entre el bosque.
Y a su lado, cómo otra corriente de agua más pequeña dejaba caer con fuerza este líquido tan preciado y tan necesario para la existencia de las hayas.
Continuamos avanzando y no mucho después nos encontramos con un indicador que nos informa de que a 150 m hay otra "frevencia" (cascada). Esta nos pareció también espectacular porque tenía como dos alturas. En la superior es más ancha.
En la inferior más estrecha. Y en conjunto una preciosidad.
Aunque la Senda do Faxeiral está bastante señalizada, hay en algunos momentos en los que el caminante puede dudar de hacia donde seguir. A nosotros nos resolvió las dudas el llevar la ruta descargada en una aplicación para móvil (Wikiloc, Komoot, IGN, etc.).
Dejamos atrás la cascada continuando por un sendero cubierto por la hojarasca y adornado, como hasta ahora, con rocas cubiertas de musgo.
Más adelante hubo que ascender algo más para después recorrer un tramo con mucho barro, lo que nos obligó a saltar la pared de piedra e ir por el otro lado de esta (ya había camino marcado, así que no éramos los primeros).
Poco después el camino abandona el bosque cerrado y, entre la vegetación, pudimos contemplar las laderas de las montañas cercanas.
También pudimos contemplar a algunas de las responsables de que haya tantos prados en tan buen estado, que da gusto verlos.
Aún la senda nos ofreció alguna sorpresa más, porque tuvimos que atravesar un trecho con mucha vegetación y muy bonito.
Cuando comenzamos el descenso hacia Busmayor vimos junto al camino un cartel que indicaba Cueva Meiga de Cima. Para ir hacia ella nos desviamos a la izquierda y ascendimos unas decenas de metros, encontrando una roca con un orificio. Con la ayuda de la luz del móvil entramos hasta el final de la cueva.
Regresamos al camino y poco más adelante el sendero se estrecha y hay que caminar por lo que parece un pequeño cauce por donde baja el agua en época de deshielo o de muchas lluvias.
Después va ganando en importancia y se convierte en un camino de hierba por el que recorrimos otro trecho.
Este se une más adelante con una pista más ancha por la que tuvimos que recorrer cuesta abajo como un kilómetro y medio hasta llegar a la entrada del pueblo.
Pero antes de encontrarnos con el camino por el que iniciamos la ruta, vimos un espacio muy coqueto en el que se puede hacer un descanso para tomar un tentempié o directamente comer.
También antes de llegar a Busmayor, junto al camino, a nuestra izquierda, podremos ver una fuente.
Finalmente, tras salir de una curva del camino, ya pudimos contemplar el pueblo.
Al llegar no lo dudamos, nos dirigimos al bar, que cuenta con una terraza entre sol y sombra donde fue un auténtico placer degustar una cervecita con unas aceitunas. La pena fue no saber con antelación que en él servían comidas caseras y habíamos reservado para comer en Camponaraya. El local se llama
La cantina de Busmayor y también preparan picnics. Además, no tienen horario de cocina para facilitar todo al caminante. La próxima vez que volvamos al hayedo, porque habrá una segunda vez, comeremos allí, sin duda.
Para descargar la ruta, haz clic en el logo de Wikiloc.
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