10 de octubre de 2024

Miradores de Picote (Portugal)

El río Duero comienza a encañonarse poco después de su paso por Zamora capital y así continúa cuando hace frontera entre nuestro país y Portugal. Como pensamos que las lluvias de los días anteriores habrían llenado de barro los caminos decidimos cambiar las bicis por calzado de caminar para disfrutar de algunas de esas vistas del Duero desde la orilla portuguesa.

También había otra excusa para cruzar la frontera del país vecino, y era que en Vimioso se iba a llevar a cabo la primera jornada de King of Portugal, una prueba de vehiculos 4x4 de distintas categorías. Para combinar ambas actividades nuestra intención fue solo ver los coches en el paddock y saliendo hacia la etapa prólogo.

Para lograrlo no tuvimos que madrugar mucho porque los husos horarios jugaban a nuestro favor, así que se produjo el milagro de salir de Zamora a las 9.15 y llegar a Vimioso a la misma hora después de haber recorrido unos 80 kilómetros. 

Allí mos conseguimos ver algunos vehículos antes de la salida. Nos llamó especialmente la atención la altura de algunos de ellos, la distancia al suelo y el bramar de los motores de más de uno. Sin duda porque los motores cubicaban grandes cifras.


Poco después caminamos unos cientos de metros para dirigirnos a la calle donde se iban agrupando en fila los coches de las distintas categorías. Allí los pudimos contemplar más de cerca y cuando nos pareció nos fuimos a tomar un café, escogiendo para ello un bar por delante del que tenían que pasar todos los participantes en cuanto se diera la salida.

Una vez que tomamos el café y vimos pasar los 4x4, nos montamos en el coche para dirigirnos a la localidad de Picote, distante 38 kilómetros. El trayecto nos llevó algo más de media hora. Al llegar a esta localidad aparcamos en una placita junto a la iglesia e iniciamos nuestra ruta.

Lo primero que hicimos fue dirigirnos hacia el Miradouro da Fragua do Puio. Antes de llegar pasamos por otra plaza, esta con un bonito templete.


Este es un precioso mirador que se inicia en un promontorio de roca y cuyo tramo final es un voladizo de cristal. 


Y si bonito es el mirador mucho más lo son las vistas del meandro del Duero que se puede contemplar en plenos Arribes (la otra orilla está a la altura de Pinilla de Fermoselle).


Después de contemplar durante unos minutos las vistas y de realizar un buen número de fotos continuamos nuestra marcha. Volvimos sobre nuestros pasos un pequeño tramo y comenzamos por un camino sinuoso y descendente, rodeado de terrazas con olivos.


En gran parte de ese tramo fuimos contemplando unas estupendas vistas del cañón por el que discurre el río, eso sí, cuanto más avanzábamos, más cerca veíamos sus aguas.


La ruta que habíamos diseñado, al llegar a un cruce descendía bastante más pero nos dimos cuenta de que no era necesario seguir bajando porque las vistas no iban a ser mejores, así que evitamos esa subida y ese ascenso, y continuamos recto. Aún continuamos perdiendo metros de altitud durante unos cientos de metros más. 

Después nos enfrentamos a un trecho casi plano, con suaves pendientes en uno y otro sentido. Eso sí, por los laterales seguíamos estando rodeados de olivos, en este tiempo cargados de aceitunas, aún muy verdes, pero de un buen tamaño. 

El siguiente tramos fue de una subida larga, llevábamos recorridos algo más de dos kilómetros y tuvimos que recorrer como un kilómetro y setecientos metros ascendiendo. Aunque había algunas nubes el sol tenía fuerza en las zonas en las que había brigada, así que íbamos sudando. Pero eso no nos impidió ir disfrutando de todo lo que veíamos, bonitas paredes de piedra delimitando las fincas.



Si este es bonito mucho más lo son las vistas que podemos contemplar desde él, un meandro muy cerrado del Duero en plenos Arribes.

Poco antes de culminar do  la subida empezamos a encontrar parcelas con viñas, algunas abandonadas, pero muchas de ellas en pleno rendimiento.


Realmente el ascenso terminó cuando llegamos a la carretera que va de Picote a Berrocal do Douro. Cruzamos esta y continuamos por el camino que teníamos en frente. 

Justo al otro lado de la carretera comenzamos a recorrer un tramo muy bonito, un camino rodeado de paredes y flanqueado, mayoritariamente, por robles, aunque también vimos algún negrillo. 



En algún tramo pudimos cerciorarnos de que el otoño ya ha llegado. 


Este bonito recorrido que se inició en el cruce de la carretera se alargó algo más de un kilómetro y medio. Transcurrida esta distancia llegamos a un punto por el que tendríamos que pasar a la vuelta. Era un cruce de caminos en el que había una bonita fuente de piedra, unas larguísimos mesas de piedra y dos barbacoas.


Continuamos recto unos cientos de metros más, hasta que encontramos a nuestra derecha un camino en el que indicaba Miradouro do Cabecito da Vinha. A cien metros estaba la pequeña Capela de Santo Albino. 


Nos desilusionó algo no encontrar un mirador como tal. Al trazar la ruta la habíamos llevado hasta allí por disfrutar de las vistas desde ese mirador y, de paso, ver la ermita. Pensábamos que iba a poderse contemplar el Duero desde él, a pesar de que sabíamos que estaba algo lejos, pero allí no había un mirador como tal, tan solo vistas de las viñas cercanas. 


Después de hacernos una foto los tres senderistas delante de la capillita, iniciamos el camino de vuelta, desandando el camino hasta la zona de los bancos y las barbacoas.


Por delante teníamos algo menos de cuatro kilómetros, una gran parte de ellos de suave descenso hasta la localidad de Picote. El paisaje continuó siendo bonito.



En el último trecho, los árboles fueron desapareciendo, dejando paso a huertos con viñas y varios con calabazas.

Ya con el pueblo a la vista hubo un pequeño descenso más acusado que nos llevó prácticamente hasta la entrada de Picote. En ese punto nos topamos con una bonita fuente de piedra.


Enseguida llegamos a una carretera, la cruzamos y continuamos recto hacia la iglesia. Al llegar nos subimos al coche y nos dirigimos a Miranda para comer allí en el Restaurante Jordao. Después de la comida bajamos al Parque del río Fresno, donde hay un chiringuito que es un lugar estupendo para disfrutar del sol y de tranquilidad junto a las aguas del río. Tras ese rato de mucha paz iniciamos el regreso a Zamora, eso sí, los husos horarios hicieron que tardáramos casi dos horas en un trayecto de menos de una hora. ¡Cosas de brujas!


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