7 de diciembre de 2025

El Mirador Cresta del Gallo y mucho más

Un día más el viento marcó la dirección de nuestra ruta. Iba a soplar fuerte del Suroeste y con esa dirección planificamos el recorrido de hoy, que nos llevó, en primer lugar a las cercanías de Carrascal, donde encontramos un mirador desconocido para todos nosotros. A mayores hicimos mucho más kilómetros por zonas bonitas y, además, sin mojarnos y con poco barro. Más no se puede pedir.

Este Domingo volvió a haber muchas faltas en el grupo y tan solo cuatro bikers habíamos confirmado nuestra presencia. A las 9.30 h iniciamos la ruta desde el lugar habitual. Nos acompañaba un cielo triste y gris, viento pero eso sí, una temperatura muy agradable para ser diciembre: 10 grados. 

Cruzamos el Puente de Hierro y giramos a la derecha para dirigirnos a San Frontis. Coronado el alto de este barrio con el corazón acelerado y poco aliento porque siempre esa subida nos coge fríos, dejamos atrás Zamora continuando por el asfalto, en concreto por la vía de servicio con la que cuenta la carretera de Bermillo de Sayago, pero solo unos cientos de metros porque enseguida un giro a la derecha nos sacó de esa para introducirnos en un camino que va a Carrascal. 

Recorrimos por él unos tres kilómetros en los que disfrutamos de dos bajadas y un tramo llano entre medias. Aunque el viento molestaba para escucharnos aprovechamos ese tramo tranquilo para ir charlando y ponernos al día. 

Tras esos tres kilómetros  dejamos esta pista para tomar un sendero después de girar noventa grados a la izquierda. Comenzamos subiendo una rampa de cierta dureza, se suavizó cuando pasamos por el borde de una tierra en la que se han comido el camino que existía arando hasta el mismo borde. 


Continuamos ascendiendo y al llegar a un páramo nos paró un cazador que, de primeras, nos habló en tono amenazante y hasta nos llamó sinvergüenzas. Lo calmamos y nos pidió perdón por haber perdido los papeles, pero afirmaba que no podíamos ir por allí, que eran fincas privadas. Que él sí podía por pertenecer al Coto de Carrascal. Nosotros le dijimos que creíamos que no era así, que pensábamos que eran caminos de servidumbre, aunque él sostenía que servidumbre solo para los dueños de las fincas. También le dijimos que hacía años que pasábamos por ese sendero y que nunca nadie nos había dicho nada. Finalmente, nos despedimos sin tener claro quién tenía la razón. Trataremos de averiguarlo.

Continuamos por el sinuoso sendero que va bordeando un promontorio cuyo pico más alto se llama Cabeza Falcón. Desde el propio sendero hay muy buenas vistas de todo el valle que se abre a sus pies. 


El recorrido tiene casi tres kilómetros de longitud y se termina al llegar al Campo de Tiro de Las Llamas, desde donde se desciende hacia el valle por una cuesta con el terreno algo roto. 

Una vez en él continuamos por un camino, en algunas zonas muy poco marcado, que discurre en paralelo al cauce del Arroyo del Perdigón en un primer tramo. Después se va separando de él para terminar empalmando con el mismo camino del que nos habíamos desviado anteriormente y que va a Carrascal.

Poco más de tres kilómetros después de haber dejado atrás la zona de Las Chanas entrábamos en el barrio zamorano de Carrascal, un atípico barrio porque lo separan de la capital ocho kilómetros. 

Ya en sus calles nos dirigimos a un pequeño mirador que hay con vistas al cercano río Duero. Desde él pudimos observar el propio río y algunas de las huertas que hay en su vega.


Nos alejamos del mirador recorriendo algunas de las calles y terminamos en la plaza, donde se encuentra la iglesia de la Asunción, un edificio sencillo construido entre los siglos XVI y XVIII.

Nos alejamos de Carrascal dejando el río a nuestras espaldas, si bien no tardamos en girar a la derecha y poco después al lado contrario, iniciando un descenso como de un kilómetro con una pronunciada curva hacia la mitad. 

Esa curva nos enfocó directamente hacia el río. Al llegar junto a él en el camino se transformó la tierra en hierba, giró a la izquierda y comenzamos a rodar en paralelo a sus aguas. Estábamos entrando en el paraje llamado "Las Pajarrancas".

Rodamos prácticamente en llano junto al río poco más de trescientos metros. Tras ellos el camino se convirtió en un senderito y comenzó a ascender por una ladera. 


La subida, muy inclinada y con algunas losas de pizarra y piedras hizo que en varios momentos tuviéramos que poner el pie en tierra.


Pero no nos importó mucho porque si mirábamos a nuestra derecha o hacia atrás, con la ganancia de altura habíamos logrado una bonita vista del río. 


Terminada la subida las vistas seguían siendo una pasada porque se podía ver un buen tramo del Duero. Pero el camino continuaba y seguimos por él, descendiendo ahora ligeramente.

Poco más de cien metros de bajada nos llevaron a un saliente de rocas llamado el Mirador Cresta del Gallo, también con muy buenas vistas del río, aunque más limitadas hacia la izquierda por un meandro del mismo.



Después de unos minutos allí rodamos por el mismo camino que nos había llevado hasta el mirador unos cien metros para después continuar hacia la derecha por un sendero con algunas pequeñas ondulaciones. Medio kilómetro más adelante desembocamos en un camino en toda regla y continuamos recto hasta llegar, como un kilómetro más adelante a otro, al que nos incorporamos hacia la derecha. Este no era sino el que va desde Carrascal hacia la Dehesa de Congosta. Por él descendimos para compensar lo que habíamos subido desde el mirador. 

Después de la bajada terminamos rodando de nuevo junto al cauce del río. En esos momentos el cielo parecía querer mostrarnos tímidamente su azul, si bien fue un espejismo que tan solo duró unos minutos.

Recorridos casi tres kilómetros por este camino nos situamos bajo la Casa Rural Congosta. Allí estábamos casi a la misma altura del río. Un espacio sin arbolado nos permitió verlo con algo de color gracias al sol que parecía querer abrirse paso.

Pocos metros después iniciamos la dura subida llamada popularmente "La Carva", aunque su verdadero nombre es "La Chiquita". Para que nos hagamos una idea es un kilómetro y medio de ascenso en el que se ganan 140 metros de altitud.

Como siempre hacemos en este tipo de subidas, cada uno la fue haciendo a su ritmo y nos juntamos, poco antes de terminarla, junto a una cancela por la que se sale de la dehesa. Después de esta el ascenso continúa pero algo más suavizado.


Finalmente, salimos a un camino por el que continuamos casi un kilómetro hacia la izquierda, como si nos dirigiéramos a San Román de los Infantes.

Recorrido ese tramo llegamos a la carretera que va a esa localidad. Seguimos por ella en dirección contraria al pueblo. Unos cientos de metros después debíamos desviarnos a la izquierda pero el camino tenía una cancela cerrada con un candado. No nos tocó otra que continuar por el asfalto hasta encontrar una alternativa. 

Alternativa que no apareció porque todos los caminos que partían hacia la izquierda tenían cancela, así que, finalmente, recorrimos por el recién estrenado asfalto, cuatro kilómetros. 

Al llegar a la carretera de Bermillo seguimos por ella en dirección Zamora, pero tan solo quinientos metros. Tras estos nos desviamos ligeramente a la derecha por un camino asfaltado que va hacia el Centro Hípico Equus Duri. Pasamos junto a este y continuamos recto. El asfalto dio paso a tierra y poco más adelante la tierra se convirtió en hierba porque el camino daba muestras de apenas estar transitado.

Enseguida llegamos a lo que, prácticamente, son los restos de un puente. Se trataba del Puente Judiez, que sirve para cruzar la Rivera de Campeán, y que se encontraba en la vía romana que unía Ocellum (Zamora) con Bletisama (Ledesma). Ahora se encuentra en estado de ruina, con mucha maleza alrededor.


Desde el puente seguimos recto unos dos kilómetros en los que tuvimos que rodar por un camino con mucha vegetación y con varias roderas paralelas que dificultaban nuestra trayectoria y nos obligaban a extremar las precauciones para no caernos. Afortunadamente, solo había barro en determinadas zonas y casi siempre era evitable.


Terminó este tramo cuando salimos al GR-14, que nos pareció una gran autopista, no solo por el firme, sino también porque el viento nos empujaba y daba gusto rodar. Solo había que tener cuidado con las zonas de barro, que no eran muchas y, casi siempre, se podían eludir bordeándolas. 


Por el GR-14 describimos una ele por la que recorrimos dos kilómetros hasta llegar a la localidad de Tardobispo. Hicimos un recorrido por sus calles diferente al habitual, si bien terminamos junto a la iglesia, de origen románico, pero con muchas partes construidas en los siglos XV y XVII.


Dejando el templo a la derecha seguimos de frente y, al salir del pueblo, giramos a la izquierda para comenzar a rodar por un camino en el que pasamos algo de miedo a encontrarnos el temible barro "botijero". Y es que veíamos cada poco las roderas de los tractores muy marcadas como si el terreno estuviera blando pero lo cierto es que estaba algo duro y manchamos poco más que las ruedas.


Recorrimos unos cuatro kilómetros en los que cambiamos varias veces de dirección. Cada giro nos hacía temer que variara el tipo de tierra y pudiera aparecer ese barro tan asqueroso que podría arruinarnos la mañana. 

Por suerte fuimos librando y, recorridos esos kilómetros, llegamos a las cercanías de Entrala. El camino nos llevó hasta la carretera de Ledesma, nos incorporamos a ella hacia la derecha y unos cientos de metros más adelante la abandonamos para seguir por un camino que salía a nuestra izquierda. Este nos llevó hasta la salida del pueblo. Giramos a la izquierda y entramos en él. Pasamos junto a un mural decorado con una máquina de tren y enseguida giramos a la derecha para continuar por una calle del pueblo.


Esta, después de algunos cambios de dirección, nos llevó hasta la zona de bodegas y más adelante hacia el camino que va a La Yagona. Desde este nos incorporamos a la carretera local que une esta localidad con Morales del Vino. 

Un kilómetro más adelante comenzamos a rodar ya entre urbanizaciones del pueblo y así continuamos hasta llegar a la N-630. Junto a ella paramos para despedir a uno de los bikers, pero creímos que era oportuno decirle adiós recuperando líquidos, así que dedicamos unos minutos a dicha despedida/recuperación. 

Terminada esta ceremonia los tres restantes continuamos hacia Zamora, si bien antes pasamos junto a dos de los edificios más importantes del pueblo, el Ayuntamiento y la iglesia. 


La iglesia de La Asunción se construyó en la primera mitad del siglo XVI, si bien tiene partes construidas con posterioridad.

Podríamos haber regresado a Zamora por el itinerario habitual pero a estas alturas ya todo el mundo sabe que nos gusta hacer recorridos diferentes siempre que sea posible. Y así lo hicimos hoy porque dejamos atrás Morales por un camino que, prácticamente, va en paralelo a la Autovía Ruta de la Plata. 

Pasamos sobre ella a través de un viaducto y, al salir de este continuamos recto. En ese tramo, pensamos que para intentar dejarnos con buen sabor de boca, el sol hizo su aparición y tiñó todo de color, algo que echábamos de menos en esta mañana en blanco y negro. 


Este camino, que resultaba inédito para nosotros, nos llevó en un par de kilómetros desde el citado viaducto a la carretera de Fuentesaúco. Al llegar a ella la cruzamos y nos incorporamos al Carril Bici Interpueblos. Por él rodamos poco más de un kilómetro hasta llegar a la rotonda de Moraleja y Villaralbo. 


Seguimos por el trazado para las bicis hasta que este nos dejó en el camino asfaltado que indica y conduce a Zamora. Por él seguimos hacia la capital (con las indicaciones que tiene no hay pérdida) recorriendo unos dos kilómetros. Al llegar al puente de Cardenal Cisneros ascendimos las escalerillas y cruzamos el río por él. A estas alturas el sol había vuelto a desparecer entre las nubes.

Como ya estábamos hidratados, al terminar el puente cada uno puso rumbo a su domicilio. Este final no fue tan feliz como lo es habitualmente, pero otra hidratación al llegar habría sido ya vicio. 



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