"En torno" es un sinónimo de alrededor, de ahí el nombre dado hoy a la ruta que hemos realizado rodeando el río Aliste. Este, cuyo nombre probablemente se deba a la existencia de alisos en su orilla, es un afluente del Esla que atraviesa la comarca a la que da nombre, y también la Tierra de Alba, por donde hemos rodado hoy. En algunos de sus tramos en esta zona empieza a cobrar aspecto de embalse por influjo de la presa de Ricobayo.
Establecimos la salida para esta ruta en Muga de Alba. Salimos de Zamora a las 9.00 h cuatro bikers en dos coches. Paramos en Carbajales de Alba a tomar un café y unos minutos más tarde estábamos ya en nuestro destino. Aparcamos en la plaza en la que se encuentra la Taberna Rural La Pastrana, donde íbamos a comer.
Descargamos las bicis y nos preparamos para partir. Pasaban unos minutos de las 10.00 y hacía fresco, cinco grados. Bastantes nubes poblaban el cielo y el viento parecía inexistente en esos momentos.
Al comenzar a rodar pudimos ver a nuestro lado una fachada que es un compendio de la arquitectura rural de la zona, la piedra, la pizarra y la madera.
Desde la plaza nos dirigimos a la carretera que cruza el pueblo y después de unos metros por esta nos desviamos a la derecha para salir de Muga por la carretera de Losacio. Rodamos por ella unos quinientos metros tras los que giramos noventa grados a la izquierda para entrar en una pista ancha y de buen firme, salvo las zonas donde había barro.
El comienzo estaba resultando muy cómodo porque la tendencia del camino era ligeramente descendente y eso lo agradece el cuerpo cuando aún no ha entrado en calor. Después de tres kilómetros un giro a la izquierda nos introdujo en otro camino con la pendiente mucho más pronunciada y con buenas vistas de Losacino y del río Aliste. Este pequeño pueblecito llegó a vivir momentos mejores. En tiempos de Enrique IV fue cabeza del condado de Alba y Aliste.
Como es habitual, hicimos un recorrido por el pueblo. Pasamos junto a la iglesia de San Pelayo, que sustituyó a la anterior, afectada por el Embalse de Ricobayo, y continuamos de frente casi hasta el final del pueblo.
Después seguimos en sentido contrario por una calle paralela a la anterior, desde donde había unas vistas espectaculares del río y del Puente de Losacino. En esta misma calle nos desviamos ligeramente a la izquierda para descender precisamente hasta dicho puente.
Desde él se podía ver una buena panorámica del cauce del río, aún con poca agua. Puede acumular más cantidad, bien por las lluvias, bien porque suba el nivel de las aguas del embalse.
Al salir del puente continuamos recto y allí mismo comenzamos un ascenso por una zona muy bonita gracias a las encinas que pueblan las laderas.
Como medio kilómetro después comenzamos a ver a nuestra izquierda uno de los muchos meandros del río con una vista cenital preciosa.
A pesar de llevar aún pocos kilómetros nos pareció el lugar ideal para hacernos un selfie.
Continuamos subiendo otros quinientos metros más o menos y, en cuanto coronamos el alto, comenzamos a descender hacia el lecho del río.

Rodamos un rato a su lado y, cuando teníamos ya a la vista Vide de Alba y pensábamos que seguiríamos llaneando hasta llegar a él, el camino giró a la derecha y comenzamos una subida muy empinada que se nos hizo larga pese a tener unos quinientos metros.
Al terminar la cuesta un giro a la izquierda nos llevó a seguir de nuevo en paralelo al cauce del río, pero a mucho más altura. Poco después cambiamos de sentido hacia el lado contrario. Desde el nuevo camino pudimos ver de nuevo Vide de Alba.
Descendimos hasta llegar a la carretera que va hacia Tábara. Nos incorporamos a ella hacia la izqueirda y enseguida cruzamos el puente sobre el Aliste. Desde él también había una buena vista del pueblo.
Nada más terminar de cruzar el puente pasamos junto a una ermita que se encuentra en el alto de un pequeño teso.
Unos cien metros más adelante abandonamos la carretera para entrar a esta localidad en la que el tiempo se ha detenido y que conserva muchas edificaciones propias de la arquitectura tradicional de la zona.
Nos desviamos ligeramente de nuestro track para ver un pequeño puente sobre el Arroyo de Ramilo, que vimos como vertía sus aguas unos cientos de metros más allá al Río Aliste. Regresamos a nuestro track, recorrimos un par de calles y terminamos saliendo a la carretera de nuevo. La cruzamos y seguimos de frente. Al otro lado nos encontramos una rampa muy empinada y con el firme algo suelto que nos hizo sacar lo mejor de nosotros mismos.
El ascenso se prolongó más de un kilómetro si bien es cierto que después de los duros comienzos algo suavizó. Antes de terminar la subida realizamos un giro a la izquierda.
Y justo al culminarla comenzó la bajada, que se prolongó más o menos la misma distancia que la subida.
Durante esa bajada describimos dos curvas bastante cerradas. Después de la segunda el camino se estrechó, apareció más maleza por ambos lados e iniciamos otra subida.
Esta fue más larga que las anteriores, casi un kilómetro y medio de subida continuada, seguido de otro tanto en el que la tendencia era de ascenso aunque hubo alguna pequeña bajada entre medias.
Superados esos tres kilómetros llegó el momento de disfrutar de todo lo invertido en la subida y comenzamos a descender, y lo que viene a ser lo mismo, apenas tocar los pedales.
Después de un kilómetro y medio en el que nos cansamos poco el camino nos condujo hacia la izquierda y nos sumergimos en un precioso tramo con mucho arbolado, robles concretamente. Este lo recordábamos de haberlo hecho en sentido contrario en alguna (o más de una) de las marchas BTT "Arroz a la zamorana".
Terminó este tramo y los robes se cambiaron por encinas y entre las copas de algunas de ellas pudimos contemplar lo que queda en pie del Castillo de Alba y Aliste.
Las ruinas constan de algunas paredes y un torreón, pero llegó a tener otras tres más. Fue construido en el siglo XII sobre los restos de un antiguo castro vetón y en esa época perteneció a los Templarios. En el siglo XV pasó a ser señorío de Don Álvaro de Luna y fue reformado.
Continuamos avanzando, siempre con las ruinas a nuestra derecha, y poco más adelante llegamos a las primeras viviendas del pueblo casi homónimo del castillo: Castillo de Alba. Sobre una pared de piedra en la calle principal nos esperó pacientemente un gato negro. Después de estar unos segundos junto a él decidió cambiar de sitio pero, por suerte, no se nos cruzó.
Pocos metros más adelante llegamos a la plaza en la que se encuentra la iglesia, que es muy coqueta, pequeña, pero bien conservada y con encanto.
No nos demoramos mucho y enseguida retomamos el camino, continuando por la calle principal, una cuesta abajo que termina casi en el río.
Al llegar a las proximidades de este giramos ciento ochenta grados y comenzamos un ascenso corto (medio kilómetro) pero intenso. Terminó al llegar a la carretera que da acceso al pueblo. Nos unimos a ella hacia la izquierda unos quinientos metros con pequeños sube y bajas.
La abandonamos para continuar por la tierra, que es lo nuestro, después de un giro a la derecha y descendimos hacia el río/embalse (en esta zona el Aliste, por influencia del embalse, gana anchura).
Entramos así en una de las zonas más bonitas del recorrido en la que el camino va bordeando el cauce del río entre encinas centenarias y jaras que lo cubren todo.
Después de más de un kilómetro gozando por esa zona un giro de noventa grados a la derecha nos privó de la vista del río y, encima, endureció la subida que había empezado más suavemente al comenzar a rodar junto al Aliste.
Un giro a la derecha nos llevó a un mejor camino, pero no por ello dejamos de subir. Tras un kilómetro con el pulso y el corazón acelerados, cambiamos de dirección y nos enfrentamos a un par de pequeños sube y bajas. Después del segundo empezamos a disfrutar de lo lindo descendiendo, una vez más, hacia las aguas del río.
Más adelante, después de un par de giros, bajamos una cuesta muy empinada y con el terreno suelto. Terminó esta en un camino que bordea el cauce del río. Por él continuamos hasta llegar al Puente de Valdoradas.
Este se encuentra situado en la carretera que une Carbajales con Fonfría y es uno de los muchos que se construyeron para salvar el embalse tras las construcción de la presa de Ricobayo.
Al terminar el puente giramos a la derecha y seguimos por un camino llano, posiblemente el primero desde el comienzo de la ruta. Este va bordeando el cauce del embalse.
Pero como la alegría del pobre dura poco, poco más de un kilómetro después, un giro a la izquierda nos metió de lleno en una subida.
Y esa fue dura porque se prolongó durante un kilómetro y los porcentajes de ascensión en su primera mitad estaban en torno al dieciocho por ciento. En la segunda parte suavizó algo.
Pero después le sucedieron una serie de "uves" o pliegues que fueron un auténtico rompepiernas: a las fuertes pendientes de bajada le sucedían duras subidas y así una tras otra hasta completar un total de seis. Además, se había presentado un invitado que, lejos de ayudar, se puso en nuestra contra: el viento. Soplaba del sur, fuerte en esos momentos. Nos daba de costado y aún así percibíamos claramente lo que nos frenaba.
Tras unos seis kilómetros la sexta bajada nos condujo hasta la localidad de Manzanal del Barco, que ya veíamos en el horizonte.
Descendimos hasta la iglesia de San Torcuato, pasamos por detrás y desde allí fuimos en busca de la salida del pueblo.
Nuestro track nos llevó hasta la carretera, por la que continuamos no llegó ni a medio kilómetro, hasta poco más de terminarse las edificaciones del pueblo.
La abandonamos girando noventa grados a la derecha, comenzando allí mismo una cuesta de casi un kilómetro.
Volvíamos a estar en el mismo escenario que hacía unos minutos y volvieron a aparecer pliegues, si bien es cierto que no tan pronunciados como los anteriores.
Teniendo ya a Carbajales de Alba a la vista, descendimos hacia una pequeña vaguada, pero provocó que desde allí hasta el pueblo nos enfrentáramos a una subida tendida. Antes de llegar pasamos junto a un rebaño de ovejas y varios mastines comenzaron a caminar hacia nuestro camino y a ladrar. Entre nuestras voces y las del pastor los contuvimos. También entre Muga y Losacino tuvimos que chillar de lo lindo para ahuyentar a otros tres o cuatro.
Poco antes de entrar en esta localidad vimos a nuestra izquierda, en una pradera cerca del cementerio, un Calvario con tres cruces y unos bancos. Como nos pareció interesante nos acercamos a él.
Enseguida retomamos nuestro camino y entramos en Carbajales. Seguimos por la carretera hasta una pequeña plaza y allí giramos a la izquierda.
Instantes después entrábamos en la Plaza Mayor. Esta tiene grandes dimensiones y la iglesia de San Pedro. Llama la atención su tamaño. El reloj es del XVI, el cuerpo del XVIII y la torre del XIX, de ahí que aglutine diversos estilos.
Salimos de la plaza, callejeamos y terminamos saliendo del pueblo por un bonito sendero que va entre huertas delimitadas con paredes de piedra.
Como íbamos subiendo, poco después, mirando hacia atrás, pudimos ver una bonita panorámica de Carbajales.
El tramo de unos cuatro kilómetros entre esta localidad y Muga de Alba tuvo poca historia salvo que, de nuevo, tuvimos que enfrentarnos a cinco o seis pliegues del terreno, y que hacia la mitad del camino los mastines de un rebaño volvieron a tratar de entablar conversación con nosotros. Igual que ocurrió con el rebaño anterior, entre el pastor y nuestros gritos logramos salir indemnes.
Después de recorrer esas largas rectas adornadas con sube y bajas, un último descenso nos acercó a la localidad de Muga de Alba.
Ya con el pueblo y el final de ruta a la vista nos enfrentamos a la última subida de la mañana ( y fueron muchas, tantas que el perfil nos marcaba antes de salir 600 m de ascenso y estábamos rondando los 1000.
Cuando llegamos al lugar donde habíamos dejado los coches nos cambiamos, cargamos las bicis y pasamos a la
Taberna Rural La Pastrana bar a recuperar líquidos. Tras la recuperación pasamos al comedor donde comimos muy gusto. Después del café iniciamos el regreso a Zamora con muy buen sabor de boca, y no solo por la comida, sino por lo bonito que había sido la ruta.
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