Seguidamente cogimos el camino habitual que va a esa localidad pero donde normalmente se gira a la derecha nosotros lo hicimos a la izquierda por lo que nos alejamos de ella. Poco después tuvimos que echar el pie a tierra para poder cruzar la plataforma del AVE.
Continuamos por buenos caminos, si bien siempre en un ascenso leve pero continuo y pronto llegamos a las inmediaciones de Palomares.
Tras cambiar de dirección en varias intersecciones de caminos e innumerables subidas y bajadas llegamos a las inmediaciones de Andavías. Bordeamos las últimas casas del pueblo y proseguimos por un camino que es una recta, que hoy parecía infinita por el frío y la niebla, que pasa por delante del apeadero de esta localidad, un precioso edificio en ruinas por su abandono.
La recta continuó hasta Montamarta. Allí cruzamos un par de calles y tomamos dirección Zamora en paralelo a la N 630, salvo un par de pequeños giros, por otra recta más infinita que la anterior, plagada de toboganes, que nos llevó hasta Roales.
Desde esta localidad vinimos a Zamora por el carril bici primero y por la vía de servicio después, en busca de un bar que nos ofreciera un caldo calentito. Erramos en la elección y nos tuvimos que conformar con un café y un churro, pero al menos las manos y los pies volvieron a ser nuestros.
Finalmente por el carril bici y por las calles de La Horta volvimos al punto de partida. Al llegar comprobamos que, como siempre ocurre últimamente, no nos habíamos librado del barro.
A pesar del barro, de la niebla y el frío es una ruta, con cierta exigencia y no muchos kilómetros.
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