Como en esta ocasión solo podíamos acudir tres bikers a la cita, nos arreglamos para mover un solo coche, metimos una bici en el interior y las otras dos en el portabicis. La distancia desde Zamora a La Bóveda de Toro, donde íbamos a comenzar la ruta, es de poco más de 35 km, así que sobre las 10.00 h llegamos a la localidad. Aparcamos junto al Restaurante Los Rosales. Descargamos las bicis, nos pusimos todos los "atripechos", que en invierno son muchos y, una vez preparados, nos tomamos un café en el bar Rosvi, que está justo en frente de donde teníamos el coche.
Ya con el café con leche en el cuerpo iniciamos la ruta girando en el cruce de la gasolinera y tomando enseguida un camino que va en paralelo a una carretera.
Y se rodaba bien porque la pista no podía estar en mejores condiciones, lisa, ancha, seca... Eso sí, los primeros kilómetros se caracterizaron por tener una ligera ascensión, apenas se percibía pero notábamos que no íbamos con el pedaleo totalmente "redondo".
Así, sin mayores incidencias, recorrimos los nueve kilómetros que separan La Bóveda de Vadillo de la Guareña. Entramos en la localidad por una calle que nos llevó hasta la iglesia. La rodeamos y continuamos por otra que partía frente al templo para seguir explorando la localidad, como es preceptivo para nosotros.
Salimos de Vadillo cruzando la carretera ZA-602 y continuamos por un camino de frente, si bien enseguida giramos a la izquierda.
El cambio de dirección nos llevó en paralelo a la carretera que une Vadillo con Fuentelapeña, prácticamente una recta de casi tres kilómetros. Desde muy lejos ya pudimos divisar la torre de su grandiosa iglesia.
Cuando estábamos ya cerca de esta localidad giramos a la izquierda con dirección a la carretera. Nos incorporamos a ella pero enseguida nos desviamos hacia la derecha para entrar en el pueblo. Poco después volvimos a girar hacia el mismo lado para dirigirnos al cementerio, ya que allí se encuentra, junto a la ermita del Santísimo Cristo de Méjico, la tumba de Claudio Moyano, hijo ilustre de esta localidad, inaugurada con motivo del primer centenario de su muerte, el 7 de marzo de 1990, tal y como figura en el libro apoyado en el atril del mausoleo.
Claudio Moyano nació en Fuentelapeña y fue un político liberal que ostentó importantes cargos en su vida: Catedrático en la Universidad de Valladolid, de la que también llegó a ser Rector, Alcalde de la misma ciudad, Rector de la Universidad Central de Madrid, Senador del Reino, Diputado y Ministro de Fomento. Precisamente durante su etapa de ministro logró aprobar en 1857 la "Ley de Instrucción Pública", conocida como Ley Moyano, que reformó la enseñanza española y que estuvo vigente hasta 1970. En Zamora fue impulsor del ferrocarril y de las carreteras.
Como decíamos, la tumba está junto a la ermita del Santísimo Cristo de Méjico. La imagen que da nombre a la ermita, según la tradición, llegó a Fuentelapeña procedente de Méjico gracias a un hijo del pueblo que hizo las Américas. La transportaron en un carro de bueyes y al llegar al lugar donde está la ermita se pararon y no se movieron de allí por mucho que lo intentaron, por eso se erigió justo en ese lugar.
Una vez realizada esta parada cultural regresamos de nuevo al pueblo, rodeando la imponente iglesia de Santa María de los Caballeros. Es del siglo XVI, de estilo flamenco-renacentista. La torre es del siglo XIX porque la actual sustituyó a la primitiva, que estaba en mal estado.
La portada es de piedra, pero la mayor parte del resto del templo es de ladrillo.
Vista también la iglesia continuamos nuestra tournée por la localidad, saliendo de ella para ir hacia Cañizal, del que nos separaban unos once kilómetros.
Estos kilómetros no fueron pan comido porque entre una localidad y otra hay un camino de concentración estupendo pero está repleto de pliegues.
Hubo al menos ocho o nueve subidas y bajadas importantes, así que en las últimas ya teníamos ganas de que terminaran. Además, el viento, que era flojo pero lo íbamos percibiendo, no nos ayudaba nada.
El camino terminó desembocando en la carretera de Fuentesaúco, pero nosotros continuamos por un camino que partía en ese punto hacia la izquierda. Poco después pasamos bajo la llamada Autovía de Castilla y terminamos en la carretera que une Cañizal con Fuentelapeña. Seguimos por ella hasta una rotonda, tras ella seguimos recto y enseguida nos desviamos a la izquierda para descender hacia la parte baja del pueblo.
Como curiosidad, comentar que la iglesia se encuentra en un alto, y las laderas están repletas de entradas a bodegas particulares.
Descendimos hacia el centro y nos sorprendió un enorme regalo realizado con 8.600 botellas de plástico también.
Salimos de Cañizal subiendo y llevando prácticamente la misma dirección que cuando entramos en el pueblo. Poco después el camino realizaba una curva abierta tras la que se encontraba una larga recta rodeada de campos de cereales y alguna viña.
Como dos kilómetros después realizamos un giro de noventa grados a la izquierda y nos pusimos frente a otra recta de un kilómetro más que la anterior.
También en este tramo lo que íbamos viendo a ambos lados del camino nos encantó. Sin duda un claro ejemplo de la Meseta Castellana.
Finalmente, el camino hacía un giro a la derecha y nos permitió ver ya la localidad de Olmo de la Guareña.
Se trata de un pueblecito pequeño, pero cuenta con una iglesia, la de San Andrés, muy bonita y original de estilo románico-mozárabe. Destaca, sobre todo, el ábside.
Tras una breve parada para observar mejor la iglesia nos volvimos a subir sobre nuestros sillines y continuamos nuestro camino. Salimos del pueblo por una zona muy frondosa. Estábamos muy cerca del río Guareña y eso se traducía en muchos chopos junto a él, amén de huertas y alguna zona cultivable.
Justo a la salida del pueblo comenzamos a rodar en paralelo al río y estaba previsto seguir así hasta regresar a La Bóveda. El camino no podía ser mejor y comenzamos a rodar más rápidos, el viento ya no nos molestaba en absoluto y el perfil del terreno tendía un poquito hacia abajo.
Después de varios kilómetros nos encontramos con esta bonita estampa cerca del camino.
Como a la salida habíamos ido en paralelo al río Guareña hasta Vadillo y en ese momento estábamos haciendo lo mismo, se nos ocurrió, cuando vimos un camino que iba hacia él, acercarnos para verlo.
Y así lucía por esa zona el río que da nombre a la comarca. Es pequeñito, no tiene mucho caudal (en este momento), pero el agua llevaba fuerza.
Como nos habíamos desviado ligeramente de nuestro track, decidimos, en vez de regresar al punto donde habíamos cambiado de dirección, continuar por la otra margen del río. Sobre el mapa del GPS parecía posible así que así lo hicimos.
Después de pasar a su altura no cambiamos de dirección, continuamos por el mismo camino solo que desde esa zona estaba asfaltado.
Como íbamos junto al río los chopos seguían indicándonos por dónde iba su cauce.
Las instalaciones están hechas sobre una bodega subterránea de más de trescientos años. En ellas elaboran aceite de oliva Virgen Extra (de los olivos de la fina), quesos (de su propio ganado) y vinos, todos los productos con el nombre de Dehesa La Granja.
Nada más sobrepasar la bodega tuvimos que hacer un pequeño recorrido en forma de "C" para después bordear una finca y ascender por una ladera de un otero. Desde la parte más alta pudimos captar una buena panorámica de la zona, si bien una brumilla había ido velando algo la luz del sol y restando visibilidad en la lejanía.
Durante este trayecto, cómodo de realizar porque la pista era muy buena y ligeramente descendente, pudimos seguir viendo grandes extensiones de cereal y alguna que otra encina rompiendo la monotonía de esos campos.
Desde la zona de la bodega nos habíamos separado ligeramente del río, pero ya cerca de La Bóveda volvimos a su vera. Y antes de entrar a esta localidad lo cruzamos por un pequeño puente.
Como cuando salimos apenas habíamos visto el pueblo, el oportuno recorrido por sus calles lo hicimos al llegar. Así pasamos junto a la iglesia de San Juan, junto a la que nos hicimos un selfie, y rodamos por algunas de sus calles principales.
Finalmente, llegamos al mismo punto desde donde habíamos partido. Después de cargar de nuevo las bicis y de asearnos y cambiarnos, para hacer gasto allá donde vamos, tomamos una caña en el Bar Rosvi y comimos en el Restaurante Los Rosales, donde nos trataron de maravilla.
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