15 de enero de 2025

La Bola del Mundo a nuestros pies

Hace mucho que teníamos ganas de realizar el ascenso a la Bola del Mundo (Sierra de Guadarrama) pero en fin de semana no es recomendable por la afluencia de senderistas. Hemos sido pacientes hasta que hemos podido hacerlo entre semana y ha merecido mucho la pena.

Existen varias opciones de rutas para ascender a la Bola del Mundo pero nosotros escogimos la que parte de Cercedilla (Madrid). Eso significa que hubo que desplazarse hasta allí, es decir, recorrer los 219 km que lo separan de Zamora. Si queríamos comenzar a pedalear sobre las 10.00 había que madrugar, y así lo hicimos. A las 7.30 h partimos tres coches con seis bikers hacia esa localidad madrileña.

Fuimos directamente al Parking Municipal (al aire libre pero gratuito), donde encontramos sitio para aparcar los tres coches sin problema. Descargamos las bicis, nos preparamos y, siguiendo el ritual, buscamos un bar donde tomar un café. 


Ya con la cafeína ocupando su espacio en nuestros cuerpos, comenzamos a rodar sobre las 10.10 h. Salimos del parking hacia la derecha y continuamos por esa carretera unos 500 m. La dejamos para tomar una calle que partía a nuestra izquierda.


Casi un kilómetro después cambió el pavimento y el asfalto dio paso a una pista de arena compactada por la que se rodaba de maravilla. Aunque habíamos comenzado a ascender desde el pueblo, las primeras subidas importantes las encontramos enseguida en esta zona. 


Sobre el kilómetro 3 llegamos a una zona en la que hay un alojamiento rural. Frente a él encontramos una valla con una puerta lateral por la que pasamos sin problema. Eso sí, un cartel advierte de que está prohibida la práctica del ciclismo fuera de las pistas forestales.


Nada más pasar la valla fuimos hacia la izquierda donde nos esperaba un camino muy sombrío, rodeado de pinos y con el arroyo de Matasalgado corriendo a su lado. Este camino tiene un nombre: del Calvario. Más tarde nos daríamos cuenta de por qué se denomina así.


En esta zona continuamos ascendiendo siendo las inclinaciones variables, pero generalmente situadas entre el tres y el diez por ciento. 


Sobre el kilómetro 5 cruzamos el cauce del arroyo sin dificultad porque en esa zona apenas tenía un palmo de agua. Aún así lo hicimos con precaución porque su lecho era de cantos rodados.


En la subida fueron muy pocos los momentos en los que el sol lograba colarse entre las copas de los pinos. Aún sin su calor estábamos encantados porque salimos de Zamora con -5º, durante el viaje llegamos a ver -7º, pero al llegar a Cercedilla nos encontramos con 7º positivos, cuando las previsiones habían anunciado -2º, así que íbamos muy a gusto.




Menos de un kilómetro después de cruzar el arroyo nos encontramos a la derecha con un pino especial, ya que tiene en su base una cadena con una serie de letras que forman la frase: "A su querida memoria, 1840-1924". Lógicamente esta dedicatoria tiene una historia detrás. En el verano de 1924 Ricardo Urgoitiz, director del periódico "El Sol", pasaba unos días de descanso en la Sierra. Tenía por costumbre pasear por el pinar y solía descansar a la sombra de un frondoso pino. Estando allí le dieron la mala noticia de la muerte de su padre. Dolido e impactado, quiso rendir homenaje a su memoria cinchando a la base del pino la citada frase. 

El llamado "Pino de la cadena" (catalogado como Árbol singular de la Comunidad de Madrid) cuenta en la actualidad con cerca de doscientos años y los agentes forestales cada cierto tiempo le añaden un eslabón a la cadena para evitar que dañe al árbol. 


Aunque hasta el tramo en el que nos encontrábamos había habido trechos con firme muy irregular de piedra suelta que dificultaba la tracción, lo peor estaba por venir, y es que a partir del kilómetro 7, aproximadamente, el camino ya solo estaba constituido por esas piedras que tanto dificultaban la subida, que exigían mayor esfuerzo para avanzar, a mayores de que la inclinación del ascenso en esta zona era mayor. Por si fuera poco, en algunas zonas las pequeñas caídas de agua estaban heladas y había que evitar pisarlas. Si comenzamos el ascenso a la salida de Cercedilla rodando en torno a 10 km/h, en esta zona lo hacíamos a menos de 5 km/h.


El calvario (entendimos, por fin, el porqué de ese nombre) terminó en el kilómetro 9, cuando el camino hizo una revuelta y llegamos a una barrera con un torno a un lado.


Por el torno no entraban las bicis, así que no nos quedó otra que pasarlas por encima de la barrera. Al otro lado nos esperaban las primera edificaciones del Puerto de Navacerrada.


Avanzamos calle arriba por lo que parecía la parte de atrás de edificios de apartamentos. Nos dio lástima ver todo con muy poca actividad. La causa: no haber ni un centímetro de nieve a pesar de ser 15 de enero.


Al terminar los edificios seguimos avanzando, unos quinientos metros ascendentes, hasta llegar al cruce con la carretera M-601 (la que une Villalba con Segovia). 


Nos incorporamos a ella girando a la izquierda. Nos situamos en el arcén y continuamos subiendo. 


Enseguida comenzamos a pasar junto a edificaciones y, tras rodar como un kilómetro por esta carretera llegamos a un gran aparcamiento en superficie para los aficionados al esquí. 


Giramos a la derecha casi ciento ochenta grados y comenzamos a seguir la pista de cemento que comienza junto al edificio de donde parten los telesillas y termina en la Bola del Mundo. Enseguida nos encontramos con una barrera pero pasamos por una puerta lateral.


Desde el primer momento las rampas son durísimas. Al comienzo, en algunos tramos, el trazado va paralelo al telesilla y los porcentajes de ascensión no bajan del 10%, pero siendo lo más común que estén en torno al 15%. 


El premio al esfuerzo venía dado por las vistas. Se ascendía tanto en tan pocos metros que enseguida las panorámicas de la zona empezaron a ser impresionantes. 


Tras una de las múltiples revueltas que va haciendo la pista encementada pudimos ver las dos pistas de la Estación de Esquí de Navacerrada abiertas, eso sí, con nieve artificial. 


Como siempre hacemos en las ascensiones duras, cada uno se impuso su ritmo para que nadie pedaleara fuera de punto. El que iba el último era el que mayor mérito tenía porque iba sentado en una bicicleta muscular.


Los metros avanzaban muy lentamente, pero saber que toda la subida eran poco más de tres kilómetros iba motivando a nuestras piernas. 


Hubo tramos en los que vimos en nuestros GPS 22% de desnivel, pero lo importante es que seguíamos avanzando. A falta de un kilómetro comenzamos a ver frente a nosotros nuestro objetivo, la Bola del Mundo.


Y mirando a nuestra derecha comprobamos que teníamos admiradoras, eso sí, algo particulares porque pasaban de nosotros y ni siquiera nos miraron.
 

En ese punto había tres unidades que iban por delante, separadas unas de otras, después íbamos dos juntos y, tras la parada para ver bien las cabras y comer algo, vimos que el biker con la bici muscular ya se acercaba a nosotros. Lo esperamos y enfilamos el último tramo juntos.


De poco sirvió porque enseguida perdió metros, como es lógico al competir contra ebikes. 


Después de dos curvas muy abiertas nos enfrentamos a la última rampa, la que nos llevaría a los pies de la Bola del Mundo. 


Al llegar junto a las instalaciones una nueva barrera nos dio la bienvenida. Pasamos por debajo y rodeamos las edificaciones. Dos de ellas parecen cohetes y son la imagen que todos tenemos de este lugar. 

Realmente su nombre es Alto de las Guarramillas, pero en 1959 se construyó este repetidor de televisión (que realmente es lo que es), para emitir señal de radio y televisión a las dos mesetas. Solo tres años antes, en 1956, había nacido Televisión Española y esta comenzaba la emisión con la imagen de una bola del mundo con una antena. La gente comenzó a asociar el repetidor con dicha imagen y por ello se popularizó el nombre por el que todo el mundo conoce, no solo las instalaciones, sino que se ha hecho extensivo a la propia montaña: la Bola del Mundo. 

Desde 2010, a raíz del apagón analógico, solo emite señal de radio en FM de emisoras relacionadas con Radio Nacional.

En la parte de atrás del repetidor había algunos neveros, los únicos rastros de nieve natural a 2.261 metros de altitud y a mediados de enero. ¿Y aún hay quien niega el cambio climático?


Las vistas haciendo un tour de 360º en torno a las instalaciones nos parecieron extraordinarias. Emergiendo por encima de la neblina aparecían las cuatro Torres Business Area, popularmente conocidas como las Torres de Florentino.


La verdad es que miráramos donde mirarámos, las panorámicas que nos encontramos eran muy bonitas. Sin duda, el día ayudaba muchísimo.




Antes de comenzar el descenso nos pareció un buen momento para realizar un selfie que diera constancia de nuestra presencia en este lugar.


Sin más dilación nos pusimos chalecos para evitar el frío y comenzamos el descenso. Desde el primer momento lo hicimos con precaución porque si dejábamos que la inercia gobernara nuestras bicis iba a ser imposible frenarlas al llegar las cerradas curvas del trayecto. 



Como preveíamos hubo que aplicar los frenos a fondo porque en cuanto los soltábamos las bicis se embalaban. 


Como curiosidad decir que, si para la subida habíamos tardado casi cuarenta minutos, en la bajada empleamos tan solo ocho. 


Al llegar de nuevo al aparcamiento cruzamos la carretera y continuamos de frente subiendo una cuesta que pasa junto a las pistas que estaban funcionando con nieve artificial. 


En ellas había gente disfrutando de la nieve y del espectacular día que estábamos teniendo.


Nada más sobrepasar las pistas giramos a la izquierda para comenzar el Camino o Senda Schmid. Lleva este nombre porque en 1926, el montañero austriaco Eduardo Schmid finalizó la señalización de un recorrido en el que llevaba trabajando varios años, y que unía dos de los primeros refugios que se levantaron en la Sierra de Guadarrama, ambos pertenecientes a la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara: el albergue del Valle de la Fuenfría, del que era guarda, construido en 1917, y el del Puerto de Navacerrada, abierto en el año 1926.  Nada más empezar este camino descendimos unos cien metros y nos encontramos con hielo y nieve procedentes de los cañones. El trozo de hielo estaba peligroso, de hecho un corredor se terminaba de caer y se había hecho una brecha en la cabeza. Cruzamos con la bici en la mano y nos enfrentamos a la temida senda.


Y es que habíamos oído y leído que no era ciclable, que estaba muy mal, que se perdía mucho tiempo... Íbamos mentalizados para ello así que no nos sorprendió nada de lo que encontramos. 

A decir verdad no nos pareció para tanto. Es cierto que hay zonas en las que no queda otra que bajarse de la bici porque las piedras impiden el paso.


Pero también hay tramos en los que se podían rodar unos cientos de metros sin problema y en otros en los que, con un poco de técnica, se solventaban bien. Aparte de las piedras, otro problema que suele haber es que hay senderistas y, siendo como es un camino para ellos, no se debe molestarles, pero al ser día de diario no nos cruzamos más de diez o quince.



Es cierto que los kilómetros avanzaban muy lentamente porque, salvo los tramos ciclables, entre bajarte de la bici, tirar de ella unos metros, subirte de nuevo y esperar a que llegaran todos, se pasaba el tiempo, pero se avanzaba al fin y al cabo.


También tuvimos que bajarnos en algunas zonas en las que había agua que se había helado. Había que pasar por ellas con mucha precaución. Aún así, uno de los nuestros, llevando la bici de la mano, se cayó en una de estas placas de hielo.

A pesar de todo nos encantó la zona porque cuando se podía rodar era una gozada y porque el entorno era muy bonito. 

Añadir también que, aunque pensábamos que desde el Puerto de Navacerrada todo iba a ser ya cuesta abajo, nos equivocamos porque en la Senda Schmid había tramos llanos, también bajadas pero unas cuantas subidas, eso sí, cortas.


Después de haber recorrido poco más de tres kilómetros hubo una bifurcación. El Camino Schmid continuaba a la izquierda y nosotros continuamos por la derecha para seguir por la Senda de los Cospes. En la misma bifurcación paramos porque la rueda trasera de uno de los bikers había perdido aire. La hinchamos y proseguimos. Como dos kilómetros después llegamos a la fuente Fonfría. Allí terminan los cinco kilómetros técnicos. Nada más pasar la fuente nos enfrentamos a una subida de unos trescientos metros. Al terminar esta giramos a la izquierda y entramos en una pista ancha y de excelente firme, era el GR-10, conocido como Carretera de la República.

A partir de ese punto apenas tuvimos que volver a dar pedales hasta llegar a Cercedilla. Y es que era una bajada continua en la que íbamos disfrutando de lo lindo porque, además, era muy bonita, rodeada de pinos y en ocasiones de formaciones rocosas.



Tuvimos que parar otras dos veces a hinchar la rueda pinchada, pero aún así daba gusto ver cómo avanzaban los kilómetros y sin esfuerzo. Sin duda estábamos cobrando los réditos que habíamos ganado durante el resto de la mañana. 

En dos o tres tramos abiertos, sin arbolado, el agua había caído por las rocas y se había helado, formando bonitas cascadas de hielo.


En un momento dado cambió el firme del GR-10. La tierra dejó paso a restos de lo que había sido una carretera asfaltada, en la que se combinaban trozos con y sin asfalto.


Más adelante llegamos a una zona en la que había una barrera para impedir el paso de vehículos. Pasamos al otro lado y la pista pasó a estar asfaltada con un firme estupendo. 


Como en el km 34, más o menos, nos incorporamos a la carretera M-966 por la que continuamos descendiendo hacia Cercedilla, de la que ya solo nos separaban tres kilómetros.


Poco a poco empezamos a pasar junto a edificaciones aisladas y pronto entramos en las primeras del pueblo, pero aún tuvimos que recorrer como un kilómetro y medio para llegar de nuevo al Parking Municipal donde habíamos dejado nuestros coches.



Nos bajamos de las bicis a las 14.35 h. Enseguida las cargamos y nos preparamos para ir a comer. Lo hicimos en La Cruz del Sur, en el propio Cercedilla, siguiendo nuestra costumbre de hacer gasto en los lugares que visitamos. Después de la comida pusimos rumbo a Zamora dando por finalizada esta preciosa jornada de bici, amigos y naturaleza.



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