El río Duero y los Arribes son un reclamo turístico y hay quienes están explotándolo ya, como la zona de Miranda do Douro, donde, con el apoyo de fondos europeos, han construido varios miradores con pasarelas y voladizos de cristal para atraer a visitantes. También en la provincia de Salamanca se han realizado. Lo que no sabemos es a qué está esperando Zamora para hacerlo, como siempre llegaremos tarde... Nosotros hoy hemos visitado cuatro "miradouros". Dos de ellos se han erigido hace muy poco y nos han encantado.
Hoy, como íbamos al "extranjero" contábamos con una gran ventaja: el cambio de hora. Gracias a ello se pudo obrar el milagro de salir de Zamora a las 9.00 h y llegar a Mirando do Douro a las 8.45 h. Seguro que Einstein estaría interesado en este salto en el tiempo.Aparcamos los dos coches con las cuatro bicis junto al Hotel Restaurante O Mirandés porque íbamos a comer allí. Descargamos las bicicletas, nos pusimos todo lo necesario para empezar a pedalear, pero antes de hacerlo entramos en el restaurante a tomar un café.
A las 9.10, hora portuguesa, comenzamos a rodar. El día estaba muy plomizo, pero sin lluvia y, aunque nos guste el sol, celebramos que no lloviera porque durante la semana las previsiones más pesimistas indicaban que nos podíamos mojar. Eso sí, la temperatura no era fría, unos 9º.
Nada más salir pasamos una rotonda y comenzamos a descender hacia la parte más conocida de Miranda, si bien tras cruzar un puente tuvimos que subir algo. Al llegar a la rotonda que hay a la entrada de la localidad giramos a la izquierda y enseguida llegamos al primer "miradouro", el llamado Penedo Amarelo, que se encuentra dentro del casco urbano de Miranda.
Este mirador tiene un voladizo de madera, a modo de pasarela, que da paso al propio mirador, que está "supendido" sobre el arribe y tiene las barandillas de cristal para facilitar la vista.
El primero en la calle que parte frente al mirador, que representa dos pastores con capa mirandesa (prácticamente igual que nuestra alistana).
Cincuenta metros más arriba nos encontramos con el retrato de dos burros.
Giramos a la derecha y enseguida vimos a nuestra izquierda otro mural, en una de las paredes del Archivo Municipal. Este representa varios hombres portando lo que parece un gran árbol navideño.
No habíamos recorrido mucho tramo por este cuando comenzamos una bajada larga. No nos sorprendió en absoluto encontrarnos seguidamente una subida. La parte buena era que el camino seguía siendo estupendo, de buen firme, bonito, delimitado por paredes de piedra para separar fincas de olivos, viñedos y pastos.
Después de dedicar unos minutos para las fotos y para mirar por el telescopio que hay en el propio mirador, nos subimos en las bicis y tocó ascender porque había que regresar hasta poco después de la cruz de granito.
Al llegar de nuevo a Paradela fuimos hacia la derecha, rodeamos una zona de huertas y salimos de la localidad por una carretera local.
Entramos en el pueblecito, dimos una vuelta por él y nos dirigimos hacia la carretera.
Comenzamos a rodar por ella pero pronto la abandonamos porque menos de un kilómetro después llegamos a unas edificaciones, cruzamos otra carretera perpendicular a esa, y continuamos de frente por un camino.
Hasta que llegamos al cauce de un riachuelo que cruzamos sobre un puente. Y allí mismo comenzamos a ascender. Se sucedieron tres subidas consecutivas con sus correspondientes bajadas, pero con la particularidad de que las primeras eran mucho más largas que las segundas.
Para compensar el esfuerzo hay que reconocer que el camino por el que íbamos rodando era muy bonito y, como estaba seco, se rodaba muy bien por él.
Este tramo de las tres subidas y bajadas se alargó como unos cuatro kilómetros. El colofón fue un ascenso más pero tras la coronación cambiaron las tornas.
Y comenzamos a descender, casi un kilómetro, hasta llegar a la pequeña localidad de Vale de Mira. Recorrimos su calle principal y llegamos a una carretera que cruzamos.
Salimos de esta localidad y continuamos descendiendo como un kilómetro más.
Después nos enfrentamos de nuevo a otro ascenso, pero bastante más corto que la bajada.
Una vez superada esta cuesta comenzamos a descender ya con Miranda do Douro a la vista, a tiro de piedra que se dice.
La merecida cuesta abajo se prolongó casi de continuo hasta el llamado barrio de Santa Luizia.
Dejamos dicho barrio a nuestra izquierda, poco después la carretera hizo un giro de noventa grados y continuamos hasta una rotonda. En ella tomamos la segunda salida que nos llevó, bajando, hasta una bonita fuente y poco después a cruzar un puente sobre el río Fresno.
Nada más cruzar al otro lado del río comenzamos a ascender una cuesta larga y muy empinada que nos condujo hasta la carretera que bordea el castillo. Nos incorporamos a ella y enseguida llegamos a una rotonda. Elegimos la segunda salida para abandonarla y siguiendo esta nos llevó hasta la Biblioteca. Tras superar esta giramos a la izquierda y pasamos junto a la Sé (catedral).
Continuamos callejeando y llegamos a la plaza, que estaba engalanada con un enorme pino y un aro navideño.
Seguimos callejeando y nos encontramos con otro gran mural. En este caso representa los famosos Pauliteiros de Miranda. Aunque están representados un hombre y una mujer la incorporación de esta al tradicional baile es reciente. Hasta entonces solo hombres representaban la danza guerrera característica de la Tierra de Miranda. Ahora ya hombres y mujeres chocan sus palos con los sones de la gaita de foles y bombo.
La calle principal de la parte vieja estaba decorada con una alfombra roja de principio a fin y macetas con árboles de Navidad cada pocos metros.
Al llegar a la rotonda de entrada a Miranda nos encontramos con las Galanas y junto al Cuartel de los Bombeiros tomamos una caña. Minutos después volvimos a las bicis y descendimos hasta el Parque Urbano del río Fresno. Cruzamos el puente sobre dicho río y, lógicamente, tuvimos que ascender hasta llegar de nuevo a la carretera.
Desde allí nos dirigimos ya hacia el Restaurante O Mirandés. Al llegar a este concluyó nuestro bonito periplo por esta comarca. Cargamos las bicis, nos aseamos y cambiamos y entramos a comer junto con las Galanas.
Después de la comida fuimos con dos coches hasta el miradouro Penha das Torres. Como nos gustó mucho queríamos que también lo vieran ellas.
A continuación de la visita regresamos a Miranda y, tras hacer algo de tiempo paseando por la zona, encendieron las luces navideñas. Recorrimos la parte antigua y nos gustó mucho la decoración.
Una vez concluido el recorrido nos dirigimos a los coches para poner rumbo a Zamora después de haber disfrutado de una agradable y variada jornada en el extranjero.
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