3 de enero de 2025

Miradouros de Miranda do Douro

El río Duero y los Arribes son un reclamo turístico y hay quienes están explotándolo ya, como la zona de Miranda do Douro, donde, con el apoyo de fondos europeos, han construido varios miradores con pasarelas y voladizos de cristal para atraer a visitantes. También en la provincia de Salamanca se han realizado. Lo que no sabemos es a qué está esperando Zamora para hacerlo, como siempre llegaremos tarde... Nosotros hoy hemos visitado cuatro "miradouros". Dos de ellos se han erigido hace muy poco y nos han encantado.

Hoy, como íbamos al "extranjero" contábamos con una gran ventaja: el cambio de hora. Gracias a ello se pudo obrar el milagro de salir de Zamora a las 9.00 h y llegar a Mirando do Douro a las 8.45 h. Seguro que Einstein estaría interesado en este salto en el tiempo.

Aparcamos los dos coches con las cuatro bicis junto al Hotel Restaurante O Mirandés porque íbamos a comer allí. Descargamos las bicicletas, nos pusimos todo lo necesario para empezar a pedalear, pero antes de hacerlo entramos en el restaurante a tomar un café.

A las 9.10, hora portuguesa, comenzamos a rodar. El día estaba muy plomizo, pero sin lluvia y, aunque nos guste el sol, celebramos que no lloviera porque durante la semana las previsiones más pesimistas indicaban que nos podíamos mojar. Eso sí, la temperatura no era fría, unos 9º.

Nada más salir pasamos una rotonda y comenzamos a descender hacia la parte más conocida de Miranda, si bien tras cruzar un puente tuvimos que subir algo. Al llegar a la rotonda que hay a la entrada de la localidad giramos a la izquierda y enseguida llegamos al primer "miradouro", el llamado Penedo Amarelo, que se encuentra dentro del casco urbano de Miranda. 

Este mirador tiene un voladizo de madera, a modo de pasarela, que da paso al propio mirador, que está "supendido" sobre el arribe y tiene las barandillas de cristal para facilitar la vista.



Como aún estaba puesta la decoración navideña, había una gran estrella sobre el mirador y en su interior nos hicimos una foto de grupo.


No tardamos en coger de nuevo nuestras bicis y retomar nuestra marcha pero tuvimos sorpresas porque en poco más de doscientos metros pudimos contemplar tres bonitos murales de temática local.

El primero en la calle que parte frente al mirador, que representa dos pastores con capa mirandesa (prácticamente igual que nuestra alistana).


Cincuenta metros más arriba nos encontramos con el retrato de dos burros.


Giramos a la derecha y enseguida vimos a nuestra izquierda otro mural, en una de las paredes del Archivo Municipal. Este representa varios hombres portando lo que parece un gran árbol navideño. 


Una vez vistos los murales continuamos adelante y pronto dejamos atrás las últimas edificaciones. La carretera se convirtió en camino, un buen camino, rodeado de paredes de piedra por el que se rodaba muy bien, eso sí, con sube y bajas continuos.


Como a los dos kilómetros de haber salido del primer mirador nos desviamos a la derecha y llegamos al segundo, el de Castrilhouço. Se trata de un mirador natural desde el que se puede ver el río Duero.


Junto a él hubo un castro, el de Vale de Aguia, pero no vimos ningún vestigio. Lo que sí encontramos fue esta caseta y varias mesas y bancos de granito.


Regresamos al camino principal, marcado como el GR-36. Estas siglas esconden una gran ruta lineal que tiene una extensión de 176.40 km y atraviesa los municipios de Miranda do Douro, Mogadouro, Freixo de Espada à Cinta e Torre de Moncorvo. Ascendimos como unos dos kilómetros y llegamos a una pequeña localidad, Vale de Águia. 




En esta localidad, como en todas las de la zona, la piedra es la protagonista de la mayoría de las construcciones, muchas de ellas deshabitadas. 


Salimos de este pueblecito y continuamos ascendiendo, eso sí, por asfalto. Y lo hicimos otros dos kilómetros, justo hasta llegar al siguiente pueblo de nuestro itinerario, Aldeia Nova. 


Esta localidad, mayor que la anterior, también tiene la piedra como protagonista, incluido, como suele ser habitual en Portugal, el pavimento de sus calles. 



Fuimos dirigiéndonos hacia la derecha siguiendo las indicaciones hacia el tercer miradouro. Para acceder a él, nada más terminar el pueblo, comenzamos una bajada muy inclinada de casi un kilómetro y medio. 


Al final de dicha cuesta llegamos a la capela de Sao Joao das Arribas y justo enfrente se encuentra el mirador, también natural, si bien el hombre ha intervenido para hacer un camino accesible y en la urbanización del entorno.


La vista del río Duero desde este mirador es espectacular. Los grandes farallones que lo rodean y encajonan formando los Arribes junto al espejo que hoy era el río formaban un conjunto inigualable.


Como no podía ser de otra manera, aprovechamos el lugar para hacernos una foto de grupo.


Y también se la hicimos a "ellas" porque había que tenerlas contentas para enfrentarse a la subida que nos esperaba.


Antes de iniciar dicha subida tomamos una senda, justo frente a la parte trasera de la capela, y unos metros más allá nos encontramos con una roca desde donde había otra bonita vista del río, hacia el lado opuesto del anterior, es decir, río arriba.
 

Volvimos a la capela y comenzamos el ascenso, que contiene algún tramo con porcentajes de subida en torno al 20%.


Después de un kilómetro de lucha continua contra la gravedad nos desviamos a la derecha, justo antes de entrar de nuevo en el pueblo. Poco después salimos a una carretera local pero solo circulamos por ella unos cientos de metros, ya que enseguida volvimos a un camino que partía a la derecha. 

No habíamos recorrido mucho tramo por este cuando comenzamos una bajada larga. No nos sorprendió en absoluto encontrarnos seguidamente una subida.  La parte buena era que el camino seguía siendo estupendo, de buen firme, bonito, delimitado por paredes de piedra para separar fincas de olivos, viñedos y pastos. 


Después de esa subida se sucedieron otras bajadas y otras ascensiones y, aunque alguna era bastante inclinada, era corta, por lo que el mal rato no duraba mucho.


Poco a poco recorrimos los más de cinco kilómetros que separaban Aldeia Nova de Paradela, la siguiente localidad por la que teníamos que pasar. Para tener una visión más completa del pueblo, como solemos hacer, hicimos un recorrido por el mismo que nos llevó hasta su parte baja. Seguidamente ascendimos hacia la parte alta y, ya arriba, giramos a la izquierda.


Poca distancia más adelante llegamos a un camino ancho y de excelente firme en el que había un indicador hacia un miradouro. Prácticamente al principio del mismo había un bonita cruz de granito. Desde su inicio era descendente así que nos dejamos caer  a lo largo de casi dos kilómetros. 


Finalmente, llegamos a una explanada donde había mesas y bancos de granito a ambos lados, una gran barbacoa y, de frente, otro mirador "artificial" con una plataforma de madera y un voladizo con paredes de cristal. Nos sorprendió muy gratamente porque pensábamos que íbamos a encontrar un mirador natural. En realidad lleva poco más de un año allí, ya que fue inaugurado en noviembre de 2023.


Como estábamos solos ascendimos con las bicis hasta el propio mirador.


Sabíamos que íbamos a estar muy cerca de la Presa de Castro, pero teníamos dudas de si la veríamos desde allí. Las dudas quedaron disipadas enseguida, porque se veía perfectamente. 


Después de dedicar unos minutos para las fotos y para mirar por el telescopio que hay en el propio mirador, nos subimos en las bicis y tocó ascender porque había que regresar hasta poco después de la cruz de granito. 


Nada más pasar junto a dicha cruz comenzamos a descender hacia Paradela de nuevo, pero no por el mismo camino por el que habíamos salido de esa localidad unos minutos antes. 


Al llegar de nuevo a Paradela fuimos hacia la derecha, rodeamos una zona de huertas y salimos de la localidad por una carretera local. 

Según habíamos diseñado la ruta, con la visita a los miradores en la primera mitad de la misma, pensamos que lo que nos quedaba, unos 19 km, iba a ser un trámite. Poco a poco fuimos comprobando que no, porque nos fuimos encontrando un paisaje variado con zonas con encinas, otras con robles, otras con tierras cultivadas... 


Y también diferentes caminos, algunos auténticas pistas, otros en los que solo se percibían dos roderas y algunos en los que ni eso, pero todos bonitos.



Lo bueno es que íbamos disfrutando mucho porque por casi todos esos caminos se rodaba muy bien y porque el perfil era algo más suave que el que habíamos tenido en la primera mitad.


Tras unos siete kilómetros después de dejar atrás Paradela llegamos a otra localidad, esta bastante más pequeña. Se trataba de Pena Branca. 


Entramos en el pueblecito, dimos una vuelta por él y nos dirigimos hacia la carretera.


Comenzamos a rodar por ella pero pronto la abandonamos porque menos de un kilómetro después llegamos a unas edificaciones, cruzamos otra carretera perpendicular a esa, y continuamos de frente por un camino.


Poco después de entrar en él comenzamos a descender. Y lo hicimos a lo largo de un buen trecho, unos dos kilómetros. 


Hasta que llegamos al cauce de un riachuelo que cruzamos sobre un puente. Y allí mismo comenzamos a ascender. Se sucedieron tres subidas consecutivas con sus correspondientes bajadas, pero con la particularidad de que las primeras eran mucho más largas que las segundas.


Para compensar el esfuerzo hay que reconocer que el camino por el que íbamos rodando era muy bonito y, como estaba seco, se rodaba muy bien por él. 


Este tramo de las tres subidas y bajadas se alargó como unos cuatro kilómetros. El colofón fue un ascenso más pero tras la coronación cambiaron las tornas.


Y comenzamos a descender, casi un kilómetro, hasta llegar a la pequeña localidad de Vale de Mira. Recorrimos su calle principal y llegamos a una carretera que cruzamos.


Salimos de esta localidad y continuamos descendiendo como un kilómetro más. 


Después nos enfrentamos de nuevo a otro ascenso, pero bastante más corto que la bajada. 


Una vez superada esta cuesta comenzamos a descender ya con Miranda do Douro a la vista, a tiro de piedra que se dice. 


La merecida cuesta abajo se prolongó casi de continuo hasta el llamado barrio de Santa Luizia.


Dejamos dicho barrio a nuestra izquierda, poco después la carretera hizo un giro de noventa grados y continuamos hasta una rotonda. En ella tomamos la segunda salida que nos llevó, bajando, hasta una bonita fuente y poco después a cruzar un puente sobre el río Fresno.



Nada más cruzar al otro lado del río comenzamos a ascender una cuesta larga y muy empinada que nos condujo hasta la carretera que bordea el castillo. Nos incorporamos a ella y enseguida llegamos a una rotonda. Elegimos la segunda salida para abandonarla y siguiendo esta nos llevó hasta la Biblioteca. Tras superar esta giramos a la izquierda y pasamos junto a la Sé (catedral). 


Continuamos callejeando y llegamos a la plaza, que estaba engalanada con un enorme pino y un aro navideño.  



Seguimos callejeando y nos encontramos con otro gran mural. En este caso representa los famosos Pauliteiros de Miranda. Aunque están representados un hombre y una mujer la incorporación de esta al tradicional baile es reciente. Hasta entonces solo hombres representaban la danza guerrera característica de la Tierra de Miranda. Ahora ya hombres y mujeres chocan sus palos con los sones de la gaita de foles y bombo. 


La calle principal de la parte vieja estaba decorada con una alfombra roja de principio a fin y macetas con árboles de Navidad cada pocos metros. 


Al llegar a la rotonda de entrada a Miranda nos encontramos con las Galanas y junto al Cuartel de los Bombeiros tomamos una caña. Minutos después volvimos a las bicis y descendimos hasta el Parque Urbano del río Fresno. Cruzamos el puente sobre dicho río y, lógicamente, tuvimos que ascender hasta llegar de nuevo a la carretera. 


Desde allí nos dirigimos ya hacia el Restaurante O Mirandés. Al llegar a este concluyó nuestro bonito periplo por esta comarca. Cargamos las bicis, nos aseamos y cambiamos y entramos a comer junto con las Galanas. 

Después de la comida fuimos con dos coches hasta el miradouro Penha das Torres. Como nos gustó mucho queríamos que también lo vieran ellas. 

A continuación de la visita regresamos a Miranda y, tras hacer algo de tiempo paseando por la zona, encendieron las luces navideñas. Recorrimos la parte antigua y nos gustó mucho la decoración.





Una vez concluido el recorrido nos dirigimos a los coches para poner rumbo a Zamora después de haber disfrutado de una agradable y variada jornada en el extranjero.




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