9 de enero de 2025

Recorriendo las riberas del Tera y Esla

Esta semana la previsión del tiempo nos jugó una mala pasada. El míercoles se anunciaba lluvia en toda la provincia y cancelamos nuestra salida, pero lo cierto es que en Zamora apenas llovieron unas gotas. Trasladamos la ruta al jueves y se preveía sol y nubes, pero también erraron. Nos dio igual porque hemos recorrido parte de las riberas de los ríos Tera y Esla, una zona casi desconocida para nosotros, y la hemos disfrutado.

Planificamos la salida desde Santovenia del Esla, así que para trasladarnos hasta allí salimos de Zamora en tres coches los seis bikers participantes. Eran las 9.15 h. En el cielo había como niebla alta y llovía, era como un "chirimiri", pero llovía en contra de los pronósticos. Cerca de Villaveza dejó de llover y nos pareció estupendo. Unos minutos antes de las 10.00 ya estábamos a la puerta del Restaurante Esla. Descargamos las bicis, nos pusimos todo lo necesario, siguiendo el ritual nos tomamos un café y comenzamos a pedalear sobre las 10.15 h.

Nada más salir del pueblo nos dimos cuenta de que, según estaba el camino, por allí había llovido mucho más que en Zamora. Fuimos conscientes de que a lo largo de la ruta íbamos a embarrarnos, pero no le dimos importancia porque habíamos ido a disfrutar. 

Nos dirigíamos a Bretó y Bretocino y para ello fuimos por un camino que nos llevó hasta la carretera que va hacia esas localidades, rodamos unos metros sobre ella y enseguida nos desviamos a la derecha para bordear una gran chopera y así evitar seguir por asfalto. Finalmente volvimos a dicha carretera algo antes de llegar a la altura de Bretó, no hay más alternativas porque solo hay un puente sobre el río Esla.  

Dejamos esa localidad a nuestra izquierda, si bien pudimos ver la iglesia y las bodegas que minan un pequeño teso que hay pasado el pueblo.


Nada más sobrepasar dichas bodegas comienza el puente propiamente dicho que nos permitió pasar sobre las aguas del río Esla. En esa zona tiene una anchura impresionante, en primer lugar porque unos cientos de metros antes termina de recibir las aguas del río Tera y en segundo, debido a que aguas abajo hay una pequeña presa, la de Santa Eulalia de Tera, que hace que el río se embalse algo y, por lo tanto, ensanche su caudal.



Como se puede apreciar en las fotos, el día estaba muy plomizo. Para compensar la temperatura era muy agradable, en torno a 10º. A pesar de que se habían anunciado viento de hasta 30 km/h no percibíamos ni rastro de él.

Poco después de terminar el puente pasamos junto a Bretocino. Para poder acceder al pueblo tuvimos que traspasarlo por completo para, finalizado este, girar a la izquierda y ascender por una calle que nos condujo hasta el centro de la localidad. 


Siguiendo nuestra costumbre, recorrimos varias calles del pueblo y, finalmente, tomamos una que, descendiendo, nos condujo hasta la carretera que va a las bodegas. Giramos a la izquierda y enseguida a la derecha para seguir por un camino que nos llevó a pasar por un pequeño túnel bajo la carretera.


Al salir de dicho túnel cambiamos de dirección y nos dirigimos a la derecha para ir hacia el río.


Al aproximarnos a él, el camino hizo un giro a la izquierda y comenzamos a rodar en paralelo a este. Desde el camino íbamos vigilando el río perfectamente.


Poco más adelante, en una pequeña curva fuimos testigos del lugar donde el río Tera vierte sus aguas al Esla, es decir, su desembocadura. 


Continuamos por la ribera del río, ahora ya el Tera, por un buen camino unos tres kilómetros. Trazamos como una "C" invertida bordeando choperas y poco después entramos en la localidad de Olmillos de Valverde.



Hicimos el obligatorio recorrido por el pueblo y lo abandonamos para dirigirnos al cercano Burganes de Valverde. Para llegar a este recorrimos los escasos cuatro kilómetros procurando ir por los caminos más cercanos al río Tera. 


Como llevábamos buen ritmo pronto tuvimos delante el edificio del colegio, cabecera del CRA Valle de Valverde.


Nada más pasar junto a este nos encontramos con el primer mural de los muchos que vimos repartidos por el pueblo, y no vimos todos...


Varios de estos están realizados por el conocido artista Antonio Feliz, "Parsec", natural de Castrogonzalo.




Al llegar a la iglesia llamó nuestra atención su bonita espadaña y la escalera que le da acceso.


Y allí, junto al templo, nos encontramos otro mural más, este con cuatro escenas diferentes.


Dirigiéndonos hacia la salida de la localidad continuamos topándonos con más obras de arte, alguna tan original como la que decora esta fachada, lo único que queda en pie de lo que en, su día, fue una casa.




Abandonamos Burganes dirigiéndonos hacia el río. Al llegar a su ribera continuamos en paralelo a él.


Recorrimos unos cuatro kilómetros entre choperas y excelentes campos de cultivo, la mayoría de ellos recién arados y esperando la siembra.


El camino nos llevó hasta la carretera ZA-100. Nada más incorporamos a ella giramos a la izquierda para continuar por la que va a Friera, pero a unos trescientos metros la abandonamos para continuar por un camino que partía a nuestra derecha.


Dicho camino discurre entre chopos. Siguiendo por él atravesamos por un puente el río Castrón, que hemos conocido a bastantes kilómetros de aquí, prácticamente en su nacimiento en la Sierra de la Culebra.


Más adelante volvimos a cruzar la N-100, seguimos por un camino y terminamos saliendo a otra carretera, la que va a Mózar, entre otras localidades. Poco después de empezar a rodar por ella cruzamos el puente sobre el Tera.


En ese punto el río tiene una anchura tremenda, y a su orilla se encuentra una zona de ocio y baño muy concurrida en verano. También hay un cámping y un restaurante. 


Justo al terminar de cruzar el puente nos desviamos a la derecha para entrar en la pequeña localidad de Mózar. Rodamos por un par de calles y pasamos junto a la iglesia de San Julián, románica en su origen, pero con muchas modificaciones posteriores. por lo que apenas queda algo de la original.


Nada más abandonar esta localidad el paisaje cambió por completo y las grandes extensiones de cultivo y las choperas dieron paso a encinas y monte bajo, jaras principalmente, cuyo característico olor percibimos enseguida.

Poco después nos enfrentamos a la única cuesta de la ruta (exceptuando la de entrada a Benavente) que, además, ni era muy inclinada, ni muy larga. Hizo subir nuestras pulsaciones pero fue muy llevadera.


Enseguida exprimimos el rédito obtenido en la subida disfrutando de una buena bajada. Tras esta giramos noventa grados a la izquierda para continuar por una buena pista que bordeaba una enorme finca vallada. Como un kilómetro después pasaron ante nosotros dos corzos o corzas que saltaron la valla, que tenía cerca de 2 metros, como si nada.


Recorrimos unos tres kilómetros por ese camino que había drenado perfectamente el agua caída y por el que rodábamos con poco esfuerzo. Después de esa distancia fuimos girando hacia la derecha y proseguimos por un camino menos importante y con más agua.


No sabemos si el terreno no drenaba bien o que había llovido una cantidad importante hacía poco, pero el caso es que había charcos por todas partes y el camino en sí mismo tenía una fina capa de barro que nos iba poniendo como cirineos.


De nuevo había cambiado el paisaje y volvimos a ver a nuestro alrededor algunas fincas y tierras de labor. 


Tras unos cuatro kilómetros llegamos a la carretera que une Benavente con Arcos de la Polvorosa. Continuamos por ella dirección Benavente y nada más incorporarnos al asfalto cruzamos un puente sobre el río Órbigo. Nos hizo ilusión porque así habíamos visto los tres ríos de la comarca: el Tera, el Esla y el Órbigo.


Poco después pasamos junto a las instalaciones de la Azucarera, reconvertida en Centro Logístico y de envasado de azúcar, que expide este producto a toda España y a varios países de Europa.


Ya con Benavente a "tiro de piedra" cruzamos la N-525 y al otro lado nos incorporamos a la Vía Verde que une Barcial del Barco con Pobladura del Valle. Rodando por ella pasamos bajo la famosa Torre del Caracol, de estilo gótico y renacentista, que fue parte del lujoso castillo-palacio de la Mota construido por los Condes de Benavente, pertenecientes a Los Pimentel. 


Nada más sobrepasar la torre abandonamos la Vía Verde para ascender por los llamados "Cuestos de la Mota" hacia la ciudad. Ya en ella recorrimos varias de sus calles principales hasta llegar a la Plaza de Santa María.


Allí se encuentra la iglesia de Santa María del Azogue, iniciada en estilo románico, si bien se tardó mucho en concluir.


Nos pareció que podía ser un buen lugar para hacer una foto de grupo, mejor dicho, casi de grupo, porque faltaba el que hizo le dio al disparador. 


Sin más demoras nos dirigimos a la Plaza Mayor donde había muchos puestos de frutas y verduras.


Desde allí continuamos por varias calles hasta llegar a la avenida El Ferial, por la que rodamos más de un kilómetro.


Pasamos bajo un viaducto por el que discurre la N-525 y por un senderito accedimos de nuevo a la Vía Verde, solo que ahora tomamos dirección Barcial del Barco.


Recorrimos por ella menos de tres kilómetros y lo hicimos a gusto porque el firme es bueno, está bien compactado y se rueda muy bien por él. 


La abandonamos para desviarnos a Villanueva de Azoague, Entramos en la localidad pasando junto a la iglesia e hicimos el consabido tour por varias calles del pueblo. 


Lo abandonamos con la intención de encontrarnos con el río Esla y así lo hicimos enseguida. 



Tras el encuentro continuamos adelante por un camino que iba por la ribera del río hasta que nos incorporamos de nuevo a la Vía Verde para cruzarlo.


Lo cruzamos por un puente metálico muy bonito al que, tras la conversión de la línea férrea en vía verde, han puesto piso y barandillas de madera. 


Los que iban encabezando el grupo decidieron que era un buen momento para hacer una foto conjunta, y esta vez sí conseguimos estar todos.


Desde el puente la vista del río resultaba bonita, a pesar de la  plomiza luz de la mañana.


Ya al otro lado del río seguimos pedaleando sin dificultad. Unos dos kilómetros después debíamos dejar la Vía Verde para proseguir por un camino que iba más pegado al río, pero no nos dimos cuenta y continuamos sin abandonarla como un kilómetro y medio más.


Tras recorrer esa distancia llegamos a Barcial del Barco. Allí, en la antigua estación termina la Vía Verde pero nosotros no llegamos hasta ella sino que fuimos hacia la carretera. Enseguida nos desviamos a la derecha 180º para coger un camino que nos acercara al río y al track que íbamos siguiendo.


El track lo encontramos algo más de un kilómetro después y el río sabíamos por la vegetación que estaba cerca pero no pegado a nosotros. 


Ahí empezamos a percibir viento en contra, no nos sorprendió porque la previsión, como ya dijimos, estaba anunciado que podía llegar a 30 km/h y hasta ese momento no habíamos percibido viento alguno. Por él se rompió el grupo en dos en función de la velocidad. En cualquier caso, todos estábamos rodando rápido.


Se sucedieron varias rectas "eternas" en las que nos tocó sufrir para mantener la velocidad alta y es que el viento nos frenaba muchísimo. También se incorporó a la ruta una fina lluvia, pero ni siquiera molestaba.


Aunque íbamos a buena velocidad tardamos en hacer el tramo Barcial-Santovenia del Esla, pero es que la distancia era de casi 13 km y con el viento pasar de 20 km/h costaba horrores.

Finalmente llegamos a nuestro destino, Villaveza. Continuamos por la calle por la que entramos que terminó por llevarnos a la N-630 y junto a esta se encuentra el Restaurante Esla, donde teníamos reservado para comer. 


Al llegar cargamos la bicis, nos aseamos, y entramos a comer. Tuvimos que esperar unos minutos, que nos sirvieron para tomar una caña y hablar sobre la ruta recién terminada. Cuando hubo sitio pasamos al comedor. Comimos bien y, al terminar, nos subimos en los coches y derechitos a lavar las bicis en cualquiera de los lavaderos de Zamora. Después de lavarlas nos despedimos y cada uno regresó a su casa.



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