13 de abril de 2025

Desembocadura del río Aliste (convalida Ruta de la colza 7.0)

Hace unos días, preparando una ruta, vimos en el mapa que muy cerca de la localidad de El Campillo había un camino que terminaba justo frente a la desembocadura del río Aliste. Nos pareció una excusa más que suficiente para ir hasta allí a disfrutar de las vistas. Lo que no esperábamos era encontrarnos muchos campos de colza en esta zona, tantos, que esta ruta va a ser también la Ruta de la colza 7.0.

Casi, casi tuvimos pleno esta mañana porque a las 9.30 nos juntamos seis bikers, solo nos faltaron dos. Tras los saludos iniciales comenzamos la marcha bordeando el Duero para ir a Valorio y allí ascender hacia el Alto de San Isidro. 

La mañana estaba perfecta. Unos 10º de temperatura, poco viento, sol y nubes, además, de las bonitas, algodonosas y de distintas tonalidades.

Después de romper a sudar en esa ascensión que siempre nos pilla fríos, continuamos por el Camino del Monte. No tardamos en encontrarnos con los campos amarillos, sembrados de colza, que en los últimos años llenan de color los paisajes de la Tierra del Pan y de la Tierra del Vino durante el mes de abril.


Unos siete kilómetros después de la salida cruzamos por encima de la autovía A-11. La bajada del viaducto nos sumergió en una inmensa recta repleta de pliegues. Son unos tres kilómetros en los que hay unas diez subidas y sus consiguientes bajadas.


Esas subidas y bajadas no nos gustan mucho, sobre todo las primeras, pero lo que sí nos gustó fue todo lo que veíamos alrededor.



Terminada la recta, un giro de noventa grados a la derecha nos metió en otro camino. Poco después llegamos a un cruce de varios. Nosotros continuamos por el que parte casi frente al que nosotros traíamos. Enseguida se inicia una bajada que lleva a la finca de Palomares. 


Al terminar el descenso comienza una subida larga y tendida, de unos tres kilómetros, que atraviesa toda la dehesa. A nuestra izquierda los pinos entre los sembrados de cereales formaban un contraste muy bonito.


Terminamos la subida sin novedad, giramos a la izquierda y, enseguida, a la derecha para continuar por otra larga recta, de tres kilómetros, con perfil descendente y en la que pudimos disfrutar de esos contrastes entre los verdes y los amarillos que tanto nos gustan.






Cuando ya teníamos a Valdeperdices a la vista realizamos un giro a la izquierda. Entramos en otra pista con una generosa cuesta abajo que nos llevó hasta la carretera que va a esa localidad. 


Nos incorporamos a ella hacia la izquierda y unas decenas de metros más adelante un nuevo giro, a la derecha en esta ocasión, nos llevó a seguir rodando por un espacio entre dos fincas en el que no estaba marcado el camino, invadido por la hierba.


Unos doscientos metros más adelante llegamos a un camino ya marcado al que nos incorporamos hacia la izquierda. Este nos llevó hasta la carretera que une la N-122 con El Campillo. Continuamos por ella, hacia la derecha, como un kilómetro de suave subida.


Transcurrido ese tramo nos desviamos a la izquierda para proseguir por un camino. En el primer tramo estaba marcado por dos roderas, pero tras dos giros a la derecha en poco espacio comenzamos a rodar por una pista más ancha trazada en paralelo a la carretera. 


Rodamos por ella unos cuatro kilómetros. Como el firme es tan bueno lo hicimos a buen ritmo. Pronto comenzamos a ver la localidad de El Campillo y, en pocos minutos, estábamos ya rodando por una de sus calles.



Esa nos llevó hasta la principal y, tras una ligera subida, llegamos a la iglesia visigoda de San Pedro de la Nave (siglo VII). 


Este templo se hallaba inicialmente a orillas del río Esla, y la construcción del embalse de Ricobayo amenazaba con anegarlo. El historiador Manuel Gómez Moreno consiguió que se desmontara de su primitiva ubicación y fuera trasladada piedra a piedra entre los años 1930 y 1932 a la población más cercana a su emplazamiento original: El Campillo.

Nos tentó hacer una parada para verlo pero como ya lo hemos visitado muchas veces continuamos adelante. Unos quinientos metros después giramos hacia la derecha para seguie por otro camino setecientos metros. En este tramo pudimos ir contemplando buenas vistas del embalse de Ricobayo, que hoy lucía espléndido por dos motivos: porque está a punto de alcanzar su nivel máximo y porque era un espejo del cielo salpicado de nubes que tenía por encima.


A la orilla opuesta pudimos ver Villaflor, un pueblo que con la construcción del embalse perdió gran parte de su territorio. También se quedó sin iglesia, sin cementerio y sin comunicación con los dos pueblos más próximos, Villanueva de los Corchos y El Campillo.

Cuando estaba a punto de terminarse el camino por el que íbamos rodando comenzamos a descender hacia el embalse. Aunque estábamos rodeados de escobas, mirando a la izquierda teníamos frente a nosotros lo que nos había llevado hasta allí: la desembocadura del río Aliste.


Estuvimos unos minutos contemplando la panorámica y aprovechamos la parada para comer algo, incluidas una almendras garrapiñadas, tan propias de este época, que llevó un biker. También nos pareció un buen momento para hacer un selfie.


De nuevo sobre las bicis tuvimos que comenzar el regreso por el mismo camino que nos había llevado hasta allí. Unos quinientos metros después giramos a la izquierda para continuar hacia la entrada del pueblo pero bordeando este. Desde allí proseguimos hacia la izquierda, primero descendiendo y después haciendo lo contrario, para ir hacia la localidad de Almendra.


Recorrimos algo más de tres kilómetros y llegamos a la carretera que llega a esa localidad. Continuamos por ella hacia la derecha unos cientos de metros, dejando a nuestra espalda el pueblo, tras los que nos desviamos a la izquierda para volver a rodar por tierra. 

En este camino describimos como un cuatro invertido, subimos y bajamos un par de pliegues y, tras dos kilómetros, una cuesta abajo nos introdujo en Valdeperdices.
 

Recorrimos algunas calles del pueblo y salimos de él por el camino asfaltado que va hacia Andavías, que se inicia con una subida que llega a alcanzar el 12% de desnivel. Después de un kilómetro y medio por el asfalto nos desviamos a la derecha. 

Recorrimos por el camino que tomamos unos cuatro kilómetros salpicados de sube y bajas y en los que, en los dos primeros cruces, continuamos de frente y en el tercero giramos a la derecha. 



Ese cambio de dirección nos llevó a rodar en paralelo al Arroyo de la Fresneda descendiendo hacia el corazón de Palomares.


Nos desviamos del arroyo girando a la izquierda, comenzando un nuevo ascenso. Un giro al lado contrario nos introdujo en la última subida de la mañana. Al culminar esta comenzamos a rodar por llano y, poco después, se tornó en un suave descenso hacia La Hiniesta.


Al terminar la cuesta abajo continuamos hacia la izquierda, pasamos bajo las vías por sendos túneles y por un tercero bajo la carretera, y entramos en la localidad de La Hiniesta.

Al llegar a la carretera continuamos por ella hacia la derecha, lo que nos permitió recorrer la localidad de punta a punta, pasando junto a la iglesia de Santa María la Real de la Hiniesta, de imponente portada.


Dejamos atrás el pueblo siguiendo el camino habitual para ir hacia Zamora, pasando junto a pequeñas propiedades, varias choperas  y terminando en la carretera, por la que tuvimos que rodar unos doscientos metros. Los justos para desviarnos hacia la antigua carretera de La Hiniesta.


Ya por esta pasamos junto al campo de golf de Valderrey y entramos en el Bosque de Valorio. Al llegar al Puente Croix decidimos desviarnos hacia la izquierda e iniciar el "Caminito del Rey", nombre con el que denominamos a este tramo técnico que tanto nos gusta que, primero asciende serpenteando, y después bordea una meseta rocosa por un caminito con espectaculares vistas de Zamora.


El camino termina junto a las vías, para después ascender y, tras un desvió hacia la derecha, bajar hacia los campos de fútbol de Valorio. Desde allí continuamos por el carril bici primero, y después por carretera, hacia Trascastillo para terminar en los Barrios Bajos, por donde continuamos hasta el punto desde el que habíamos partido.

¿Alguien se puede imaginar mejor final que recuperar las fuerzas en una terracita, con 20º, tomando una caña? Pues ese mismo fue el fin de nuestra ruta, mejor imposible.



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