La ruta de hoy transcurría con normalidad, estábamos disfrutando de la mañana y de la bici y, al pasar por Arcenillas, tuvimos un regalo inesperado, los últimos feligreses acababan de salir de misa y la puerta de la iglesia permanecía abierta. Frenamos en seco y nos acercamos para comprobar si nos permitían ver las famosas Tablas de Arcenillas, sobre las que se ha hecho una actuación recientemente. Pudimos entrar y nos encantaron. Fue el colofón ideal para una mañana perfecta.

Pero para llegar Arcenillas hubo que hacer muchos kilómetros antes. Por ello a las 9.30 h nos presentamos tres bikers en la CD. Desde allí fuimos al otro lado del Puente de Hierro, donde nos esperaban otros tres. Después de los saludos, ya todos juntos, seguimos por el Camino Viejo de Villaralbo para, enseguida, desviarnos a la derecha siguiendo las indicaciones del GR-14, si bien pronto nos olvidamos de ellas para llegar a la carretera de Moraleja, que cruzamos para continuar por un singular recorrido que nos llevaría hasta Morales del Vino.
En este itinerario cambiamos varias veces de dirección, fuimos en paralelo a la A-66, pasamos por un túnel bajo ella, también pasamos por un viaducto sobre un ramal de dicha autovía y llegamos a esa localidad por un camino por el que lo hemos hecho pocas veces.
Entramos al pueblo por una calle que nos llevó hasta la iglesia. Allí continuamos por otra que nos condujo hasta la N-630, la cruzamos y salimos por la carretera que va hacia Entrala.
Antes de llegar a esa localidad nos desviamos como si fuéramos a ir hacia La Yagona y enseguida giramos a la derecha para seguir por un camino que nos llevó a bordear la zona de bodegas de este pueblo, sin llegar realmente a rodar por sus calles, solo lo bordeamos.
A esas alturas de la mañana la temperatura seguía siendo algo fresca, algo menos de 8º, pero había una brisa que hacía que la sensación térmica fuera menor. Eso sí, el sol comenzaba a ejercer su poder, y se estaba abriendo paso entre las nubes que, a primera hora, casi llenaban el cielo.
Dejamos atrás Entrala por un camino que nos llevó a cruzar la carretera que une esa localidad con El Perdigón. El último tramo es una zona muy bonita con terrenos cultivados y algo de arbolado.
Entramos en El Perdigón por una zona repleta de bodegas, algunas vivieron un momento de esplendor hace años y ahora permanecen abandonadas. Pasamos junto a la iglesia y llegamos a la plaza, donde se encuentra el Palacio de los Vizcondes de Garcigrande, del siglo XVI.
Salimos de esta localidad por un camino poco frecuentado por nosotros. Realizamos como un cuatro para llegar a pisar unos cientos de metros el camino asfaltado que va a la A-66, pero enseguida nos desviamos a la derecha para proseguir por otro camino que, sin cambios de dirección, nos llevaría hasta las inmediaciones de Casaseca de Campeán.
Aunque desde la salida de Zamora veníamos subiendo suavemente, fue en este tramo donde más pudimos percibir ese continuo ascenso, ya que es algo más acusado. Menos mal que mirando para los lados se sube mejor, admirando los campos de colza comenzando a florecer o los de cebada o trigo, de un verde subido.
Y para contrastar, de vez en cuando, algún campo en barbecho, un lento reposo de la tierra para entregarse con mayor vitalidad en la siguiente campaña.
Recorrimos por este camino unos cinco kilómetros. Teniendo ya a la vista Casaseca de Campeán hubo una subida algo más empinada que nos llevó hasta un camino más importante.
Ese nos condujo a pasar por un pequeño túnel bajo el abandonado trazado ferroviario de la Ruta de la Plata. Si hubiéramos seguido sin cambiar de dirección habríamos llegado al pueblo, pero nos desviamos a la izquierda y solo lo bordeamos.

Cruzamos la carretera y seguimos de frente para, poco después, girar de nuevo a la izquierda y continuar ascendiendo junto al bonito contraste entre el amarillo de la colza y el verdor de los cereales.
Otro giro a la izquierda nos metió en otro camino por el que, poco después, cruzamos la abandonada vía y seguimos adelante.
Desembocamos en la carretera que une Corrales del Vino con El Perdigón. Nos incorporamos a ella y comenzamos a disfrutar, descendiendo, de todas las rentas acumuladas desde la salida de Zamora.
Entramos en esa localidad y el track nos llevó a pasar junto a la iglesia de La Magdalena, que se encuentra en una plaza, junto al Ayuntamiento. Como daba el sol en su pórtico paramos para, quien quisiera, aprovechara para reponer fuerzas.
Siete u ocho minutos después volvimos a montarnos sobre las bicis y emprendimos la marcha. Salimos del pueblo y poco después cruzamos bajo la A-66 por un túnel hecho para, si alguien se descuida, poner a prueba el casco.
A la salida continuamos por el camino denominado la Vereda de Toro, una gozada para los rodadores gracias a la combinación de buen firme y ligera pendiente descendente. Los cuatro kilómetros que realizamos por él pasaron rápido porque rodamos en torno a 30 km/h.

Por la zona también pudimos disfrutar de ese verde que lo inunda todo y los campos que están a punto de teñirse de amarillo.
El camino une Corrales con Peleas de Abajo pero tampoco entramos en esta localidad, la dejamos a nuestra derecha porque, al llegar a la carretera y cruzarla, continuamos recto por un camino que nos pareció inédito para casi todos nosotros.
Al principio tenía dos roderas, pero poco a poco fue perdiéndolas y terminó estando totalmente de hierba. Como aún tenía rocío sirvió para ponernos las ruedas en estado de fábrica, negritas y relucientes.
Tras unos dos kilómetros por este camino llegamos a una chopera, ya conocida, cercana a la piscifactoría abandonada de Jambrina. Después de atravesarla sorteando las zonas encharcadas que aún mantiene, llegamos a una buena pista por la que continuamos hacia la izquierda.
Esta se inicia con una subida larga, le sigue la consiguiente bajada, y varias ternas más de ese tipo. Estando cerca ya de Casaseca de las Chanas se aplana y se rueda por ella de maravilla.
Antes de llegar a esa localidad nos desviamos a la derecha, cruzamos la carretera de Fuentesaúco y enseguida giramos a la mano contraria, haciendo así una especie de circunvalación del pueblo. Poco después cruzamos la carretera que la une con Moraleja del Vino y continuamos de frente.
El nuevo camino de suave descenso, nos permitió recorrer los tres kilómetros que nos separaban de Arcenillas en pocos minutos. Hay que destacar que en esos momentos la mañana había conseguido ponerse preciosa, con un sol radiante y pocas nubes en el horizonte. A esto le acompañaba una temperatura muy buena, unos 13º. Vamos, que teníamos todos los ingredientes para ir gozándola, y lo íbamos haciendo.
Enseguida llegamos a Arcenillas. Cruzamos el pueblo y, como ya relatamos, al pasar junto a la iglesia y ver que estaba abierta entramos a preguntar si podíamos ver las famosas Tablas de Arcenillas.
Y es que habíamos leído en la prensa hace unos meses que había sido inaugurada la intervención realizada por el Plan Románico Atlántico, consistente en poner las tablas hispano-góticas de Fernando Gallego, en unos soportes de madera independientes. Además se ha dotado de una cuidada iluminación.
En la actualidad se exhiben 11 tablas pintadas por Fernando Gallego y su taller hacia el año 1494, de estilo hispano flamenco. Originalmente fueron al menos 35 tablas y formaron parte del retablo de la Catedral de Zamora, que fue vendido a la parroquia de Arcenillas en el año 1715.
Para construir la nueva bóveda del ábside de la iglesia, en 1816, se desmontó el retablo y al terminar las obras unas 20 tablas desaparecieron, habiéndose recuperado tres, si bien no se encuentran en Arcenillas.
A mayores, cuatro tablas fueron robadas en 1993 y, pese a su búsqueda, ha sido imposible localizarlas. Hay que aclarar que, a pesar del robo, se pueden contemplar 14 tablas, porque aparecen junto a las originales tres copias de las tres robadas, donadas al pueblo por Fabriciano Martín Avedillo, hijo del pueblo, canónigo emérito de la Catedral de Zamora y familiar de uno de los bikers que disfrutamos de este regalo que nos brindó la mañana.

Salimos de la iglesia y continuamos nuestro camino. Dejamos atrás el pueblo por un camino, también "adornado" de una suave bajada, que en poco más de dos kilómetros nos llevó a la carretera de Moraleja.

Nos incorporamos a esta hacia la izquierda, pero solo rodamos por ella unos trecientos metros ya que nos desviamos a la derecha para seguir por el camino asfaltado que une esta carretera con Villaralbo. Solo permanecimos en este unos quinientos metros porque, como nos gusta más la tierra que el alquitrán, hicimos un giro a la derecha para seguir levantando polvo. Terminamos uniéndonos al GR-14 y ya por él llegamos a Villaralbo.
Atravesamos una parte de esta localidad, si bien al llegar al Ayuntamiento emprendimos un recorrido por el que terminamos por bordear otra parte del pueblo. Finalmente, llegamos a la ribera del río y allí seguimos hacia Zamora por el llamado Camino de San Miguel.
Los cinco kilómetros que nos separaban de Zamora los hicimos a buen ritmo porque el terreno y la orografía lo permiten. Al llegar a la ciudad se sugirió tomar algo en el Bar D'Tres, en la Avenida de Portugal, y allí nos dirigimos.
Una vez con la caña y la tapa de tortilla en el cuerpo, el grupo se disolvió pacíficamente, habiendo quedado en verse sobre la bici algún día de esta semana porque ya hay que ir empezando a prepar la gran ruta del verano.
Para descargar la ruta, haz clic en el logo de Wikiloc.
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