20 de abril de 2025

En busca de la Laguna de Castrillo

Hace unos días, planificando una ruta, vimos en el mapa una laguna desconocida, la Laguna de Castrillo. Nos pareció buena idea ir a conocerla así que generamos una ruta hasta allí. Lo que no sabíamos es que se encuentra en el interior de una dehesa y que un par de cancelas nos impidieron llegar hasta ella. Eso sí, la zona nos encantó.

Los viajes, la pereza, la procesión y otras obligaciones impidieron a la mayoría de los bikers presentarse a la cita dominical, tan solo dos habíamos confirmado nuestra presencia y a las 9.30 h estábamos en el lugar de costumbre. La temperatura no era alta, ocho grados y algo de viento del oeste, y el cielo aparecía semicubierto, en cualquier caso nos pareció un día maravilloso después de lo malo que había hecho los días anteriores.

Iniciamos la ruta dirigiéndonos al puente de Cardenal Cisneros, al terminar este bajamos las escalerillas y continuamos por el camino asfaltado que habitualmente utilizamos para ir a Villaralbo. Nada más pasar bajo la autovía a través de un pequeño túnel, giramos a la derecha para dirigirnos hacia otro camino asfaltado que también va a esa localidad. En ese tramo percibimos cierta ligereza en nuestra marcha, señal inequívoca de que el viento nos iba ayudando.

Con esa ayuda y el empuje de nuestras piernas llegamos pronto a Villaralbo. Cruzamos la localidad transitando por varias de sus calles para, finalmente, cruzar la carretera que la circunvala y continuar por el GR-14. Enseguida pudimos comprobar que el campo sigue luciendo sus mejores galas, la colza en plena explosión de su característico amarillo, los cultivos de cereales de intenso verde y las tierras aradas primorosamente esperando la siembra del maíz. 


Los siete kilómetros que separan Villaralbo de Madridanos también los hicimos en un breve periodo de tiempo. Realmente no tienen ninguna dificultad, se rodaba muy bien y el viento nos seguía ayudando ligeramente. Nos sorprendió que el suelo estuviera prácticamente seco. Salvo algunos pequeños charcos, nada más evidenciaba que hubiera llovido la tarde/noche del día anterior. 

Pasamos por Madridanos casi de soslayo, por su izquierda. Pero poco después de dejar atrás la localidad nos desviamos a la derecha, bordeamos unas naves y volvimos a girar hacia el mismo lado para adentrarnos en una larga recta de casi cuatro kilómetros. Desde ese camino, ligeramente ascendente, pudimos obtener una buena vista de El Viso.


Tras esos kilómetros giramos noventa grados a la izquierda y poco después al lado contrario, entrando así en el camino habitual que bordea la zona denominada "Las Contiendas".  Desde este ya pudimos percibir "El Viso" bastante más cerca. 


El sol se escondía y aparecía a criterio de las nubes, pero estas, el cielo y los contrastes entre las zonas de sombra y las soleadas de los campos de cultivo, formaban unas imágenes dignas de ver y que se hicieron merecedoras de ser captadas.


No tardamos mucho en llegar al punto donde, normalmente, nos desviamos para ascender a "Las Contiendas", pero en esta ocasión continuamos sin abandonar el camino por el que íbamos, si bien poco después cambiamos de dirección girando noventa grados a la izquierda.

Entramos en otro camino, una recta de nuevo de algo más de kilómetro y medio de longitud. Superado ese tramo viramos más de noventa grados a la izquierda para continuar por un camino que comenzó con un suave ascenso hacia "Las Contiendas", y que estaba rodeado de cereales y colza.


La subida no tardó en endemoniarse, llegando a ver en nuestro GPS hasta el 12% de ascenso. Además, no fue corta, como de un kilómetro.


Al culminarla y echar la vista a un lado pudimos contemplar una buena panorámica gracias a la altura ganada. 


Tras un pequeño respiro proporcionado por una pequeña bajada, enseguida tuvimos que enfrentarnos a un nuevo ascenso, pero mucho más corto. Además, este nos premió enseguida con una espectacular bajada de casi kilómetro y medio. 

Lo curioso es que la zona por la que rodábamos en ese momento no tenía nada que ver con la que habíamos dejado atrás poco más de un kilómetro antes. Los campos de cultivo dieron paso a una zona de monte donde las encinas, las jaras, las escobas, la lavanda y el tomillo lo cubrían prácticamente todo.


Poco más adelante también nos encontramos con enormes viñedos, productores de uvas de la Denominación de Origen Toro.


Al terminar el descenso debíamos desviarnos ligeramente a la derecha por un camino que discurre entre dos zonas valladas pero no pudimos acceder a él porque tenía una cancela. 

Vimos en el mapa del GPS que si continuábamos por el camino que partía a nuestra derecha nos uniríamos con el que iba a ser el de vuelta de la Laguna de Castrillo en caso de haber podido llegar a ella. Decidimos prescindir de la laguna y seguir por esa opción. Un kilómetro más adelante nos unimos a ese camino de vuelta. Nos miramos los dos y dijimos casi al mismo tiempo: ¿y si intentamos llegar a la laguna yendo por el camino por el que deberíamos haber vuelto?

Giramos a la izquierda y rodamos unos dos kilómetros en los que tuvimos que realizar un pequeño ascenso, descendimos para enseguida volver a subir y, finalmente, nos dejamos caer por una larga cuesta abajo de casi un kilómetro y medio.


Al llegar abajo vimos a la izquierda, tras unos chopos, el camino que debíamos seguir y que nos llevaría hasta la laguna, pero nada más traspasar los árboles nos encontramos con una nueva cancela. Le preguntamos a un hombre que había por allí y nos dijo que el acceso estaba cortado porque la laguna estaba dentro de la Dehesa de Castrillo. 

Resignados a no verla, giramos las bicis ciento ochenta grados y comenzamos a recorrer el mismo camino que nos había llevado hasta allí, pero en sentido contrario. Ello implicó enfrentarse a un largo ascenso rodeados, por la derecha de la dehesa y por la izquierda de monte y de grandes viñas.


Cuando llegamos a la intersección desde la que habíamos decidido intentar ir a la laguna por el camino de vuelta, seguimos adelante. Tras un pequeño descenso tuvimos que volver a forzar nuestras piernas porque la cuesta arriba así nos lo exigía. Los últimos metros de la misma los hicimos junto a un viñedo enorme.



Al culminar la cuesta tuvimos premio porque se veía una inmensidad de territorio gracias al esfuerzo de haber subido hasta allí. 


El segundo premio nos llegó en forma de réditos por todas las subidas acumuladas y consistió en bajar durante casi un kilómetro y medio. Dicho premio incluía también poder disfrutar de preciosas vistas.


El último tramo del descenso nos llevó hasta una zona muy frondosa. No es de casualidad sino porque el Arroyo de Talanda pasa por ese valle.


El campo de colza que encontramos en la parte más baja nos pareció tan bonito que decidimos parar para hacer una foto de grupo, bueno, de minigrupo.



Eso sí, la foto está mucho más bonita sin monigotes.


Cuando volvimos a las bicis nos esperaba una subida de casi un kilómetro. A esta le sucedió una pequeña bajada seguida de otro ascenso. 


Después de este entramos en la localidad de Sanzoles. Cruzamos la carretera y continuamos nuestro recorrido por el pueblo, que nos llevó hasta un lateral de la iglesia. 


Salimos a la carretera, continuamos por ella unas decenas de metros y giramos a la derecha para seguir por un camino descendente.


Al terminar la bajada continuamos por otro camino que cogimos desviándonos ligeramente a la izquierda. Describimos después como un cuatro invertido. Este recorrido nos llevó, en un principio, a ir hacia El Viso, pudiendo disfrutar a nuestra derecha de espectaculares paisajes. 


Un desvío nos llevó a ir de espaldas al repetidor para que después, otro cambio de dirección, nos hizo pasar por un lateral del mismo. 

La última subida de este trayecto nos llevó a un alto desde donde comenzamos a descender hacia la localidad de Bamba. 


Atravesamos el pueblo por la carretera que lo cruza de lado a lado. Al terminar sus edificaciones giramos a la derecha para tomar el camino que va hacia Moraleja del Vino. Justo al ir a hacer ese giro echamos la vista atrás y tomamos una foto de la iglesia.


No hemos comentado que desde que iniciamos el camino de vuelta estábamos sufriendo casi todo el tiempo el viento frontal. Nos hizo mucha gracia que en la ida apenas nos ayudara porque su velocidad no era alta y nos daba lateralmente, pero después viró y sopló con más fuerza para hacer más costoso nuestro regreso. 

En el camino entre Bamba y Moraleja fuimos sorteándolo rodando uno detrás del otro, "chupando rueda", como se dice vulgarmente. 

Realmente Moraleja apenas lo tocamos lateralmente. En ese recorrido bordeando el pueblo encontramos este campo de colza que tan bien contrasta con el bonito cielo . Poco después pasamos junto al cementerio y desde allí continuamos hacia Villaralbo.


Pero no realizamos el recorrido habitual, sino una alternativa en la que realizamos cinco giros de noventa grados a uno y otro lado para, finalmente, terminar en el pueblo. Desde este fuimos a enlazar con el llamado Camino Viejo de Villaralbo y por él recorrimos los cuatro kilómetros que nos separaban de la capital. 
 

Al llegar a Zamora continuamos hasta la entrada del Puente de Hierro, pero antes de girar hacia este decidimos continuar de frente hasta el Puente de Piedra. Cruzamos por él y a la salida fuimos por la Avenida del Mengue hasta la altura del colegio Jacinto Benavente. 


Nuestra intención era tratar de ver la procesión de la Resurrección y lo conseguimos porque justo llegamos cuando estaba pasando el Cristo resucitado.


Esperamos unos minutos y también tuvimos la oportunidad de ver a la Virgen.


Al terminar de ver la procesión nos dirigimos a un bar donde saciar nuestra sed. Lo encontramos en la zona de Puerta Nueva. Allí nos tomamos una cerveza mano a mano y, al terminarla, desfilamos hacia nuestras casas. 



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