29 de abril de 2025

Norte de La Carballeda

No es la primera vez que rodamos por la comarca de La Carballeda, pero por una parte de la zona norte no lo habíamos hecho nunca hasta hoy. Nos hemos encontrado con corzos, con paisajes muy variados, con arroyos y ríos, y con encinas, robles, escobas y urces (brezos). ¡Espectacular!

Los ochenta y cinco kilómetros que separan Zamora de Rionegro del Puente tardan en recorrerse casi una hora y cuarto. Por ello decidimos quedar a las 8.45 h para cargar las bicis de los tres bikers que íbamos a participar en la ruta (dos en el portabicis y una desmontada en el interior). Al llegar a la "capital" de la Carballeda bajamos las bicicletas, nos preparamos y tomamos un café buenísimo en el Bar La Vereda.

Pasaban cinco minutos de las diez y media cuando iniciamos la marcha. Enseguida dejamos a un lado el Santuario de Nuestra Señora de la Carballeda.


Cruzamos la N-525 bajo un pequeño túnel para acceder a un área recreativa muy bonita en torno al río Negro y pasamos al otro lado de este a través de un pequeño puente.



Rodamos unos cientos de metros en paralelo a la N-525, la cruzamos y continuamos por la carretera local que va a Molezuelas de la Carballeda. Desde el primer momento comenzamos a ascender suavemente, algo que nuestras piernas no recibieron muy bien ya que aún no nos había dado tiempo ni a que calentaran. 

El asfalto estaba flanqueado de encinas y monte bajo en un primer momento, dando paso a robles más adelante, sin desaparecer por ello los encinares. 



Después de cuatro kilómetros por esta carretera en la que no vimos ni un solo coche nos desviamos a la derecha para continuar por una pista de tierra por la que se rodaba de maravilla. Menos de un kilómetro más adelante, volvimos a cambiar de dirección, a la izquierda en este caso, para enfilar una larga recta.


La tendencia era descendente pero de vez en cuando fueron apareciendo pequeños sube y bajas. A ambos lados del camino había un auténtico estallido de primavera, con las hiniestas y los brezos repletos de sus flores amarillas y moradas, respectivamente.


Recorrimos por esta pista unos cinco kilómetros. Al final de la larga recta nos encontramos con una vaguada a la que accedimos virando levemente a la derecha.


Ya con Molezuelas de la Carballeda a la vista tuvimos que ascender para llegar a una ermita sin ningún valor histórico ni artístico. Allí mismo cambiamos de dirección, hacia la izquierda, para entrar en el pueblo. 


Como siempre, hicimos un pequeño tour por la localidad, pasando por la iglesia, que suele estar en el centro. En este caso nos encantó la espadaña. 


Dejamos atrás el pueblo por un camino estupendo que, en un primer tramo, estaba bordeado de praderas. Poco más adelante fueron apareciendo algunos robles. Comentamos que podía ser un lugar propicio para ver ciervos y, como si los hubiéramos invocado, poco después se nos cruzaron cuatro corzos.


Desde que salimos de Molezuelas el perfil fue ascendente, es cierto que no nos encontramos con subidas duras pero el ascenso era constante. 

Las praderas fueron dando paso a monte bajo y arbolado y el camino, aunque ya no era una pista perfecta, seguía siendo bueno.


Unos cuatro kilómetros después de salir de Molezuelas entramos en un cerrado bosque de pinos negros de repoblación. 


A lo largo de este la subida era algo más pronunciada pero aún así conseguimos ir rodando a muy buen ritmo y eso que este bosque se prolongó a lo largo de casi ocho kilómetros.


Después de una bajada en la que describimos tres curvas de casi noventa grados a izquierda, derecha e izquierda, respectivamente, comenzamos a rodar junto al río de la Ribera. El paisaje cambió por completo y volvimos a disfrutar de praderas y bosque autóctono.


El camino discurre junto al río a lo largo de unos dos kilómetros en los que pudimos disfrutar de su compañía, de los bonitos paisajes que nos iba ofreciendo y de la subida casi continua, aunque disfrutar, lo que se dice disfrutar de esta última, no lo hacíamos.  


Según nos íbamos acercando a Muelas de los Caballeros la ascensión se iba endureciendo, si bien el firme exigía menos esfuerzo al estar totalmente liso.


Superada la última subida de cierta importancia, entramos en un tramo casi llano por el que llegamos a esa localidad. 


Muelas de los Caballeros es uno de los pueblos más bonitos y mejor conservados de la comarca. Prácticamente la totalidad de sus edificaciones están realizadas con piedra y pizarra, habiendo, además, innumerables casas con cuidadas balconadas de madera. 


En nuestro recorrido por el pueblo fuimos hasta la iglesia para después ir hacia el lado opuesto, en busca de un restaurante en el que están depositadas las llaves para entrar al Jardín El Fenal.


Vimos un restaurante y estaba cerrado, así que nos quedamos sin llaves. Aún así decidimos ir hasta el jardín botánico por si veíamos algo desde el exterior (cuando regresamos al pueblo después de la visita al jardín nos dimos cuenta de que nos habíamos equivocado de restaurante, en el que están las llaves es en el primero que hay a la derecha en la carretera, viniendo desde Mombuey o Palacios de Sanabria).

Para llegar a El Fenal tuvimos que recorrer un kilómetro desde que terminó el pueblo, para no variar todo de subida. Eso sí, ya casi allí, a nuestra derecha pudimos contemplar todo un espectáculo de la naturaleza. 


A nuestra izquierda, mientras ascendíamos una empinada cuesta, pudimos ver las copas de varios de los árboles singulares que hay en el interior de este jardín botánico.


Al llegar junto a la puerta de acceso nos dio una gran alegría ver que estaba abierta, pero nada más traspasarla nos llevamos la primera decepción, el pinsapo que había a la entrada, uno de los árboles singulares de Castilla y León , se había caído con sus 22 metros de altura y casi 5 m de diámetro. El tronco se encontraba obstaculizando el paso y ya estaba desprovisto de ramas. 


Realizamos un pequeño paseo por este curioso lugar que fue creado entre los años 1.900 y 1.920 por un indiano natural del pueblo, Maximiliano Santiago Prieto (1875-1926), en una extensión de unas dos hectáreas. En sus viajes, tanto por España como por el extranjero, traía especies arbóreas de los lugares que visitaba y las plantaba en esta finca.

En ella pudimos contemplar otro árbol catalogado como singular de Castilla y León, una enorme secuoya (hay varias, pero esta es la más grande).


Y también la casa del indiano, construida sobre un promontorio de rocas, siendo en su momento la primera y única del pueblo en contar con electricidad y teléfono.


Antes de salir nos pareció un buen momento para hacernos un selfie.


Abandonamos El Fenal decepcionados por el estado de abandono en el que se encuentra. Es una auténtica lástima que ninguna institución se haga responsable del mantenimiento mínimo que exige un lugar tan especial como este. 

De nuevo sobre las bicis tocó empezar a sacar rédito a la gran cantidad de subidas que habíamos realizado hasta ese momento. Y lo hicimos bien porque volvimos al pueblo por el mismo camino por el que habíamos ido hacia el jardín, solo que al regresar era todo cuesta abajo y tardamos poquísimo en realizarlo.

Atravesamos de nuevo una parte de Muelas de los Caballeros y, casi a la salida hacia Mombuey o Palacios, nos desviamos a la izquierda. Entramos de nuevo en un camino excelente de perfil descendente, si bien con un par de pequeños repechos. 


Después de unos cuatro kilómetros, la mayoría de ellos descendiendo, llegamos a otra pequeña localidad, Donadillo. 


Hicimos un pequeño recorrido por el pueblo, pasamos junto a la iglesia y una pequeña plaza y lo dejamos atrás saliendo por una carretera local pero enseguida nos desviamos a la izquierda para continuar por un camino que abandonamos enseguida, también girando a la izquierda, para seguir por uno de las mismas características que el que nos había llevado hasta allí.


De las mismas características salvo que tuvimos que realizar dos pequeñas subidas antes de seguir bajando.


Descendimos suavemente, pero el viento existente frenaba una gran parte de nuestra inercia, aún así conseguimos rodar rápido. Tras dos kilómetros de bajada llegamos a una vaguada cruzada por un arroyo en el que mansamente pastaba una vacada, mientras una familia de patos se movía en el agua. 
 

Tras el paso por esa zona más baja tocó subir de nuevo pero sufrimos menos viendo los enormes campos de brezo ya floridos que íbamos encontrando a ambos lados del camino.


Después de la subida, de unos quinientos metros, hubo la consiguiente bajada para inmediatamente enfrentarnos a otro ascenso, muy suave, que nos llevó hasta las puertas de Peque.

.
Entramos en la localidad por el camino de la derecha para así recorrer varias de sus calles.


Como ocurre en casi todos los pueblos por los que pasamos, fuimos encontrando decenas de casas abandonadas o con el cartel de se vende.


Pasamos por una placita y junto a la iglesia, y desde esa parte del pueblo nos fuimos hacia la derecha para salir de él y seguir nuestro itinerario previsto.


A esas horas de la mañana las nubes habían ido apoderándose del cielo, si bien habíamos partido de Rionegro con unos 13º, sol, algo de viento y algunas nubes, la temperatura había ido subiendo hasta los 20º al tiempo que crecían esas nubes de evolución que iban velando la luz del sol en algunos momentos.

Dejamos el pueblo atrás bajando suavemente durante casi un kilómetro hacia el encuentro con el río de la Ribera, que íbamos viendo a nuestra derecha desde la salida de Peque.


Nos desviamos a la derecha para cruzar un puente sobre él. Desde el propio puente pudimos ver la desembocadura de este río en el Negro, que se produce a unos cien metros aguas abajo de donde nos encontrábamos.


Ya en la otra margen del río seguimos unos metros más para contemplar un molino en ruinas.


Después de unan pequeña parada nos dimos la vuelta, volvimos a cruzar el puente y regresamos al camino. Avanzamos hacia la altura de la desembocadura y desde ese punto comenzamos a rodar en paralelo a la ribera del río Negro por un senderito muy bonito rodeado de mucha vegetación y con unas vistas estupendas al cauce del río.


Este tramo de ascenso continuo fue de casi un kilómetro. A continuación comenzamos a separarnos del río y, tras un tramito más empinado y un par de curvas, entramos en un camino más ancho.


Poco más adelante comenzamos a descender y lo hicimos a lo largo de casi un kilómetro, para enseguida enfrentarnos a otra subidita.


Tras superar esa comenzamos a bajar y enseguida llegamos a una carretera. Entramos en ella girando hacia la derecha y continuamos descendiendo hasta llegar a un puente sobre el Río Negro.


Nada más salir de dicho puente se inició un ascenso que terminó en en la entrada de la localidad de Santa Eulalia del Río Negro. 

El tour por el pueblo nos llevó hasta el centro del mismo, donde encontramos la bonita iglesia. Desde allí fuimos hacia la salida de la localidad .


Dejamos atrás las últimas viviendas haciendo una curva pronunciada hacia la izquierda y atravesando una zona con mucho barro y un testigo que ignoró nuestra presencia.


El camino, cubierto por la hierba, continuó entre dos paredes de piedra para, poco después, convertirse en un divertido y bonito sendero, un single track, de tres kilómetros de longitud con subidas y bajadas, curvas abiertas y más cerradas, rodeado de escobas repletas de flores blancas y en algunas zonas algo de arbolado. Estando como estábamos próximos al final de la ruta fue un colofón perfecto. Y más con el broche final proporcionado por seis corzos que se nos cruzaron a escasos cincuenta metros.



El tramo terminó en un camino más ancho que cogimos hacia la izquierda. Este va en paralelo a la autovía A-52 a lo largo de casi un kilómetro. Finalmente, cruzamos por un paso elevado dicha autovía y comenzamos un descenso de casi un kilómetro hasta la entrada de Rionegro del Puente. 

Al pasar junto al Bar La Vereda no resistimos la tentación de tomarnos una caña antes de cargar las bicis porque estábamos cansados. La ruta había sido preciosa pero también algo rompepiernas, así que la teníamos merecida. 

Después de la cañita montamos las bicis en el coche, nos aseamos, nos cambiamos y fuimos a comer al Restaurante Me gusta comer, donde lo hicimos muy bien. Muy buen final para una ruta muy bonita.




Para descargar la ruta, haz clic en el logo de Wikiloc.

Powered by Wikiloc

No hay comentarios:

Publicar un comentario