Como siempre, quedamos a las 9.30 en la puerta del Bar CD. A la convocatoria realizada el día anterior solo habíamos respondido afirmativamente cuatro bikers y esos cuatro fuimos los que nos presentamos a esa hora. Una parte del cielo estaba azul y despejado y la otra mitad cargada de nubes amenazantes. Realmente estas últimas se estaban alejando después de descargar lluvia de madrugada. Gracias a eso la temperatura era de cinco grados.
Desde allí nos dirigimos hacia Valorio por la Avenida del Mengue, Trascastillo y la Calle Los Pisones. Pocos metros después de comenzar a rodar por el carril bici nos desviamos a la derecha para subir por una cuesta muy empinada al barrio de San Lázaro, desde este continuamos hacia el de San José Obrero y terminamos saliendo a la Carretera de La Hiniesta por donde seguimos hasta la Cruz del Rey Don Sancho.
Salir por ahí de la ciudad no fue casual, ya que queríamos ver cómo iban las obras del paseo de salida de Zamora. Hasta ahora los peregrinos que abandonaban la ciudad lo hacían por un camino en mal estado y rodeado de hierbas que tenía que dejarles una mala imagen de la ciudad. Afortunadamente el Ayuntamiento ha acometido la obra de adecuación de este paseo que ya casi ha cobrado su forma definitiva.
Ahora mismo es un camino de arena compactada con bordillos de madera y plantas flanqueándolo. Aún no está terminado pero parece que va a quedar bien y, sin duda, va a ser mucho más agradable para los peregrinos y para los paseantes del barrio de San José Obrero.
Cuando se terminó el trayecto de la nueva obra giramos ligeramente a la derecha para continuar por un camino ancho por el que pronto llegamos a un paso sobre la Ronda Norte de Zamora, lo cruzamos y continuamos recto comenzando poco después la primera subida, el primer pliegue de los muchos a los que nos enfrentaríamos.
Terminó esta subida al llegar a la carretera local que une La Hiniesta con Roales. Al cruzarla y mirar a la izquierda pudimos contemplar una buenísima panorámica del primer pueblo.
Ya del otro lado de dicha carretera seguimos recto, primero descendimos para después enfrentarnos a otros cuatro pliegues, con sus subidas y bajadas, antes de llegar al trazado férreo del AVE.
Unos quinientos metros después nos desviamos hacia la derecha para seguir por otra recta, eso sí, "adornada" con algunos pliegues más. Y lo peor no era solo eso, sino que a los pliegues había que añadir el viento en contra que veníamos sufriendo desde la salida de Zamora que, aparte de ser frío, nos zumbaba en nuestros oídos y nos restaba 4 o 5 km/h de velocidad punta.
A esas alturas, debido a la lluvia de la madrugada, nos habíamos "adornado" con camuflaje de tono anaranjado por toda la ropa. El barrillo formado tras las precipitaciones no había secado aún y salpicaba mucho, además, en todas las vaguadas había charcos y barro que no siempre se podía esquivar, pero ya se sabe, cuando las bicicletas no son solo para el verano nos exponemos a esto.
Después de unos dos kilómetros y medio por la recta por la que íbamos rodando un desvío a la izquierda seguida de otro al lado contrario nos llevaron a otro camino casi comido por la vegetación y en el que apenas se veían dos roderas. Todos temimos que en algún momento se cerrara del todo, pero no llegó a ocurrir y tras un kilómetro nos incorporamos hacia la derecha a otro ancho y sin vegetación.
Tampoco duramos mucho por ese porque no tardamos en girar a la izquierda para continuar por otro de similares características por el que continuamos, prácticamente sin cambiar de dirección, tres kilómetros, los que nos separaban de la localidad de Montamarta. Primero bordeamos el pueblo para después cambiar de dirección hacia la derecha sumergiéndonos así en algunas de sus calles.
Nuestro tour por el pueblo terminó al llegar al cauce que, cuando el Embalse de Ricobayo está alto, aparece cubierto de agua. Como no es el caso nos permitimos el lujo de cruzarlo, aunque para la pantalla de nuestros GPS estábamos atravesando sus aguas.
Frente a nosotros lucía espléndida la Ermita de Nuestra Señora del Castillo que, aunque de origen románico casi todo lo que nos ha llegado es del siglo XVI. Ayudaba a engalanarla la mañana que se había quedado, las nubes habían desaparecido por completo y el sol llenaba todo de color.
La bordeamos y llegamos a la N-630, que cruzamos para continuar de frente iniciando allí mismo un ascenso de un kilómetro. Terminó este al llegar a un doble puente por el que cruzamos, primero sobre las vías del AVE y después sobre la Autovía A-66. Nada más salir del puente giramos noventa grados a la derecha y rodamos unos cientos de metros en paralelo a esa.
Después de cuatro kilómetros el camino desembocó en una carretera, la que une Moreruela de los Infanzones con Piedrahíta de Castro. Nada más incorporarnos a ella pasamos bajo un puente de la antigua vía y seguimos por el asfalto hasta llegar al pueblo.
Atravesamos esta localidad longitudinalmente siguiendo la carretera. Más adelante giramos a la derecha y poco después la abandonamos para continuar por un camino casi paralelo a esa por el que dejamos atrás el pueblo.
No tardamos en volver hacia la derecha, cruzar la carretera y seguir de frente por un camino por el que rodamos unos cuatro kilómetros con tres pliegues más que consiguieron cargarnos las piernas en sus subidas.
Menos mal que mirando a un lado y otro del camino encontrábamos imágenes que hacían que mereciera la pena el esfuerzo.
Terminamos en la carretera local que une Cubillos con Moreruela en la que no nos encontramos ni un solo coche en poco más de un kilómetro que rodamos por ella. Lo que sí encontramos fue un pliegue más.
Tras ese poco más de un kilómetro llegamos a Cubillos. Continuamos por la carretera, pasamos muy cerca de la iglesia y, poco más adelante, giramos hacia la derecha para seguir por una calle del pueblo que nos llevó hasta la salida del mismo.
Dejamos atrás Cubillos por una larga recta con un suave pliegue. Visto el tipo de barro que tenía, si hubiera llovido más es posible que hubiéramos tenido problemas en ese tramo.
Llegamos a la A-66 y tuvimos que dirigirnos hacia un puente elevado que se encontraba a nuestra izquierda para poder atravesarla. Realizado este trámite hicimos lo contrario, dirigirnos hacia la derecha hasta llegar a la "continuación" del camino que traíamos, pero ya al otro lado de la autovía.
Rodamos por este unos cuatro kilómetros ya, prácticamente descendentes, que nos llevaron hasta la carretera de Cubillos, a la que nos incorporamos en el Barrio de La Villarina.
Desde esta carretera llegamos a la de Villalpando por la que seguimos hasta la rotonda de Carrefour. En esta nos incorporamos al carril bici y lo cierto es que agradecimos rodar por este como un kilómetro y medio, hasta prácticamente el Puente de Cardenal Cisneros, sin tener que preocuparnos del tráfico.
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