El Desafío Canal de Castilla es una marcha cicloturista no competitiva que recorre el Canal de Castilla en un día, desde su nacimiento en Alar del Rey (Palencia) hasta su final en Medina de Rioseco (Valladolid). 163 Kms. por los caminos de Sirga que discurren junto al cauce del Canal.
Fuimos seis los bíkers que en esta edición aceptamos el Desafío. Entre los seis había quien no la había podido realizar anteriormente, quien no la había terminado en otra ocasión por lesión o quien la repetía por tercera vez.
Salimos a las 7.30 de Zamora en una furgoneta, gracias a un gran amigo que hizo las funciones logísticas, y llegamos a Alar del Rey dos horas después. Recogimos los dorsales, preparamos las bicis, tomamos un café, calentamos y a las 10,30 sonó la traca que dio la salida.
Enseguida empezamos a rodar por los caminos de Sirga. Los primeros kilómetros formábamos dos filas casi interminables de ciclistas y cada pocos metros se rompía el ritmo por los frenazos para evitar no atravesar zonas de charcos y barro. En esos primeros kilómetros el Canal tiene mucha anchura y hay arboleda a ambos lados del mismo.
Cuando no se producían esos frenazos conseguíamos ir a una velocidad alta, en torno a 25 km/h por lo que los kilómetros iban acumulándose con rapidez. El primer objetivo era llegar a Frómista, a unos 60 km de Alar, donde había un agrupamiento y parada obligatoria para comer.
El paisaje del Canal fue cambiando en este tramo y encontramos zonas con mucha arboleda, otras muy abiertas, construcciones en torno al mismo, exclusas, etc.
Poco a poco íbamos avanzando siguiendo el buen ritmo que llevábamos desde el principio, hasta que tuvimos que parar porque había que pasar un puente colgante por el que sólo se podía atravesar de uno en uno. La organización aprovechó para darnos un pastelito al entrar en el puente.
A medida que íbamos avanzando nos íbamos dando cuenta de la gran obra de ingeniería civil que fue el Canal porque no sólo hubo que construirlo, sino que hubo que realizar mucha infraestructura, como los muchísimos puentes, las exclusas, las dársenas, y otras edificaciones que se realizaron aprovechando el canal, como fábricas de harinas.
Y también según íbamos avanzando seguimos encontrándonos distintas fisonomías del Canal.
A lo largo de la mañana el clima fue mejorando. La previsión era mala, iba a estar nublado, llovería a determinadas horas de la mañana, e incluso habría tormenta por la tarde, sin embargo las nubes con las que nos recibió Alar del Rey se fueron abriendo, dando paso a un cielo cada vez más despejado y con una temperatura en torno a los veinte grados, ideal para andar en bici.
Nosotros seguíamos manteniendo el ritmo, pero dos de los nuestros fueron un poco más allá, subieron el suyo y se fueron alejando. También otro se había situado en la cabeza desde el principio, así que a estas alturas íbamos en tres grupos.
Unos kilómetros antes de Frómista compartimos camino con los peregrinos del Camino de Santiago, fue emocionante volver a desear el "Buen Camino".
Continuamos nuestro peregrinaje particular y ya con ganas de llegar al agrupamiento previsto para bajarnos de la bici, estirar un poco las piernas y músculos y descansar un poco ya que, no en vano, llevábamos prácticamente 60 km en alrededor de 3 horas (a pesar de los continuos parones producidos por las zonas de barro).
Llegando a Frómista pasamos junto a una de las exclusas más espectaculares. Y poco después entramos en esta localidad.
En un parque la organización tenía toda la infraestructura preparada para darnos un pequeño tentempié: agua y un bocadillo. Tras comerlo dedicamos unos minutos a estirar los músculos que ya empezaban a ir algo cargados. Uno de los nuestros decidió que era el momento de subir su bici a la furgoneta para evitar una lesión, así que quedamos cinco.
Minutos después todos los participantes nos agrupamos junto a la espectacular iglesia románica de San Martín de Frómista y volvió a sonar la traca para retomar el Desafío.
De nuevo volvimos a formar filas interminables a lo largo del Canal. Desde el principio nosotros decidimos ir a un ritmo algo más bajo que en el anterior tramo, ya que teníamos aún 100 km por delante y había que ser conservadores.
Volvimos a encontrarnos variedad de paisajes junto al Canal, zonas arboladas, zonas con sólo vegetación, tramos en los que la hierba casi cubría hasta las roderas del camino, y de nuevo exclusas, puentes, etc.
En este tramo uno de los nuestros se fue por delante por lo que nos quedamos cuatro en el grupo.
Poquito a poquito íbamos viendo en nuestros cuentakilómetros cómo iban avanzando los kilómetros. Así fue cómo llegamos a Villaumbrales, donde había un avituallamiento que agradecimos para estirar y para comer plátano, sandía y beber Aquarius, todo ello ofrecido por la organización.
La parada fue muy fructífera porque conseguimos que uno de los nuestros probara por primera vez en su vida la sandía y, además, le gustó.
Tras unos diez minutos de descanso volvimos a la bici, ya con algo de pereza pero, una vez superado el umbral de la mitad del recorrido, con el deseo de ir descontando kilómetros al rutómetro y conseguir llegar.
De nuevo variedad paisajística, pero ya repetitiva, porque después de tantos kilómetros resulta ya imposible encontrar zonas totalmente novedosas.
Los kilómetros comenzaban a pesar, a unos más que a otros. Tres del grupo iban algo mejor que el cuarto componente, pero en cuanto este se descolgaba un poco el resto bajaba el ritmo hasta que lograba unirse de nuevo. Inestimable ayuda, sin duda.
Superado el umbral psicológico de los 100 km el objetivo era llegar al km 130, Abarca, donde había otro avituallamiento. Llegamos a él con ganas de hacer una parada, comer una manzana, rellenar de agua el bote y beber un Aquarius, ofrecido por la Organización.
No paramos en este más de 10 minutos y salimos de él sabiendo que nos quedaban ya sólo 35 km, y que, probablemente, se nos harían largos por ser los últimos.
A medida que iban pasando los kilómetros íbamos notando que la velocidad iba bajando y en este último tramo nos movíamos entre 21 y 23 km/h; y algo menos si había alguna ligera pendiente. Porque las hay. Aunque el perfil de los 165 km es descendente, el descenso es sólo de 180 m que, repartidos entre tantos kilómetros, es prácticamente inexistente; y también hay tramos en los que, aunque no se ve, se nota en la velocidad y en las piernas que se está ascendiendo ligeramente.
En este último tramo ya lo que deseábamos era ir viendo subir los kilómetros en nuestros "cuentas" para llegar a Medina lo antes posible. Y poco a poco lo fuimos viendo. Se hicieron largos, pero al mismo tiempo íbamos viendo nuestro objetivo cada vez más cerca.
Estos kilómetros también fueron para el bíker que llevábamos por delante los más duros, ya que se le agotó la batería de su bici, que tiene ayuda eléctrica, a pesar de que la llevó al mínimo durante todo el recorrido, y tuvo que hacer la distancia restante hasta la llegada sin ningún tipo de ayuda (la bici pesa 10 kg más que las nuestras).
Cuando nos íbamos aproximando a Medina llegamos a un cruce en el que no estaba indicado qué alternativa tomar, algo que no había ocurrido en todos los anteriores. Dudamos y al final escogimos la opción correcta. Y en el siguiente cruce nos ocurrió lo mismo. Una pena, porque la organización hasta ese momento había estado perfecta. En los pasos de puentes que tenían cruce con carretera siempre había personas de la organización, en los cruces sin peligro había indicaciones, los organizadores que íbamos encontrando iban animando a todos los participantes, los avituallamientos fueron correctos, si bien el primero, el de Frómista, nos hubiera gustado que hubiera sido más abundante; así que fue una lástima que estos dos últimos cruces no se hubieran señalizado.
Los kilómetros para llegar a meta fueron bajando y por fin vimos a lo lejos nuestro destino. El vernos ya tan cerca hizo que, sin darnos cuenta, subiera nuestra velocidad. Atravesamos una zona con muchos chopos que parecía nevada, por el algodoncillo blanco que sueltan estos y que estaba depositado a ambos lados del camino.
Tras salir de una curva del Canal vimos a lo lejos un arco rojo, la llegada, imagen que nos llenó de alegría. Tratamos de entrar los cuatro a la vez y justo antes de llegar oímos los gritos de ánimo de un bíker que se había acercado desde Zamora para vernos llegar y de nuestro gran logista. Nos dieron una gran alegría.
Y pocos metros más allá, en el arco de meta, estaban también para esperarnos y animarnos, dándonos una sorpresa, nuestras "galanas", junto al bíker que había parado en Frómista.
Al bajar de la bici gran parte del cansancio desapareció, suponemos que por saber que ya no teníamos que subirnos de nuevo en ella.
Dos de nosotros tuvimos la suerte de que nos dieran un masaje dos fisios de la organización y al resto les ayudó a relajar nuestro logista, que vale para todo.
Tras recoger los diplomas que acreditan nuestra gesta y hacernos las fotos de rigor en el fotocol, cargamos la furgoneta y regresamos a Zamora.
Ya en Zamora, tras la necesaria ducha, volvimos a encontrarnos todos y todas para cenar juntos y tomar posteriormente una copa en una terraza, y así poner un buen colofón a un día tan especial.
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