El Centro BTT Ledesma oferta una serie de rutas de mountain bike para realizar por la comarca. Nosotros nos fijamos en la 4, Ruta del Tormes, pero realizamos algunas modificaciones: le cambiamos el sentido y la hicimos pasar por los pueblos que casi rozaba y a los que, inexplicablemente, la original no llegaba a entrar. Hoy la hemos llevado a la práctica y nos ha gustado mucho, sobre todo por la variedad de paisajes y caminos que nos ha ofrecido.
Para comenzar la ruta nos tuvimos que desplazar a Ledesma (Salamanca). Para ello salimos de Zamora sobre las 9.00 h dos coches con cinco bicicletas. Por el camino nos chispeo y estaba previsto que lloviera sobre las 12.00 h, pero "si quieres viajar al cielo no has de mirar". Unos minutos antes de las 10.00 h entramos en esa localidad. Aparcamos junto a la iglesia de Santa Elena, cerca del restaurante donde íbamos a comer, descargamos las bicis, nos preparamos y diez minutos después nos pusimos en marcha.Ledesma es una localidad con mucha historia y aún posee muchos vestigios del pasado, como el Castillo-fortaleza, una gran cantidad de casas señoriales, un antiguo hospital, dos iglesias, dos puentes... Al inicio de nuestro recorrido hicimos pasar la ruta por algunos de estos lugares emblemáticos. Como el castillo, donde las banderas ya nos anunciaron que había viento y que nos iba a castigar. Lo que no hacía era frío, había 14º y eso sí, el cielo estaba repleto de amenazantes nubes.
Nada más pasar la fortaleza nos sumergimos en el casco histórico, repleto de estrechas calles que albergan varias casas señoriales.
Y llegamos a la plaza, donde se encuentra la iglesia de Santa María la Mayor y el Ayuntamiento. Nos dirigimos hacia la derecha para pasar bajo un arco e iniciar la bajada hacia el río.
Desde dicha bajada pusimos contemplar los dos puentes sobre el río Tormes. Nosotros pasamos por el llamado Puente Viejo. Posiblemente el original fuera romano, pero el que podemos ver es del siglo XV, aunque sufrió reformas en el XVI y en el XIX, esta última después de ser volado por los franceses durante la Guerra de la Independencia.
Al terminar de cruzar el puente nos encontramos frente a la ermita de Nuestra Señora del Carmen, la patrona de la localidad. Allí mismo iniciamos una ascensión que nos llevó hasta la carretera. Continuamos por ella hacia la derecha unos doscientos metros y la abandonamos al girar a la izquierda para atravesar el barrio de Los Mesones. Al terminar este, en una bifurcación, continuamos por la carreterita de la derecha.
A pesar de ser casi finales de octubre los campos siguen agostados porque no ha llovido apenas nada desde hace meses. Eso sí, cuando el sol lograba asomarse durante segundos entre las nubes, teñía esa hierba de color pajizo de un dorado precioso.
En un primer tramo recorrimos unos siete kilómetros por esta cañada en los que fuimos rodando muy a gusto, a pesar de que íbamos ascendiendo ligeramente. El viento aún no era muy fuerte y apenas lo notábamos. Solo había que tener cuidado con las roderas hechas por la maquinaria, porque las había muy profundas y si te metías en una podía hacerte caer al suelo.
A ambos lados del camino siguieron apareciendo dehesas, como la llamada Espino Rapado, que pertenece al torero El Niño de la Capea, o la Hacienda Zorita, una granja ecológica que elabora quesos.
Después de algo más de dos kilómetros por esta pista enlazamos con una carretera local, pero un tramo muy corto.
Y es que enseguida llegamos al cruce que indicaba San Pelayo de Guareña (a pesar de su "apellido" no tiene nada que ver con la Guareña de la provincia de Zamora). Nos desviamos a la izquierda para acceder al pueblo. A pocos metros pasamos por un puente sobre el cauce de la Rivera de Cañedo. A nuestra derecha vimos también un bonito puente de lajas.
Al llegar al pueblo avanzamos a través de su calle principal. Cuando parecía que ya se estaba acabando divisamos la iglesia y delante de ella una espectacular morera, de hecho está considerada como la más veterana en España, con más de cien años, y se encuentra dentro de la denominada ruta de las Catedrales Vivas.
Nos acercamos hasta la iglesia, románica en su origen (siglo XII), si bien de esa época solo se conserva la capilla mayor, rematada en ábside semicircular.
En dicho ábside pudimos ver las columnas y canecillos que lo decoran. Pero lo más curioso de este templo es que su interior está configurado a modo de anfiteatro, quedando el altar en su parte más baja.
Tras la visita turística regresamos hacia el lugar por donde habíamos entrado al pueblo, pero nos llamó la atención un cartel que indicaba molino y puente, y decidimos recorrer los 800 m que nos separaban de ellos. Fuimos hasta la zona donde se encontraban por un buen camino llano y al llegar enseguida vimos el puente, que también era de lajas y similar al que habíamos visto antes de entrar a San Pelayo.
No nos demoramos mucho allí y cuando nos montamos de nuevo en las bicis regresamos a San Pelayo por el mismo camino que a la ida. También salimos del pueblo por la misma carreterita que nos había llevado hasta allí. Al llegar al cruce giramos a la izquierda y volvimos a rodar por la Cañada de las Negras, una pista estupenda, al principio casi llana, pero enseguida aparecieron varias subidas y bajadas.
En esta zona ya empezamos a notar los efectos del fuerte viento, sobre todo en las zonas altas, aunque varias curvas hicieron que cambiáramos de dirección y tan pronto nos empujaba como nos frenaba. Después de unos seis kilómetros salimos a una carretera a la que nos unimos girando a la izquierda.
Después de casi un kilómetro por ella entramos en Almenara de Tormes y lo hicimos por la carretera que cruza el pueblo, si bien pronto nos desviamos y tomamos una calle que nos llevó hasta la plaza.
Finalmente, cruzamos una pequeña vaguada y ya pudimos volver a pedalear por una ladera que desembocó en un camino más importante, el llamado Camino de Santa Lucía.

Descendimos por él dejando a un lado una zona más alta para, seguidamente continuar en paralelo al Canal de Zorita.
Después de unos dos kilómetros junto al canal giramos noventa grados a la izquierda para continuar por una recta que nos fue acercando hacia el río Tormes. Desde ella pudimos observar una buena panorámica de la localidad de Juzbado. Aunque donde nosotros estábamos lucía el sol, las nubes sobre esa localidad eran amenazantes.
Al llegar a la ribera del Tormes giramos de nuevo noventa grados hacia la derecha y comenzamos a rodar en paralelo al cauce del río.
Como quinientos metros más adelante vimos un camino que se introducía en la alameda que bordea la ribera y lo seguimos. Nos llevó a un mirador al que se accedía por una pasarela y desde el que se podía disfrutar de una bonita vista del Tormes.
Nos pareció que era un buen lugar para hacer una foto grupal y dejar constancia de nuestra estancia en el lugar.
De nuevo sobre las bicis seguimos por el sendero para salir al camino principal de nuevo. Enseguida giramos a la derecha para ir hacia Juzbado. Antes de llegar a esta localidad nos desviamos y nos enfrentamos a una cuesta corta pero intensa que nos introdujo en el pueblo.
Esta localidad merece capítulo aparte y es que enseguida percibimos que se trataba de un pueblo "especial" en el que hay mucho interés en hacerlo bonito. Muchas de las calles están empedradas, la piedra predomina en las construcciones, murales cubren muchas paredes y hay placas con poemas de afamados poetas en muchos puntos del pueblo. Esta iniciativa del Ayuntamiento se llama "Juzbado, libro abierto", y está en marcha desde 2008, en un intento de aunar la literatura con la naturaleza.
Recorrimos varias calles y una señora nos indicó que no dejáramos de ver el mirador. Fuimos hasta él, dejamos las bicis junto al Museo de la Falla (centro de interpretación de las fallas geológicas) y por un estrechísimo pasillo entre dos paredes accedimos hacia el mirador.
Este se encuentra al fondo de una zona de grandes rocas que afloran a la superficie en un entorno muy cuidado.
Desde él pudimos contemplar una amplia panorámica del cauce del río Tormes y de su vega.
De nuevo sobre las bicis seguimos recorriendo el pueblo y nos siguió sorprendiendo lo cuidadísimo que estaba todo, como la decorada valla de una casa, el mural de una nave, los jardines, las fuentes...
Y para remate, cuando ya salíamos del pueblo, vimos un columpio gigante con vistas al río. Nos acercamos a él y sacamos al niño que todos llevamos dentro.
Después de columpiarnos un rato, dejamos el pueblo atrás descendiendo. Nada más empezar la cuesta nos desviamos a la derecha para seguir por el llamado Camino Viejo de los Baños, de casi cuatro kilómetros de recorrido, que une Juzbado con el Balneario de Ledesma. En los primeros metros se trata de un buen camino.
Pero pronto se convirtió en un sendero, en algunos casos complicado, lo que nos obligó a bajarnos varias veces de las bicis para atravesar zonas con mucha piedra.
A pesar de eso nos pareció el tramo con más encanto de toda la ruta, trazado atravesando una zona con muchas encinas y siempre muy cerca del río, aunque no lográbamos verlo.
Tardamos en recorrer esos cuatro kilómetros porque el sendero no permitía coger velocidad, y seguíamos teniendo que parar para salvar tramos de cierta complicación.
Ya cerca del fin del tramo, en una zona abierta de vegetación, nos encontramos a pocos metros del camino con un mirador natural sobre el cauce del río.
Y ya en la recta final el sendero volvió a ser camino, descendente además, y nos llevó hasta una cancela.
La abrimos y salimos a otro camino más importante. Seguimos por este y enseguida llegamos a una carretera. Ya siguiendo esta en pocos metros estábamos cruzando un puente sobre el río. Al otro lado la otoñal ribera y el Balneario de Ledesma.
Después del puente nos esperaba una subida. El primer tramo de un kilómetro. Tras este nos desviamos hacia la carretera de Baños de Ledesma a Espino de los Doctores, pero continuamos subiendo como otro kilómetro y medio más.
Terminada la subida, como era de esperar, comenzó la bajada, si bien enseguida nos desviamos hacia la derecha, abriendo la cancela de la Dehesa de Peñamecer y recorriendo el camino que la cruza de lado a lado.
Este camino va entre campos repletos de encinas. Después de dos kilómetros con continuos sube y bajas nos acercamos a la zona donde hay viviendas. Una vaca despistada no veía qué hacer y tan pronto corría por delante de nosotros como se paraba y nos miraba desafiante. Finalmente nos dejó pasar.
Después de traspasar la zona de viviendas aún nos quedaba por recorrer otro kilómetro y medio por el interior de la dehesa. Eso sí, el primero de descenso y el medio de subida hacia el encuentro con la carretera.
Nos unimos a la carretera de Golpejas a Ledesma hacia la derecha y recorrimos por ella algo más de cinco kilómetros en los que el protagonista fue el viento, que nos daba en algunos momentos de frente y en otros lateralmente. A pesar de ello se "desataron las hostilidades en el pelotón" y tres bikers se pusieron a rodar como locos a pesar de que el terreno ayudaba poco con constantes subidas y bajadas.
Moviéndonos a velocidades en torno a 25 km/h recorrimos esos cinco kilómetros por esta tranquila carretera local en muy poco tiempo. Después del último alto vislumbramos ya Ledesma.
Una última bajada y la consiguiente subida nos adentró en la localidad. Enseguida llegamos al punto desde donde habíamos salido. Finalmente, la amenazante lluvia se quedó solo en eso, en amenazante, y nos dejó disfrutar de esta bonita mañana de bici.
Con tantas paradas durante la ruta la concluimos a las 14.15 h. Rápidamente cargamos las bicis y nos dirigimos al Restaurante La Fernandica, que más que restaurante como tal es una casa donde dan comidas muy caseras, de hecho uno de los comedores es una habitación de la casa.
Tras la comida, el postre y los cafés regresamos a casa pensando ya en la ruta del próximo miércoles.
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