12 de octubre de 2025

Hasta Matilla la Seca

Hace quince días planificamos una salida a Matilla la Seca por nada especial, solo porque el viento iba a soplar del noreste y así lo llevaríamos de cara y lo traeríamos de popa. Finalmente, la mañana de ese Domingo llovió y la ruta quedó en la reserva. Hoy hemos tirado de ella y hemos ido a esa localidad. Realmente, hemos vuelto, porque de casualidad estuvimos en ella también el miércoles. 

El verano quiere seguir alargándose y, aunque estamos a mediados de octubre, seguimos disfrutando de días repletos de sol y de buena temperatura. Así nos recibió hoy la mañana cuando salimos de casa para acudir a nuestra cita de las 9.30 h. Solo tres habíamos confirmado que estaríamos así que en cuanto estuvimos los tres comenzamos a rodar. Y lo hicimos con 11º y también con ligero viento del noreste, como cuando planificamos la ruta. 

Salimos de la ciudad recorriendo el carril bici que va bordeando el río Duero y, más adelante, el río Valderaduey. 

Al llegar a la entrada del barrio de Villagodio, abandonamos dicho carril bici, cruzamos la N-122 y continuamos de frente. Enseguida comenzamos el calentamiento porque tuvimos que ascender por el viaducto bajo el que pasan las vías del AVE. Nada más descender giramos ciento ochenta grados a la derecha para, al llegar al trazado férreo, continuar junto a él. 

Y así lo hicimos a lo largo de casi cinco kilómetros en los que, a pesar de ser prácticamente llanos, fuimos sintiendo la resistencia que oponía el ligero viento en contra. 

Justo antes de llegar a otro viaducto nos desviamos a la izquierda, continuamos unos cientos de metros junto a una de las carreteras que comunican la N-122 con Coreses, para enseguida cruzarla y seguir de frente. Más adelante pasamos también al otro lado de la otra carretera de acceso al pueblo y seguimos recto. Como medio kilómetro más adelante un giro a la izquierda nos llevó a iniciar una subida de, aproximadamente, un kilómetro y medio. 

A ambos lados del camino los campos ya pelados de cereal y alguna tierra en barbecho o ya arada, paisaje castellano puro y duro.

Como suele suceder casi siempre, después de subir, bajamos, pero para no dejarnos disfrutar plenamente el descenso tenía intercaladas algunas pequeñas subidas. Un cambio de dirección hacia la izquierda nos hizo ascender de nuevo entre un pequeño bosque de pinos. 

Poco más adelante pasamos por un túnel bajo la autovía A-11 y, nos enfrentamos a un par de pequeñas subidas y bajadas. La última nos llevó hasta una intersección, en la que continuamos hacia la izquierda. 

Nada más girar comenzamos una subida que comenzó siendo suave y llevadera. Se fue alargando e inclinándose más, nos desviamos a la derecha y el porcentaje de ascensión llegó a ser del 14%. Nuestras piernas lo notaban, por supuesto.

Después de casi un kilómetro y medio ganando altura el camino nos ofreció una pequeñísima recompensa, una bajada, sí, pero muy corta. El último tramo de esta estaba asfaltado y nos llevó hasta un cruce con la carretera ZA-P-2307, que une Fresno de la Ribera con Matilla la Seca. Nos unimos a ella hacia la izquierda y... Comenzamos un nuevo ascenso, al principio suave, entre encinas.

Pero poco a poco se fue endemoniando y la subida iba ganando inclinación al mismo tiempo que iban desapareciendo las encinas y volviendo a aparecer la estepa cerealista. Después de como un kilómetro y medio se cambiaron las tornas y comenzamos a disfrutar de las rentas, de hecho, recorrimos los cuatro kilómetros que aún nos separaban de Matilla la Seca bajando suavemente, aunque no disfrutamos totalmente porque el viento nos iba frenando algo.


Al entrar al pueblo nos desviamos a la derecha y tomamos una calle que nos llevó hasta las proximidades de la iglesia. Paramos junto a ella y volvimos a constatar, como el pasado miércoles, que la forman varios añadidos, cada cual hecho de una forma sin seguir ningún criterio. 


Casi allí mismo, justo cuando rodeábamos el templo para iniciar el regreso, nos dimos cuenta de que la rueda trasera de una de las bicis había perdido mucho aire. No quedó otra que parar e hinchar. 

De nuevo sobre las bicis abandonamos el pueblo. En la salida nos topamos con un monolito del Camino de Levante a la Vía de la Plata. En él se describe al peregrino esta localidad con el siguiente texto: 

"Peregrino. 
Matilla es barro trascendido. Se levanta al cielo sobre un mar de tierra, sorprende en casas y calles con la gracia del adobe y del tapial. Asombra el vuelo de sus hijos más allá de las limitaciones del terruño.
Caminante, no elegimos el material que nos es dado, pero sí lo hacemos con lo dado. Que tu andadura trascienda el barro."


Dejamos el monolito a nuestra derecha y poco más adelante, en el camino, volvimos a tener público que esperaba paciente a que pasáramos. 


Continuamos por él rodando muy a gusto porque el perfil era ligeramente descendente y el viento nos iba ayudando, poco, pero se notaba. Además, el paisaje ya no era solo de campos de cereales, también nos topamos con algunas viñas, algunas laderas arboladas y varios terrenos dedicados al cultivo de pistachos.

En este tramo la rueda del pinchazo había vuelto a perder aire y tuvimos que volver a parar para hincharla de nuevo. 


Después de unos cinco kilómetros desde que salimos de Matilla en los que rodamos deprisa gracias a las ayudas de la inclinación favorable y el viento, describimos una curva muy abierta hacia la derecha y comenzamos a ascender. Poco después cruzamos una tramo extraño en esta zona, repleto de vegetación, arbolado y la consiguiente sombra.


La subida continuó, cambiamos de dirección hacia la izquierda y tuvimos que parar una vez más para volver a hinchar la rueda, eso sí, el líquido antipinchazos por fin logró cerrar el pinchazo y esta fue ya la última parada. Terminamos de ascender después de algo más de tres kilómetros y medio, justo tras realizar un giro a la derecha. Allí mismo comenzó un descenso con una generosa inclinación.


Desde la bajada pudimos contemplar una gran panorámica de la zona, con los campos prolongando el amarillo estival por la ausencia de lluvias. 


Como bajando se avanza mucho, recorrimos el kilómetro y medio que nos separaba de Algodre en muy poco tiempo. 


Entramos en esta localidad, llegamos a la carretera, que cruzamos, seguimos por algunas calles y terminamos saliendo del pueblo dejando este a nuestra izquierda. 

El camino por el que íbamos en ese momento era prácticamente llano y fue describiendo una curva muy abierta a lo largo de casi tres kilómetros. 

Pusimos fin a la curva cambiando de dirección hacia la izquierda, comenzando así una larguísima recta.


En el transcurso de esta pasamos junto a un campo de calabazas. Dos de ellas habían sido vaciadas y les habían realizado varios cortes a modo de ojos y boca. A pesar de faltar más de quince días para la celebración de Halloween, estas ya estaban preparadas.

Después de unos cinco kilómetros sin cambiar de dirección, el camino nos llevó ligeramente hacia la izquierda. 

Continuamos avanzando a muy buen ritmo porque el camino lo permitía, además, el viento seguía ayudando un poquitín y el perfil era ligerísimamente descendente. 


Ya con la capital cerca, pasamos bajo la Variante de Zamora y poco después subimos y bajamos los viaductos bajo los que pasa la A-11 y las vías del AVE. Al llegar de nuevo a Villagodio cruzamos la N-122 y continuamos por el carril bici que va por La Aldehuela. Al terminar este seguimos por Los Tres Árboles, enfilando después Obispo Acuña hasta llegar al punto desde donde salimos. Allí mismo hicimos una parada técnica por el bien de nuestros cuerpos, que necesitaban hidratación. 




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