La previsión de viento condicionó un domingo más nuestra ruta. Como todo indicaba a que soplaría de suroeste planeamos una ruta hacia el sur, para llevarlo de cara con las fuerzas íntegras, y de espalda cuando estas empiezan a flaquear.
Partimos de la C.D. siete bíkers. Tras cruzar el Puente de Hierro, el barrio de Pinilla y pasar junto al cementerio, tomamos el camino de Morales, que seguimos hasta la ermita del Cristo, donde nos esperaba un bíker más.
24 de noviembre de 2019
23 de noviembre de 2019
Pisando nieve en el Hayedo de Ciñera

Y así fue como dieciséis personas nos desplazamos hasta Ciñera (León) para volver a pasear entre las hayas o para hacerlo por primera vez. Sabíamos que deberíamos haberlo hecho antes para ver en las hayas el otoño en pleno esplendor, pero por circunstancias no pudo ser.
El día tampoco nos acompañó, la luz del sol es necesaria para que un hayedo luzca al máximo y ayer parecía que íbamos a tener suerte porque salimos de Zamora con el cielo azul, pero antes de llegar apareció un frente cubriéndolo todo y cuando llegamos a Ciñera tuvimos que ponernos capuchas, gorros o abrir paraguas, porque estaba lloviendo.
17 de noviembre de 2019
Íbamos a Almendra... y terminamos en Fresno de la Ribera
Hay días en los que todo sale redondo y otros en los que casi todo se tuerce, y eso precisamente ocurrió esta mañana.
De entrada el día amaneció plomizo, tristón, oscuro y amenazando lluvia; atributos todos que no nos gustan pero que no impiden que salgamos con nuestras bicis. Los que llegaron antes de las 9 al punto de encuentro tomaron un café mientras llegaba el resto. Cuando ya estábamos casi todos un mensaje avisó de que un sexto bíker, que había dicho que se caía de la convocatoria, finalmente venía pero que le teníamos que dar un cuarto de hora de margen. Así que retrasamos la salida.
En cuanto llegó el sexto iniciamos nuestro camino. La idea era ir contra el viento, para traerlo a la vuelta de espalda, y así llegar a Almendra. Pero de momento, íbamos rodando junto al Duero. Enseguida empezó a chispear. Continuamos y, tras pasar bajo el Puente de los Poetas, tomamos el camino que discurre junto al río hasta las Aceñas de Gijón. Lo que antes era chispeo comenzaba a ser lluvia ligera... Salimos a la carretera de Almaraz y continuamos por ella hasta pasada la antigua cárcel. Poco después nos desviamos para coger el camino de las Aceñas de los Pisones.
De entrada el día amaneció plomizo, tristón, oscuro y amenazando lluvia; atributos todos que no nos gustan pero que no impiden que salgamos con nuestras bicis. Los que llegaron antes de las 9 al punto de encuentro tomaron un café mientras llegaba el resto. Cuando ya estábamos casi todos un mensaje avisó de que un sexto bíker, que había dicho que se caía de la convocatoria, finalmente venía pero que le teníamos que dar un cuarto de hora de margen. Así que retrasamos la salida.
En cuanto llegó el sexto iniciamos nuestro camino. La idea era ir contra el viento, para traerlo a la vuelta de espalda, y así llegar a Almendra. Pero de momento, íbamos rodando junto al Duero. Enseguida empezó a chispear. Continuamos y, tras pasar bajo el Puente de los Poetas, tomamos el camino que discurre junto al río hasta las Aceñas de Gijón. Lo que antes era chispeo comenzaba a ser lluvia ligera... Salimos a la carretera de Almaraz y continuamos por ella hasta pasada la antigua cárcel. Poco después nos desviamos para coger el camino de las Aceñas de los Pisones.
16 de noviembre de 2019
Donde el Esla se hace Duero
El destino de nuestra caminata era Peñalcarro, en el término de Villaseco del Pan. Como ir y volver desde esta localidad era excesivamente largo (unos 17 km), y con pocos atractivos en los primeros kilómetros, decidimos ir en coche a través de un camino de excelente firme a lo largo de 4 km. Lo aparcamos junto a un cruce de caminos y allí mismo empezamos a caminar.
Desde ese cruce de caminos, para que la ida no fuera totalmente igual que la vuelta, dimos un pequeño rodeo para lo cual, continuamos recto durante unos 2 km.
La subida la hicimos ascendiendo por el mismo camino que habíamos pisado minutos antes, camino que ya no abandonamos en ningún momento hasta llegar adonde habíamos aparcado los coches.
Por último, comentar que la dificultad es mínima, se puede hacer perfectamente con niños si aguantan unos 8 km, y teniendo precaución con ellos en el entorno de Peñaelcarro.
El track del tramo a realizar en coche (Villaseco-cruce) es este:
Desde ese cruce de caminos, para que la ida no fuera totalmente igual que la vuelta, dimos un pequeño rodeo para lo cual, continuamos recto durante unos 2 km.
Giramos a la izquierda al llegar a un cruce de varias pistas, seguimos caminando unos 500 m y volvimos a la derecha para tomar el camino que ya nos llevaría, prácticamente descendiendo todo el tiempo, hasta Peñaelcarro.
En la bajada ya se va viendo el Duero, y el paisaje cambia, dejando las tierras de labor paso a las zonas de bosque bajo y encinas.
En la bajada ya se va viendo el Duero, y el paisaje cambia, dejando las tierras de labor paso a las zonas de bosque bajo y encinas.
Al llegar al destino la vista es impresionante, a un lado el Esla, y frente a nosotros el Duero recogiendo las aguas de su afluente.
El Duero, antes de encontrarse con el Esla. |
Últimos metros del río Esla |
Una vez en los coches regresamos a Villaseco del Pan y allí paramos en su agradable bar (está junto a la iglesia y el Ayuntamiento) donde pudimos reponer los líquidos perdidos y tomar alguna tapa (los cueros buenísimos, por cierto).
Al salir dio la casualidad de que la iglesia estaba abierta porque la estaba limpiando una señora, nos asomamos y ella mismo nos explicó detalles de la misma, nos mostró una de sus joyas, un Cristo del siglo XIII, al que en el pueblo siempre llamaron el Cristo de las pecas, por la carcoma que invadía su rostro antes de ser restaurado.
Y también nos invitó a subir por la estrecha escalera de caracol de piedra hasta el campanario.
Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.
El track del tramo a realizar en coche (Villaseco-cruce) es este:
10 de noviembre de 2019
A Valdeperdices por la Dehesa de Palomares
Por diversas razones en la mañana de hoy sólo cinco bíkers se atrevieron a desafiar el frío y la jornada de votaciones para hacer una ruta que fue hasta Valdeperdices.
Cuando partimos de la Ciudad Deportiva el ambiente era frío, la ausencia de sol y el viento producían una sensación por debajo de los 5º que marcaban los termómetros. Así que podríamos considerar la jornada de hoy como la primera invernal.
Recorrimos el carril bici bordeando el río hasta las proximidades del Bosque de Valorio. Atravesamos este, continuamos por Valderrey y tomamos el camino que se coge habitualmente para ir a La Hiniesta. Pero más adelante, en vez de girar hacia la carretera, lo hicimos al contrario, hacia la izquierda para así continuar por una pista de concentración. No mucho después giramos noventa grados a la derecha para enfilar una larga recta repleta de toboganes.
El sol se había abierto paso, pero aún así, como íbamos contra el viento, la sensación seguía siendo fría. Eso sí, esos toboganes lograron mitigar algo esa sensación.
Más adelante viramos a la izquierda y poco después a la derecha para descender hacia Palomares.
Como suele suceder, tras un descenso viene un ascenso, y este, tras pasar junto a algunas viviendas abandonadas de la dehesa, es largo, de unos 4 km. Kilómetros bonitos, en los que el camino está flanqueado por pinos y encinas.
Dimos por culminada la ascensión al llegar al memorial de Merchán, lugar donde tomamos la opción de la izquierda. Descendimos algo y volvimos a subir ligeramente pero eso sí, contra el viento que, además, a medida que avanzaba la mañana iba cogiendo fuerza.
Agradecimos poco después cambiar de dirección noventa grados para entrar en la carretera que une la N 122 con la que va a El Campillo. Ya por esta, con el viento lateral, molesto pero más llevadero, empezamos a rodar mejor y más rápido. Tras cruzar la carretera de El Campillo continuamos dirección Valdeperdices, pero por el camino que teníamos en frente, no por la carretera.
Este tramo lo hicimos en un plis plás porque era descendente en su totalidad. Entramos en Valdeperdices y recorrimos varias de sus calles para terminar saliendo a la zona a la que llega, cuando está crecido, una cola del embalse. Avanzamos por un camino que en breve quedará anegado, terreno que según nuestros GPS era agua.
Como continuamos por esas roderas en lugar de seguir el camino (paralelo) que marcaba el track, cuando nos dimos cuenta subir a su encuentro era casi imposible sin bajarse de las bicis, así que no nos quedó otra que desmontar y tirar de ellas esos metros que nos separaban del camino.
Nada más retornar al camino nos encontramos con un puente sobre las aguas del embalse que, debido al bajo nivel de las mismas, mostraba casi todo su esqueleto.
Al otro lado del puente nos esperaba una ascensión del 8% y de unos 400 m que nos puso a los pies de la localidad de Palacios del Pan.
Eso sí, durante el ascenso cabía la posibilidad de aliviar el cansancio contemplando las bonitas vistas. Entramos en la localidad y no mucho después volvimos a la derecha para descender hacia el lecho del embalse, lo cruzamos y salimos a la carretera, justo donde comenzaban las primeras casas de Andavías.
Atravesamos el pueblo de lado a lado y, tras abandonar las últimas casas, hicimos varios cambios de dirección y terminamos ante un pequeño túnel bajo la vía que acumulaba bastante agua.
Cuando partimos de la Ciudad Deportiva el ambiente era frío, la ausencia de sol y el viento producían una sensación por debajo de los 5º que marcaban los termómetros. Así que podríamos considerar la jornada de hoy como la primera invernal.
Recorrimos el carril bici bordeando el río hasta las proximidades del Bosque de Valorio. Atravesamos este, continuamos por Valderrey y tomamos el camino que se coge habitualmente para ir a La Hiniesta. Pero más adelante, en vez de girar hacia la carretera, lo hicimos al contrario, hacia la izquierda para así continuar por una pista de concentración. No mucho después giramos noventa grados a la derecha para enfilar una larga recta repleta de toboganes.
El sol se había abierto paso, pero aún así, como íbamos contra el viento, la sensación seguía siendo fría. Eso sí, esos toboganes lograron mitigar algo esa sensación.
Más adelante viramos a la izquierda y poco después a la derecha para descender hacia Palomares.
Dimos por culminada la ascensión al llegar al memorial de Merchán, lugar donde tomamos la opción de la izquierda. Descendimos algo y volvimos a subir ligeramente pero eso sí, contra el viento que, además, a medida que avanzaba la mañana iba cogiendo fuerza.
Este tramo lo hicimos en un plis plás porque era descendente en su totalidad. Entramos en Valdeperdices y recorrimos varias de sus calles para terminar saliendo a la zona a la que llega, cuando está crecido, una cola del embalse. Avanzamos por un camino que en breve quedará anegado, terreno que según nuestros GPS era agua.
Como continuamos por esas roderas en lugar de seguir el camino (paralelo) que marcaba el track, cuando nos dimos cuenta subir a su encuentro era casi imposible sin bajarse de las bicis, así que no nos quedó otra que desmontar y tirar de ellas esos metros que nos separaban del camino.
Nada más retornar al camino nos encontramos con un puente sobre las aguas del embalse que, debido al bajo nivel de las mismas, mostraba casi todo su esqueleto.
Al otro lado del puente nos esperaba una ascensión del 8% y de unos 400 m que nos puso a los pies de la localidad de Palacios del Pan.
Eso sí, durante el ascenso cabía la posibilidad de aliviar el cansancio contemplando las bonitas vistas. Entramos en la localidad y no mucho después volvimos a la derecha para descender hacia el lecho del embalse, lo cruzamos y salimos a la carretera, justo donde comenzaban las primeras casas de Andavías.
Atravesamos el pueblo de lado a lado y, tras abandonar las últimas casas, hicimos varios cambios de dirección y terminamos ante un pequeño túnel bajo la vía que acumulaba bastante agua.
Al salir de él nos dimos cuenta de que estábamos justo en el camino que habíamos transitado el Domingo anterior, que viene desde el Viaducto Martín Gil en paralelo a la vía. Pero apenas lo pisamos porque continuamos por otro que salía a un lado.
De nuevo realizamos varios cambios de dirección para finalmente pasar por encima de las vías del AVE.
Tras volver a tierra firme rodamos por una larga recta que nos llevó hasta Roales. Tras transitar por alguna de sus calles cruzamos la N 630 y continuamos recto, si bien poco después giramos para dirigirnos a Valcabado, localidad a la que llegamos enseguida.
Allí cogimos una de las calles que salen a la derecha y, casi en línea recta, terminamos llegando a las últimas casas del Barrio de La Villarina, de Zamora.
Volvimos a girar a la derecha y salimos a una de las rotondas de Cardenal Cisneros. Descendimos en paralelo a esta vía y tras algún "intríngulis" terminamos en el Centro Comercial Valderaduey. Y ya estando allí decidimos saciar nuestra sed en el bar Tramontana. Con fuerzas renovadas cada mochuelo se fue hacia su olivo, eso sí, algunos dando algo de rodeo y volviendo a la entrada de Valorio para allí retomar el carril bici hasta los Tres Árboles.
Para descargar la ruta haz clic en el logo de Wikiloc.
Relive 'Morning Nov 10th'
3 de noviembre de 2019
Improvisando por el viento
La ruta que teníamos prevista para hacer hoy nos debería haber llevado a Sanzoles, pero no fue la que terminamos haciendo, y sólo hubo un culpable: el viento.

Viendo que la previsión esta mañana era de vientos de 25 km/h, con rachas de 45 km/h, previsión que es posible que se quedara corta a tenor de lo que hemos sentido en nuestras carnes; decidimos tratar de ir, bien en su contra o con él de lado, para que la vuelta fuera mejor.
Por ello fue que los seis bíkers que esta mañana acudimos a la cita habitual encaramos nuestras bicis hacia Valorio, recorriendo antes la orilla del Duero. Al llegar al puente Croix seguimos el carril bici y tras terminarse este continuamos hacia La Hiniesta siguiendo el itinerario habitual
Una vez que cruzamos la carretera que va a Roales continuamos recto, en vez de girar hacia La Hiniesta, por un camino ancho de concentración. Por cierto, a pesar de que había llovido durante la semana, sólo encontramos algunos charcos aislados.
Continuamos por ese camino unos dos kilómetros, hasta el primer ramal que encontramos que giraba a la derecha. Ascendimos suavemente por él y empezamos a rodar en paralelo a la N 630.
Y así seguimos hasta que unos kilómetros después nos encontramos con un viaducto sobre las vías del AVE. Lo bordeamos y, en vez, de cruzarlo por encima, continuamos recto.

Algunos bíkers sugirieron que mejor no ir con el viento de espalda, hacia San Cebrián como habíamos pensado sobre la marcha, porque la vuelta sería peor. Así que cuando tuvimos oportunidad de volver a la izquierda lo hicimos. Poco después cruzamos por encima la autovía (Ruta de la Plata) y en nada estábamos en la gasolinera de la entrada de Montamarta. Cruzamos la carretera y encaramos de frente, por el camino de concentración asfaltado que lleva a Andavías, con la intención de ir hacia el Vidaducto Martín Gil. Como el viento en esa dirección nos daba totalmente de frente, de nuevo voces en el pelotón recomendaron ir hacia Montamarta, y así lo hicimos. Sólo que en vez de ir directos, fuimos primero hasta la ermita, vista por todos cientos de veces, pero junto a la que nunca ninguno de nosotros había estado.
Una vez que ascendimos hasta ella encontramos un banco totalmente protegido del molestísimo viento y allí nos sentamos a comer algo antes de emprender el regreso.
Tras esos minutos de relax, descendimos el camino hacia la carretera, cruzamos el puente y recorrimos algunas calles de Montamarta. Al llegar de nuevo al camino asfaltado que va a Andavías, lo cogimos para ir hacia la vía, para así seguir en paralelo a esta hasta prácticamente La Hiniesta. Los más de tres kilómetros que rodamos por él tuvimos que soportar un viento fortísimo de cara. Fuimos haciendo abanicos y luchando contra él como pudimos y sentimos un enorme placer cuando, al llegar junto a la vía, giramos a la izquierda y dejamos de sentir el viento de cara y el molestísimo zumbido que produce en los oídos.
Paramos a agruparnos y al llegar el que venía unos metros más atrás nos comunicó que el sexto, harto de viento en contra, giró cuando pudo en dirección a Roales. Los cinco restantes encaramos el camino y, aunque al principio el viento nos dio casi de espalda, enseguida empezamos a notar de nuevo sus zarpazos, pero ya menos leves que cuando lo padecíamos frontalmente.
Viendo que la previsión esta mañana era de vientos de 25 km/h, con rachas de 45 km/h, previsión que es posible que se quedara corta a tenor de lo que hemos sentido en nuestras carnes; decidimos tratar de ir, bien en su contra o con él de lado, para que la vuelta fuera mejor.
Por ello fue que los seis bíkers que esta mañana acudimos a la cita habitual encaramos nuestras bicis hacia Valorio, recorriendo antes la orilla del Duero. Al llegar al puente Croix seguimos el carril bici y tras terminarse este continuamos hacia La Hiniesta siguiendo el itinerario habitual
Una vez que cruzamos la carretera que va a Roales continuamos recto, en vez de girar hacia La Hiniesta, por un camino ancho de concentración. Por cierto, a pesar de que había llovido durante la semana, sólo encontramos algunos charcos aislados.
Continuamos por ese camino unos dos kilómetros, hasta el primer ramal que encontramos que giraba a la derecha. Ascendimos suavemente por él y empezamos a rodar en paralelo a la N 630.
Y así seguimos hasta que unos kilómetros después nos encontramos con un viaducto sobre las vías del AVE. Lo bordeamos y, en vez, de cruzarlo por encima, continuamos recto.
Algunos bíkers sugirieron que mejor no ir con el viento de espalda, hacia San Cebrián como habíamos pensado sobre la marcha, porque la vuelta sería peor. Así que cuando tuvimos oportunidad de volver a la izquierda lo hicimos. Poco después cruzamos por encima la autovía (Ruta de la Plata) y en nada estábamos en la gasolinera de la entrada de Montamarta. Cruzamos la carretera y encaramos de frente, por el camino de concentración asfaltado que lleva a Andavías, con la intención de ir hacia el Vidaducto Martín Gil. Como el viento en esa dirección nos daba totalmente de frente, de nuevo voces en el pelotón recomendaron ir hacia Montamarta, y así lo hicimos. Sólo que en vez de ir directos, fuimos primero hasta la ermita, vista por todos cientos de veces, pero junto a la que nunca ninguno de nosotros había estado.
Una vez que ascendimos hasta ella encontramos un banco totalmente protegido del molestísimo viento y allí nos sentamos a comer algo antes de emprender el regreso.
Tras esos minutos de relax, descendimos el camino hacia la carretera, cruzamos el puente y recorrimos algunas calles de Montamarta. Al llegar de nuevo al camino asfaltado que va a Andavías, lo cogimos para ir hacia la vía, para así seguir en paralelo a esta hasta prácticamente La Hiniesta. Los más de tres kilómetros que rodamos por él tuvimos que soportar un viento fortísimo de cara. Fuimos haciendo abanicos y luchando contra él como pudimos y sentimos un enorme placer cuando, al llegar junto a la vía, giramos a la izquierda y dejamos de sentir el viento de cara y el molestísimo zumbido que produce en los oídos.
Paramos a agruparnos y al llegar el que venía unos metros más atrás nos comunicó que el sexto, harto de viento en contra, giró cuando pudo en dirección a Roales. Los cinco restantes encaramos el camino y, aunque al principio el viento nos dio casi de espalda, enseguida empezamos a notar de nuevo sus zarpazos, pero ya menos leves que cuando lo padecíamos frontalmente.
Los kilómetros avanzaron rápidamente, a pesar de los sube y bajas continuos de ese trayecto. Al terminar este volvimos a la izquierda y tras una recta, giramos a la derecha, para enlazar con el camino que nos llevó hasta La Hiniesta de nuevo.
Desde esa localidad desandamos el camino que habíamos hecho a la ida recorriendo de nuevo Valorio, de punta a punta, la margen derecha del Duero y terminando, casualmente, en Cambalache, para tratar de recuperar los líquidos perdidos contra el viento a la salud de un bíker que recientemente cumplió años.
Así dimos por concluida esta etapa que, pretendiendo ir a Sanzoles, iba a ir San Cebrián, aunque más tarde pretendía llegar al Viaducto y terminó en la ermita de Montamarta, y todo porque tuvimos que improvisar por el viento...
28 de octubre de 2019
Evolución
Todo cambia, todo evoluciona y Bikers Duri también lo hace, pero sólo en su apariencia, seguimos siendo los mismos, nos sigue uniendo la misma afición y seguiremos recorriendo los caminos para disfrutar de nuestra amistad y de la naturaleza.
Nuestro logo ha evolucionado. Desde hace más de 5 años manteníamos la misma imagen, si bien en alguna ocasión ha variado el colorido; sin embargo ahora ha cambiado casi por completo aunque, como podéis ver la esencia es la misma.
El cambio más significativo es la figura del bíker. Aunque el originario era un ciclista con su bicicleta de montaña, a más de uno le parecía un motorista sobre su moto de cross. Ahora claramente es un ciclista de mountain bike. Lo demás son pequeños retoques.
Esperamos que os guste.
Nuestro logo ha evolucionado. Desde hace más de 5 años manteníamos la misma imagen, si bien en alguna ocasión ha variado el colorido; sin embargo ahora ha cambiado casi por completo aunque, como podéis ver la esencia es la misma.
El cambio más significativo es la figura del bíker. Aunque el originario era un ciclista con su bicicleta de montaña, a más de uno le parecía un motorista sobre su moto de cross. Ahora claramente es un ciclista de mountain bike. Lo demás son pequeños retoques.
Esperamos que os guste.
27 de octubre de 2019
Al Molino de La Viñuela
Hoy se celebraba la marcha Titán Matacucos y uno de los bíkers se había apuntado. Como no nos gusta dejar a nadie solo le dijimos que no fuera y él contestó que no iría siempre que la alternativa fuera una buena ruta. Y así lo intentamos.
15 de octubre de 2019
Recorriendo las Hoces del Duratón
Al terminar la ruta de las Hoces del Duratón hubo unanimidad entre los seis bíkers que la hicimos: era una de las más bonitas que habíamos hecho hasta ese momento. Y eso a pesar de que tuvimos que cruzar el río Duratón (sin puente) dos veces, subir un risco tirando de la bici, tirar de ella por una pasarela con escalera incluida y bajarnos bastantes veces para salvar pasos de piedra imposibles de ciclar. Pues bien, a pesar de todo ello, nos encantó.
Tras haber hecho el día anterior Ávila-Segovia, nos recogieron las Galanas y los que no la hicieron en bici en esta última ciudad. Desde allí nos desplazamos en los coches a Cantalejo, donde pernoctamos, y de donde partimos a las 9.30 de la mañana.
Los primeros 4 km los realizamos por una carretera local que une Cantalejo y Sebúlcor. El día había amanecido sin una nube, la temperatura era correcta y todo parecía indicar que íbamos a disfrutar...
Después de pasar Sebúlcor nos desviamos a la izquierda para coger un camino flanqueado mayoritariamente por pinos. Como suele pasar en los pinares nos topamos con varios bancos de arena que dificultó nuestro paso e incluso nos obligó a bajarnos en más de una ocasión.
Poco después empezamos a encontrar más frondosidad, los pinos dieron paso a los chopos, y es que nos estábamos acercando al río Duratón. El otoño que, aunque no estaba muy avanzado, daba un bonito color a las hojas de estos altísimos árboles e hizo que nos encantara ese tramo.
El track nos llevó hasta la orilla del río y la continuación estaba al otro lado del mismo. Por mucho que miramos no había puente por ninguna parte, así que no nos quedó otra que descalzarnos, coger las zapatillas y la bici y cruzarlo. En el primer tramo nos cubría por debajo de la rodilla y tras una islita ya cubría menos.
Todos pensamos que la mañana empezaba mal. Llevábamos menos de 10 km y ya habíamos empleado más de una hora y no encontrábamos más que dificultades. Menos mal que cuando llegamos arriba de la loma las vistas compensaron esas trabas.
Nos dimos cuenta de que realmente estábamos en una de las paredes de las Hoces. La bordeamos por un sendero que iba asomándose al precipicio, lo que nos obligó en algunos momentos a ir con la bici en la mano para evitar riesgos. Cuando llegamos al final de esa pared pudimos contemplar un bonito valle a nuestra derecha, y allí mismo giramos casi 180º y continuamos rodando por un caminito apenas visible.
Después de disfrutar unos minutos de ese paraíso, iniciamos el descenso hacia la ermita. Allí nos encontramos con las galanas y los que no hicieron la ruta en bici, que también estaban disfrutando de lo lindo.
Visitamos la ermita, pasamos bajo el altar por el estrecho paso para no tener ni hernia ni dolores de espalda y no nos detuvimos más porque eran más de las 11.30, y debíamos terminar a las 13.30 para no andar con agobios después, algo que ya veíamos imposible en ese momento.
Ascendimos la cuesta y continuamos por el camino blanquecino de excelente firme que nos había traído hasta allí, sólo que continuamos por él hasta un cruce, en la localidad de Villaseca.
Pasamos la carretera y proseguimos en la misma dirección que llevábamos. El camino no era tan bueno como el de la ermita, pero se avanzaba sin dificultad. En una ocasión casi todo el mundo echó pie a tierra al encontrarnos con una enorme rampa.
No mucho después realizamos un giro a la izquierda y salimos a un camino mejor, una recta bastante larga que abandonamos como un kilómetro después para girar a la derecha y tomar otro camino.
En ese nuevo camino había más vegetación y estaba menos marcado. Comenzamos a descender y poco a poco las roderas se fueron desvaneciendo hasta que se perdieron.
Sabíamos que había un tramo sin camino, que había que atravesar unas tierras de labor, y sin duda estábamos en él. Siguiendo las indicaciones del GPS nos fuimos abriendo paso entre la densa vegetación de alguna zona, lo que nos obligó a bajarnos en más de una ocasión, y pasando por un par de tierras de cereales ya segados y por lo que no se rodaba mal.
Después volvió a aparecer una senda, esta nos llevó a un camino algo mejor que seguía descendiendo.
En un momento dado este hacía un giro de 90º. Al llegar a ese punto nos encontramos con un premio que justificaba el rato de la ausencia de camino anterior. Desde allí podíamos contemplar un bonito valle, el comienzo de las Hoces, a la altura de Sepúlveda, cuyo cementerio veíamos en lo alto de una montaña que teníamos en frente.
Podemos decir que la foto no hace nada de justicia a lo que nosotros contemplamos. Iniciamos el descenso por ese cañón y terminamos llegando a los pies del río Duratón, justo bajo la localidad de Sepúlveda.
Justo ahí comenzó otro espectáculo que duró 14 km. Esa distancia recorriendo las Hoces junto al río Duratón, entre sombras de choperas, disfrutando del otoño, de la senda, de la compañía... Todo un lujo, desde luego. Eso a pesar de que no fue un camino de rosas, ya que poco después de comenzar este paseo junto al río, hubo que ascender con la bici en la mano unas rampas considerables, estrechas y que culminaban con una buena e inclinadísima escalera.
En algunos momentos también tuvimos que bajarnos porque había tramitos con piedras de un tamaño que no permitía ciclarlo, pero estábamos disfrutando tanto que poco importaban esos inconvenientes.
Desde la zona de la pasarela pudimos ver vistas como esta:
Más adelante el camino se pegaba al río de nuevo y rodamos entre la frondosa vegetación.
El otoño daba un variedad cromática a la zona que la hacía más bonita aún.
En algunos momentos las paredes calizas se abrían y daban paso a pequeños valles. En todo este tramo si mirábamos a un lado o al otro nos encontrábamos las enormes paredes de piedra horadadas por el río durante siglos y siglos.
Ya casi terminando este tramo nos dimos de bruces con un chiringuito y, aunque íbamos fatal de tiempo, decidimos parar a tomar una cerveza porque todos estábamos sedientos. La bebimos en tiempo récord y nos supo a gloria. Volvimos enseguida a las bicis y unos dos kilómetros después nos encontramos con el mismo problema de unas horas antes. Un río, dos orillas y ningún puente que las una. Nos quedamos a la orilla pensándolo, pero algunos decidimos no pararnos a quitar las zapatillas y atravesarlo sobre la bici. También hubo quienes volvieron a descalzarse.
Volvimos a pasar por la zona de pinares con las mismas dificultades, pero en cuanto salimos a la carretera, ya cerca de Sebúlcor, nos dimos de bruces con un viento de cara fortísimo. Además el perfil era ligeramente ascendente. Si unimos esos dos factores al cansancio acumulado por los dos días de bici, el resultado es que nos costó un esfuerzo enorme llegar a Sebúlcor primeramente, y a Cantalejo después. Llegamos en pequeñas dosis a nuestro alojamiento, primero uno, después, dos, otros dos más tarde y finalmente uno más. Eso propició que la ducha no parara de funcionar. A las 15.00 horas logramos salir de allí todo guapetones, limpios, sedientos y hambrientos, con dirección a Sepúlveda, donde nos esperaba el resto del grupo en el restaurante El Señorío de Sepúlveda, donde dimos cuenta de un buen asado de lechazo que nos repuso totalmente.
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Relive 'Morning Oct 13th'
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