Los primeros kilómetros sufrimos las habituales molestias del frío, manos y pies helados, moquilla, etc.; nada nuevo, pero el sol lograba, poco a poco, paliar estas molestias.
No seguimos el GR-14 al pie de la letra, pero terminamos llegando igualmente a Tardobispo. A la salida del pueblo volvimos a la Senda del Duero, pero la volvimos a abandonar enseguida para tomar otra alternativa más bonita, llegando al pie de la Pueblica por la antigua Mirandesa. La helada en esa zona hoy era impresionante.
Continuamos hacia Pereruela, cruzamos esta localidad y proseguimos con dirección Arcillo, si bien no llegamos a descender hacia el Puente de las Urrietas, porque nos desviamos ligeramente a la derecha. Poco después comenzamos a descender hacia el río y el paisaje cambió, nos encontramos mucha más vegetación, encinas, jaras...
Divisamos el Duero y continuamos el descenso, cada vez con mayor inclinación. Y por fin, nos encontramos con la figura de un bonito molino dentro del río.
Su silueta, por un tajamar que tiene al frente, es muy parecida a la de un barco. A pesar de verlo ya, quisimos llegar a su lado y descendimos hasta donde pudimos, justo enfrente.
Al ser una zona totalmente sombría la helada aún no se había desecho y hacía frío, así que tomamos un tentempié rápido e iniciamos el largo ascenso.
Las primeras rampas son las más inclinadas, superadas estas el ascenso es más cómodo.
Tras una parada por un pinchazo continuamos y nos desviamos un poco del camino de la ida, yendo a salir al Puente de las Urrietas. Aprovechando la sequía nos hicimos una foto junto a él y proseguimos, subiendo, hacia Pereruela.
En Pereruela paramos de nuevo por una pequeña avería. Tras arreglarla salimos del pueblo hacia San Román, pasando por la llamada Pradera del Terror. Llegando a esa localidad de nuevo hicimos otra parada por otro pinchazo. Continuamos, la atravesamos y ascendimos para tomar el camino de la Dehesa de Congosta. Descendimos otra vez hacia el río por la Carba, cada vez más peligrosa por la cantidad de piedra suelta.
Ya abajo rodamos en paralelo al río, si bien hubo que hacer dos ascensiones más para llegar a la altura de Carrascal. No llegamos al pueblo, lo dejamos a un lado, para recorrer una zona sin apenas camino marcado, sorteando encimas y agachándonos continuamente para no darnos con las ramas.
Ya en el camino que lleva a Zamora, continuamos por él, terminando en un descenso que nos puso en la carretera de Carrascal, cerca del Puente de los Poetas. Tras una parada en Los Pelambres para ayudar a recuperar la hidratación a nuestros cuerpos, terminamos la ruta donde la habíamos empezado.
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