Siguiendo las flechas amarillas pasamos por las cercanías de Roales y por Montamarta. Al llegar al cruce de la carretera de Benavente el Camino no está claro por las obras de la autovía y nos perdemos. Finalmente rodeamos el embalse y terminamos por encontrar el Camino. Continuamos por él y entramos a ver las ruinas de Castrotorafe antes de llegar a Fontanillas.
Desde esta localidad seguimos por carretera hasta Riego del Camino donde tomamos algo de comer y beber en un bar. De nuevo por camino seguimos hasta el Monasterio de La Granja. Antes de llegar vimos al guarda irse así que nos toca saltar la valla para poder entrar. Tras la visita continuamos hacia Granja de Moreruela.
Desde este pueblo fuimos por carretera primero y por un camino paralelo después hasta Santovenia donde tomamos un refresco porque el calor empezaba a dejarse notar. Y de nuevo por camino y por carretera llegamos a Barcial del Barco. Aquí siguiendo las indicaciones del track que teníamos nos metimos por la antigua vía, un gran error, porque tuvimos que andar con la bici de la mano casi dos kilómetros y medio.
Finalmente decidimos olvidarnos del track y abandonamos la vía. Poco después me doy cuenta de que he perdido el velocímetro. Otro biker también se da cuenta de que ha perdido las gafas. Volvemos atrás y por suerte encontramos el cuenta, pero las gafas no. Desde allí seguimos por caminos hasta Castropepe y desde esta localidad hasta el cruce de Castrogonzalo. Ya estamos a los pies de Benavente, hace mucho calor y se nos ha terminado la bebida, así que paramos en una gasolinera y nos hidratamos. Retornamos a las bicis y poco después, como remate, tenemos que subir la llamada Cuesta del Hospital para llegar al Hotel Orense, es una preciosa guinda para el pastel de casi 85 km. que llevamos encima.
Poco después de llegar nosotros, llega nuestro cuarto compañero que, por razones de trabajo, ha salido más tarde y hace solo el recorrido Zamora - Benavente.
Tras la ducha, unas cañas, un paseo, una buena cena y una copa. Y finalmente a la cama.
El día 2 de julio iniciamos nuestra jornada en Benavente. Siguiendo el track poco después de dejar atrás la ciudad nos metemos por un camino que tiene alguna subida y bajada imposibles de hacer subidos en la bici pero compensan porque es una zona bonita.
Pronto pasamos Villabrázaro y seguimos por carretera hasta Maire de Castroponce. Entramos en la provincia de León y llegamos a Alija del Infantado donde tomamos algo en la tienda de El Catalán, que se porta excelentemente con nosotros. Salimos por un camino en muy buen estado que va en paralelo al río Jamuz.
Poco después de bordear Sta. Elena de Jamuz salimos a la carretera y la seguimos hasta La Bañeza. Allí tomamos algo en una terraza y continuamos por buenos caminos, anchos, con encinas, hasta cerca de Astorga. En un momento dado el camino lo cierra la vegetación y salimos a la carretera que nos lleva hasta el lugar donde vamos a dormir, si bien antes comemos en un restaurante cercano. Hemos recorrido 72 km.
Tras una ducha nos refrescamos en la piscina. Después visitamos el centro, nos sentamos en la Plaza Mayor, donde tomamos una caña y cenamos en restaurante cercano, La casa de Josele, un lugar muy agradable.
La tercera jornada, el 3 de julio, desayunamos en un lugar idílico, en una terraza entre la Catedral de Astorga y el Palacio Episcopal de Gaudí. Nos atiende una camarera muy agradable.
Salimos de Astorga por carretera y descendiendo pero poco después ya hay un buen camino que seguimos que va ascendiendo suavemente. Ya empiezan a verse peregrinos.
Atravesamos dos pequeñas localidades y pronto llegamos a El Ganso, donde tomamos algo en la Taberna del Cowboy.
Continuamos por un camino muy cuidado y en algunos tramos por carretera hasta llegar a Rabanal del Camino.
Saliendo del pueblo a las bicis nos desvían por la carretera y comenzamos el ascenso a la Cruz de Ferro. Son 8,5 km de subida tendida que logramos hacer con cierto cansancio, pero bien.
Cogemos de nuevo las bicis y comienza el descenso pero enseguida aparece otra cuesta, con mucha pendiente, que casi se nos atraganta. Salvada esta empieza el verdadero descenso. Hay que frenar bastante porque la pendiente es fuerte y la bicicleta coge mucha velocidad. Paramos al pasar en Manjarín, un lugar curioso donde vive un eremita.
Nos sentamos en una agradable terraza que hay a la orilla del río, frente al puente, y vemos un menú que nos gusta así que comemos. Hace mucho calor por lo que decidimos tumbarnos un poco a la sombra antes de retomar el Camino.
Salimos de Molinaseca ascendiendo y con ánimo de recorrer los 8 km. que nos separan de Ponferrada cuanto antes porque los termómetros marcan 35º.
Llegamos a Ponferrada y siguiendo las flechas amarillas llegamos al impresionante castillo de los Templarios. Nos sentamos en una terraza justo en frente para tomar allí un café con un amigo de uno de los Bikers que reside allí. Tras este pequeño receso salimos de la ciudad siguiendo el Camino marcado, casi todo con perfil descendente o plano, pasando por dos localidades, las más grande es Columbianos. Por buenos caminos seguimos hasta Camponaraya. Una gran subida por carretera a la salida de esta localidad y buenos caminos rodeados de viñedos nos llevan hasta Cacabelos.
Al atravesar Cacabelos paramos en la Moncloa de San Lázaro. Un estupendo restaurante-tienda, el primer local del famoso "Prada", donde nos obsequian con un vino blanco fresquito y un trozo de empanada, que tomamos en la terraza.
Nos volvemos a montar en las bicis y otra gran subida nos espera a la salida de Cacabelos, esta vez por carretera. De nuevo por bonitos caminos rodeados de viñedos nos encontramos con otras tres subidas importantes que casi se nos atragantan.
Villafranca del Bierzo, nuestro obejtivo, no termina de aparecer en el horizonte. Tras algunas pequeñas subidas y bajadas por fin aparece un descenso que nos mete en el pueblo. Casi lo primero que nos encontramos es la iglesia románica de Santiago de Villafranca.
Tras una visita al interior descendemos hasta la bonita Plaza Mayor pero no paramos y proseguimos hasta la Colegiata, que también visitamos. Junto a ella tomamos una cerveza y nos dirigimos al Hostal el Cruce, donde tenemos previsto alojarnos. Antes pasamos junto al Santiago que hay a la entrada del puente que cruza el río Burbia.
Nos duchamos, descansamos y cenamos en la terraza del hostal porque se está allí fresquito, algo de agradecer después del caluroso día y de los 83 km realizados.
El día 4 de julio nos espera la que para casi todos es la jornada más dura. Salimos de Villafranca por un tunel de la N VI que nos evita rodear 3 km y al salir nos metemos ya en el Camino, que va en muchos momentos paralelo a esa nacional, si bien de vez en cuando se desvía para entrar en alguna pequeña localidad. Los cuatro estamos contentos y vamos cantando. A los peregrinos que vamos pasando les gusta y nos dicen que da gusto el ánimo que llevamos.
El camino es ligeramente ascendente, pero es agradable porque todo está muy verde y junto a él transcurre el río Valcarce. Al llegar a Las Herrerías compramos unas piezas de fruta y empezamos la subida a O Cebreiro.
Tres decidimos subir por la carretera aunque esta opción rodea unos 4 km. y el otro por una carretera local cuyo ascenso no es tan duro como el que realizan los caminantes que pasan por La Faba, pero sí más que el de la Nacional VI.
Los que optamos por esta última opción vamos poco a poco, intentando no cargar mucho las piernas porque son 8 km de subida que se hacen largos, pero podemos con ellos.
Cuando divisamos Piedrafita do Cebreiro nos da una gran alegría. Al llegar atravesamos la localidad e iniciamos otra subida, en esta ocasión es la que nos llevará a O Cebreiro. Estos 4 km. se hacen más duros que los anteriores, pero también lo logramos. Estamos a 1.300 m de altitud.
Poco después de llegar nos encontramos con nuestro compañero que llega en ese momento. También ha podido con la subida y además se ha unido a dos brasileñas que están haciendo el Camino desde Saint Jean Pied de Port. Nos las presenta, son Ana Paula y Karin. Tomamos algo allí y proseguimos.
Salimos de O Cebreiro por un camino que desemboca en una carretera que comienza descendiendo pero que poco después inicia otro ascenso, en este caso hasta el Alto de San Roque.
De nuevo otro descenso y seguidamente otro ascenso, ahora toca subir el Alto do Poio.
Tras coronarlo comenzamos, ahora sí, un largo descenso. De nuevo las vistas son impresionantes pero la velocidad no permite disfrutarlas totalmente. Este descenso de unos 8 km nos lleva hasta la bonita localidad de Triacastela.
Comemos algo allí porque es mediodía, una tabla de fiambres, en una casa rural muy bonita. Tras el descanso iniciamos la marcha por carretera. Dos kilómetros antes de llegar a Samos abandonamos esta y nos metemos por un camino muy bonito cubierto de vegetación y con cierta dificultad técnica. La entrada en Samos es impresionante con la vista del río y del gran Monasterio.
Nos acercamos hasta este pero la visita guiada al interior dura media hora y vamos ya algo tarde, así que sólo lo vemos por fuera.
Salimos de esta localidad y continuamos ya todo por caminos y carreteras locales, bonitos, con mucha vegetación bordeándolos, atravesando pequeñas aldeas y durante muchos tramos junto a un río. Hay muchos sube y bajas pero aguantamos.
Al fin, tras 80 km, terminamos la etapa al llegar a Sárria. Tenemos que atravesar toda la localidad para llegar al Hotel Roma, un coqueto establecimiento junto a la estación de tren.
Tomamos algo en la terraza del hotel y después nos aseamos y salimos a cenar y a conocer el casco histórico de esta localidad. A todos nos sorprende lo grande que es y la vida que tiene. Nos encontramos con Ana Paula y Karin y cenamos juntos en un local en el que tardan una eternidad en servirnos. De hecho nuestras amigas brasileñas se tienen que ir con la comida en la boca porque les cierran el albergue donde se alojan.
5ª jornada, 5 de julio. Desayunamos en la terraza del hotel. Se nos han unido las dos peregrinas brasileñas e iniciamos juntos la jornada. Para salir de Sárria hay que atravesar todo el casco antiguo, pero con unas rampas que casi hacen que se nos atragante el desayuno. Una vez que nos vamos alejando los caminos son muy bonitos, con mucha vegetación y arbolado y atravesando pequeñas aldeas. Subimos y bajamos constantemente y los km no parecen avanzar.
De vez en cuando nos sorprenden algunos monumentos que vamos encontrando, como la bonita iglesia románica de Santiago de Barbadelo.
5ª jornada, 5 de julio. Desayunamos en la terraza del hotel. Se nos han unido las dos peregrinas brasileñas e iniciamos juntos la jornada. Para salir de Sárria hay que atravesar todo el casco antiguo, pero con unas rampas que casi hacen que se nos atragante el desayuno. Una vez que nos vamos alejando los caminos son muy bonitos, con mucha vegetación y arbolado y atravesando pequeñas aldeas. Subimos y bajamos constantemente y los km no parecen avanzar.
De vez en cuando nos sorprenden algunos monumentos que vamos encontrando, como la bonita iglesia románica de Santiago de Barbadelo.
Encontramos mucha gente, sobre todo grupos de jóvenes, se nota que hay muchos caminantes que empiezan la peregrinación en Sárria.
Hacemos una parada en un albergue que está repleto de gente. Los escuchamos hablar y hay peregrinos de todas las nacionalidades. Tras el receso continuamos el Camino. Sigue siendo rompepiernas pero muy bonito. Estamos atravesando la Galicia profunda.
En medio de la nada hay un gaitero amenizando el trayecto a todos los que pasamos por allí. Nos paramos, le escuchamos y charlamos un ratito con él.
Seguimos acercándonos a Portomarín. Un poco antes divisamos el embalse que un día hizo que verdadero Portomarín cambiara de emplazamiento.
Hacemos una parada en un albergue que está repleto de gente. Los escuchamos hablar y hay peregrinos de todas las nacionalidades. Tras el receso continuamos el Camino. Sigue siendo rompepiernas pero muy bonito. Estamos atravesando la Galicia profunda.
En medio de la nada hay un gaitero amenizando el trayecto a todos los que pasamos por allí. Nos paramos, le escuchamos y charlamos un ratito con él.
Para llegar a esta localidad siguiendo el Camino hay que atravesar antes una especie de grieta complicada de pasar incluso con la bici en la mano. Ana Paula y yo bajamos por ella porque nos dicen que merece la pena. Realmente lo merece porque es un paso único.
Tras el descanso nos subimos de nuevo a las bicis. Atravesamos el pueblo y llegamos a la plaza donde hay una gran iglesia que fue trasladada al emplazamiento actual piedra a piedra. De hecho aún se ven las numeraciones en las mismas.
Llegamos a Portomarín y paramos junto a la escalinata que hay tras cruzar el puente sobre el embalse. Al momento llegan tres adolescentes. Nos impresiona ver que una de ellas llora. Le pregunto qué le pasa y dice que no puede más. Trato de animarla pero no tiene consuelo a pesar de que termina allí su etapa. Le comento que tiene todo el día para recuperarse y que hay que ser fuerte y luchar, pero dice que le duelen mucho las piernas y su deseo es volver a su casa...
A uno de nosotros le desafían y sube la escalinata con la bici a cuestas, así que el resto terminamos haciendo lo mismo. Nos conduce a la localidad. Compramos unas piezas de fruta y las comemos en un parque.
Una vez recuperadas fuerzas proseguimos de nuevo por caminos de todo tipo y carreteras locales que nos llevan a atravesar pequeñas aldeas; pero todos con una característica común: rompepiernas. Seguimos subiendo y bajando constantemente, lo que hace que los kilómetros sigan avanzando lentamente.
Al final llegamos a O Coto, donde está la Casa Rural donde dormimos esa noche. Tomamos algo en la terraza para descansar de los duros 61 km realizados. Ana y Karin siguen camino porque su albergue está en Melide, a 6 km.
Tras ducharnos y hacer la colada, llamamos un taxi para que nos lleve a Melide, ya que queremos cenar allí el famoso pulpo de la localidad.
Cenamos y tomamos una copa en un local. Llamamos al taxi y nos devuelve de nuevo a la Casa Somoza. Alguno no recogió la ropa antes de irnos y al llegar la encuentra empapada porque están los aspersores funcionando... Al descubrirlo se escucharon más de una y más de dos palabras malsonantes.
El día 6 de julio, nuestro último día de Camino, tras desayunar iniciamos la marcha para recorrer los 6 km que nos separan de Melide. El camino es bonito, incluso tenemos que atravesar un puente que bien merece una foto.
A la entrada de Melide nos están esperando Karin y Ana, se incorporan al grupo y continuamos. Nos metemos por el casco antiguo para que lo vean porque merece la pena.
Salimos de esta zona e iniciamos una bajada por carretera. El Camino sigue por la derecha así que nos desviamos y nos topamos con una pequeña iglesia románica muy bonita, Santa María de Melide. Paramos para sellar y visitar el interior y nos encontramos unos preciosos frescos en el ábside, un magnífico altar y la única reja Románica que se conserva en Galicia.
Al final llegamos a O Coto, donde está la Casa Rural donde dormimos esa noche. Tomamos algo en la terraza para descansar de los duros 61 km realizados. Ana y Karin siguen camino porque su albergue está en Melide, a 6 km.
Tras ducharnos y hacer la colada, llamamos un taxi para que nos lleve a Melide, ya que queremos cenar allí el famoso pulpo de la localidad.
Cenamos y tomamos una copa en un local. Llamamos al taxi y nos devuelve de nuevo a la Casa Somoza. Alguno no recogió la ropa antes de irnos y al llegar la encuentra empapada porque están los aspersores funcionando... Al descubrirlo se escucharon más de una y más de dos palabras malsonantes.
El día 6 de julio, nuestro último día de Camino, tras desayunar iniciamos la marcha para recorrer los 6 km que nos separan de Melide. El camino es bonito, incluso tenemos que atravesar un puente que bien merece una foto.
A la entrada de Melide nos están esperando Karin y Ana, se incorporan al grupo y continuamos. Nos metemos por el casco antiguo para que lo vean porque merece la pena.
Salimos de esta zona e iniciamos una bajada por carretera. El Camino sigue por la derecha así que nos desviamos y nos topamos con una pequeña iglesia románica muy bonita, Santa María de Melide. Paramos para sellar y visitar el interior y nos encontramos unos preciosos frescos en el ábside, un magnífico altar y la única reja Románica que se conserva en Galicia.
Al salir tenemos una sorpresa, la rueda delantera de uno de los nuestros está pinchada, así que nos ponemos manos a la obra para arreglarla. Por poco los cuatro libramos de tener incidentes técnicos en todo el Camino, una gran suerte, sin duda.
Una vez reparado el pinchazo continuamos por un camino sombrío muy bonito. Al final del mismo hay un riachuelo que me seduce bastante más que el pequeño puente que hay sobre él.
Tras el descanso nos volvemos a subir a las bicis y continuamos rodando por bosques repletos de eucaliptus, cruzamos pequeños pueblos y de vez en cuando fuertes ascensos, no son muy largos, pero van haciendo mella en nuestras piernas.
La subida a Lavacolla nos está esperando. Es muy larga y engañosa, cada vez que divisamos una curva pensamos que es el último tramo de subida, pero al llegar a ella nos encontramos con otra pendiente y así una y otra vez. Finalmente, cada uno a su ritmo, vamos coronando el alto.
Poco después del ascenso entramos ya en el municipio de Santiago. Hay un hito de piedra que así nos lo hace saber.
Hace bastante calor, un calor húmedo que también nos va desgastando. Empezamos a sentir debilidad pero en el tramo por el que estamos pasando hay pocas opciones y las que hay han cerrado ya la cocina. Seguimos rodando pero de vez en cuando siguen apareciendo subidas...
Finalmente preguntamos en un albergue privado y aunque tienen cerrada la cocina nos permiten pasar a la terraza para darnos de comer.
Amablemente nos preparan platos sencillos pero que nos saben a gloria. Ya sin debilidad la comida se alarga. No tenemos prisa por llegar a la plaza del Obradoiro y nos los estamos pasando muy bien. Lo único que nos obliga a levantarnos es la amenaza de tormenta que viene por el este.
Arrancamos de nuevo la marcha y pronto llegamos a la recta que conduce al Monte do Gozo. Vamos cantando y derrochamos alegría.
Si el Monte do Gozo es feo de por sí, ahora lo es más porque está en obras. Nos acercamos al monumento a la visita de Juan Pablo II y nos hacemos junto a él algunas fotos.
Desde allí nos dirigimos al conjunto de albergues del Monte. Da pena ver cómo la mayoría están abandonados.
Con Santiago ya a la vista seguimos descendiendo hasta llegar a una carretera que tenemos que cruzar. La entrada a la ciudad para los peregrinos es lamentable. Nos preguntamos cómo una ciudad que ingresa tanto por los peregrinos no tiene una entrada señalizada y segura para ellos. El caso es que tenemos que circular un tramo por una carretera con mucho tráfico, más adelante rodar por las aceras, en algunos momentos no encontramos señalización...
Por fin llegamos al casco antiguo. Vamos esquivando coches y personas al tiempo que nos vamos acercando al final. La emoción está ya a flor de piel. Entramos a la plaza del Obradoiro por un lateral, rodamos hacia el centro y echamos el pie a tierra frente a la Catedral. Dejamos las bicis en el suelo y nos vamos abrazando uno a uno. Nuestras amigas brasileñas se abrazan y lloran de emoción. A todos nos embarga un sentimiento doble, por un lado estamos felices de haber concluido este reto y al mismo tiempo nos da mucha pena que se termine. Y eso sí, el cansancio de los 63 km realizados ha desaparecido.
Comienza la sesión de fotos. Todos queremos recuerdos de este momento así que tardamos unos minutos en hacerlas.
Ya con los certificados en nuestras manos nos dirigimos a nuestros hoteles. El de Ana y Karin no está muy lejos del nuestro así que quedamos a las 10,00 en un lugar intermedio para cenar. Finalmente en vez de cenar picamos algunos manjares gallegos y para rematar nos tomamos una copa en un local que nos recomiendan. El cansancio va haciendo mella y nos vamos al hotel no muy tarde.
Al día siguiente vamos a la misa de 12 de la Catedral. Poco antes de comenzar abrazamos al Santo y visitamos su tumba. Tenemos la suerte de que la oficia el Arzobispo (¿será por nosotros? Je, je). Casi al final de la misma el botafumeiro comienza a ser movido. Todo un espectáculo.
A la salida de misa tomamos una caña y nos despedimos de Ana y Karin. Vamos al hotel, cogemos las bicis y los equipajes, y nos dirigimos a la Estación de Autobuses. Allí desmontamos las ruedas delanteras de nuestras bicis y las envolvemos en film porque son las dos condiciones que pone la empresa para transportarlas.
Es difícil explicar lo que se siente haciendo el Camino, pero yo diría que nos invade una gran alegría interior. No sabría explicar por qué pero todos nos levantábamos felices. También proporciona fuerza: hay días en los que se hacen muchos kilómetros y se han hecho muchos los días anteriores, pero aún así hay una inyección de fuerza extra que nos hace poder con todo. Y algo más difícil de explicar aún y es que el "espíritu del Camino" lo invade todo. La gente deja lo peor de sí mismo en su casa y es difícil encontrar una mala cara, un mal gesto... Todo lo contrario, cada vez que le deseas a alguien "Buen Camino" la sonrisa con la que te responde con las mismas dos palabras penetra y te da más fuerzas aún. Y si a todo esto le unimos paisajes preciosos, monumentos, buena compañía, buen humor y la pasión que nos une; hacen que sea muy recomendable hacerlo. Merece la pena muchísimo, sinceramente.
¡¡Buen Camino!!
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