Tras descargar y ponernos en marcha, no habíamos recorrido ni un kilómetro y ya habíamos sumergido los pies en el barro y en algún que otro charco de casi dos palmos de profundidad. Tuvimos que sortear barrizales enormes (no imaginábamos que hubiera tantos en todo el camino), cruzar charcos que parecían casi lagunas y esforzarnos más porque en muchos lugares las ruedas se quedaban "clavadas".
Todo esto ralentizó nuestra marcha y nos fue desgastando. De hecho nos costó llegar a Arcillo casi una hora y media. Continuamos nuestro recorrido y finalmente llegamos a Abelón y por fin encontramos un camino en buenas condiciones, el que conduce a la cascada, que seguimos aunque en el último tramo nos despistamos y tuvimos que hacer unos metros campo a través.
Llegamos a una zona no ciclable, aparcamos nuestras bicis y continuamos caminando. Cuando vimos la cascada todos pensamos que había merecido la pena y que, efectivamente, traía mucha agua. Tras las fotos de rigor, subimos de nuevo hasta donde teníamos las bicis, almorzamos e iniciamos el regreso luchando de nuevo contra el barro y haciendo exactamente el mismo recorrido que a la ida, porque aunque teníamos previsto una alternativa para una parte del recorrido, no nos atrevimos a seguirla ya que nadie la había hecho con anterioridad y no sabíamos si estaría en buenas condiciones.
Finalmente, aunque tarde, llegamos a Pereruela, eso sí, con barro por todas partes y con las transmisiones sonando de tal forma que daba auténtica pena pedalear.
Aún así, mereció la pena, Sayago estaba muy bonito y la cascada más.
En las cercanías de la Cascada de Abelón. |
Cascada de Abelón. |
Uno de los múltiples charcos que tuvimos que cruzar. |